Vicente Fox declara que él y su familia están tranquilos, limpios de culpa, por encima de toda sospechaFoto Marco Peláez
C
uatro de marzo y el PRI festejó el final de la insana distancia. La simulación persistió al insistir en que los funcionarios no deben participar en actos políticos durante horas de trabajo. Y no hubo quien ensombreciera el ambiente festivo con el peso inalterable del Poder Ejecutivo: el mandato es continuo, constante, irrenunciable y de plazo fijo. De día o de noche, Enrique Peña Nieto es Presidente de la República. Lo que se acabó el 4 de marzo fue la farsa de la imparcialidad, el desprecio a la obligación de obedecer el mandato de la mayoría y servir a todos por igual.
Aunque unos sean más iguales que otros. Dos alternancias y la democracia electoral llega a la tercera edad. Con Luis Echeverría inició la disolución de la supuesta dictadura perfecta. Ni él, ni José López Portillo, ni Miguel de la Madrid, ni Carlos Salinas de Gortari fueron candidatos del PRI a un cargo de elección popular antes de serlo a la sucesión incontestada por decisión unipersonal y omnímoda del presidente en turno. Echeverría fue burócrata del partido. Ernesto Zedillo ni eso. En total, un partido hegemónico, invencible, casi único, sirvió de rupestre escenografía para el ascenso al poder de una burocracia dorada devenida tecnocracia deslavada. Treinta años de inocultable levedad de un
partido dominante, en el cual militaban de mentiritas los que heredaban el poder.
La política de partido era fiesta, mítines y arcos triunfales; ilusión irrefrenable de los que aspiraban al favor del dueño de la expectativa. Pero hacer política de partido, organizar y movilizar multitudes, a los que asistirían a los actos de masas para justificar más tarde la apabullante mayoría de votos, eso, era asunto de personajes menores, despreciados por los que despachaban en las alturas, en los cenáculos del poder. Del gabinete saldrían los señalados por el afamado
dedazo. Ese desprecio se tradujo en la
sana distanciazedillista: Designar candidatos es cosa suya, decía a los dirigentes del PRI. En corto, directamente, nombró y corrió a cinco presidentes del PRI, Uno por año. Y se acabaron tres décadas de
dictadura perfecta.
Siguieron los 12 de infinita torpeza. Ruptura, alternancia, transición sin perder el paso ni el estilo en el imperio de la impunidad. La derecha de la tregua de eternidad sacó al PRI de Los Pinos y los dueños del dinero repitieron su convicción: la política, los políticos, son todos corruptos. La iniciativa privada; los empresarios son más eficaces que y, desde luego son honrados a carta cabal. Fingían ignorar que los políticos deshonestos necesitaban la complicidad de los muy decentes empresarios para robar. Primera alternancia, segunda alternancia... comenzamos.
Desapareció el más grande de los navíos de la flota campechana que convertía en miles de millones de dólares la transportación del oro negro y el servicio a plataformas y pozos petroleros, por contratos otorgados a Oceanografía por el viejo método de la amistad que es complicidad. Dinero llama dinero. Y para eso están los bancos. En negocios descomunales, en el manejo de una flota y la transportación de oro a las cuentas propias, no hay quien no requiera de crédito bancario. Citibank investiga a su filial Banamex y se han descubierto las falsificaciones de documentos y de firmas de funcionarios de Pemex en estimaciones y facturas por cobrar que Oceanografía dijo se le dieron en garantía. Un juez ha dictado órdenes de presentación del muy campechano señor Yáñez, presuntamente apalancado por los hermanos Bribiesca Sahagún en la obtención de esos mega contratos; muy cercano a la familia del joven secretario de Gobernación de Felipe Calderón que murió en trágico accidente de aviación.
Miles de millones. Y barcos que dejan las aguas territoriales para tomar rumbo a Noruega. Los del mar del Norte no están dispuestos a esperar que un juez tropical resuelva que los campechanos paguen lo que deben por la compra del enorme navío y sus poderosas grúas. Jesús Murillo Karam, procurador general de la República, informó que las autoridades han incautado la empresa, activos y documentos para salvaguardar empleos, cumplir los servicios contratados y evitar que se pierdan los papeles del caso. Los trabajadores no han recibido sus salarios durante meses; y han denunciado que no se les inscribió en el IMSS o lo hicieron los patrones con salarios de 76 pesos diarios, cuando el salario a bordo era muy superior.
Vicente Fox declara solemnemente que él y su familia inmediata están tranquilos, limpios de culpa, por encima de toda sospecha. Felipe Calderón, secretario de Energía en los días iniciales del dorado ascenso campechano; presidente de la República cuando esos contratos ascendieron a más de 10 mil millones de dólares, sonríe en las imágenes difundidas en computadoras, celulares y tabletas electrónicas. Y calla, mientras Gustavo Madero y Ernesto Cordero disputan el botín. Los recursos públicos que la norma electoral asigna a cada partido político de nuestro sistema plural de impoluta honestidad. Gracias a la sana distancia impuesta por el doctorcito Zedillo, los bancos mexicanos dejaron de serlo y Citibank denuncia el fraude a sabiendas de que no puede haber nuevo Fobaproa al rescate.
Forbes puso a Joaquín El ChapoGuzmán en sus listas de los hombres más ricos del mundo. La guerra de Calderón puso a la nota roja en las primeras planas de los diarios y en las pantallas del ágora electrónica. Y en la segunda infancia del PRI, Enrique Peña Nieto exhibe orgullosa militancia en el partido cuyo modo de andar ha propuesto cambiar. Militó y antes de ser candidato a la presidencia de la República fue diputado y luego gobernador del estado de México. El 4 de marzo reivindicó los acuerdos que llevaron al pacto, la concertación de los tres partidos que hizo posible la aprobación de las reformas constitucionales propuestas en campaña y al tomar posesión como titular del Poder Ejecutivo federal. Hacer política, comprometerse a restaurar la rectoría del Estado.
El primero de diciembre de 2012, en Palacio Nacional, se comprometió a poner en marcha al país. Pero al mismo tiempo aseguró que seguiría firme la austeridad, el cero déficit fiscal. La dura realidad lo llevaría a no cumplir, a formular un modesto déficit y un endeudamiento menor. Los dueños del dinero exhibieron su disgusto. Y la expectativa de crecimiento del PIB (es un decir) se encogió hasta reducirse a menos de uno por ciento. La ortodoxia conservadora diluyó el entusiasmo radical del flamante secretario de Hacienda: hubo bálsamo para alivio de los que anunciaban el Apocalipsis al aprobarse impuestos progresivos.
Pero las reformas, el cambio propuesto, deslindarían los campos, enfrentarían intereses opuestos. Ideológicos, desde luego, en el caso de la reforma energética; pero sobre todo, por el control de los capitales, del uso de las concesiones del Estado y el poder que conlleva: A los oligarcas, decían los de la antigüedad clásica. Y han vuelto con el capitalismo salvaje en Rusia, Ucrania y la acumulación en los linderos de la Unión Europea y el cada vez más cercano Oriente. El primero de diciembre anunció Peña Nieto en Palacio Nacional que se licitarían dos cadenas de televisión abierta. El rostro impávido de Carlos Slim contrastó con el gesto angustiado, sorprendido, de Emilio Azcárraga Jean.
El viernes pasado, Ifetel publicó la convocatoria de marras. Y el diluvio que viene: Televisa y Grupo Carso, son agentes económicos preponderantes. A compartir espacios, programación y algo más con los que hay y los que vienen. Gog y Magog. O nueva versión del Mago de Oz.
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