domingo, 19 de enero de 2014

100 años de José Revueltas

Este año se conmemora el centenario del natalicio del autor de Los muros de agua
Revueltas, primero que nadie, amó al ser humano; fue un héroe
Elena Poniatowska rechaza que por la participación política del también guionista no fuera un gran escritor: Sin militar no podía escribir
A mi generación le tocó hacer ver que se estaba cometiendo un error muy grave al discriminarlo; era estupendo, refiere José Agustín
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La presencia del autor de El apando al lado de las causas sociales se constató con un grafiti en una pared de Ciudad Universitaria pocos años después de su muerte: ¡Ay, José!, cómo te extrañamos en estas RevueltasFoto Archivo
Reyes Martínez Torrijos
 
Periódico La Jornada
Domingo 19 de enero de 2014, p. 2
José Revueltas es único en este país, no hay un escritor más moral que el autor deEl luto humano Los días terrenales:él, primero que nadie, amó al ser humano, amó al más pobre de todos, señala Elena Poniatowska sobre el narrador y activista duranguense, que este año arriba a su centenario.
Rechaza la noción de que por su participación política no fue el gran escritor. Yo creo que fue falso. Él necesitaba para escribir también participar políticamente. José Joaquín Blanco, gran crítico literario, dijo que era imposible escribir y vivir como Revueltas (...) Él necesitaba militar para escribir, relata la escritora y periodista en charla telefónica con La Jornada.
El narrador José Agustín –en charla telefónica– coincide en señalar que ambas facetas, política y literatura, son una, en realidad, por eso yo peleaba cuando se editaba su obra completa que se incluyeron los textos políticos.
Mi vida literaria nunca se ha separado de mi vida ideológica. Mis vivencias son precisamente de tipo ideológico, político y de lucha social, resumió Revueltas en una entrevista con Norma Castro Quiteño, publicada en el libro Conversaciones con José Revueltas (Era, 2011).
Elena Poniatowska, quien lo entrevistó varias veces, recuerda: “Lo conocí en Lecumberri, porque él pasó más tiempo de su vida en la cárcel que en la calle, por ejemplo, estuvo dos veces en la Islas Marías. Y luego, desde finales del 68 o principios del 69 estuvo tres años en Lecumberri y fue arrestado muchísimas veces en distintas prisiones, desde que era casi un niño de 12 o 13 años.
En 1968, aunque todavía era un hombre fuerte, entró a la cárcel porque se echó la culpa de todo el movimiento de ese año. Estuvo en la crujía llamada El Polígono, al lado de Manuel Marcué Pardiñas, Armando Castillejos, Heberto Castillo y Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca.
A raíz del juicio por su participación en el Consejo Nacional de Huelga, en 1970, Revueltas sentenció: Dice el Ministerio Público que intentamos cambiar la esencia de México o de su Estado. ¿Cambiar su esencia? ¡No, señores del Ministerio Público! ¡Encontrarla, descubrirla! Desenajenar la esencia de México, hacerla del hombre, objetivar en ella al ser humano (México 68: juventud y revolución).
Poniatowska describe al narrador, guionista, activista y teórico marxista como hombre muy atractivo, a las mujeres siempre les pareció así. Tuvo muchas mujeres. Además, era un héroe. Desde muy joven tenía esta vocación, esta actitud y vocación de héroe ante la vida (...) Era el hombre más bondadoso que cualquiera podía conocer.
En torno a la importancia del autor deLos errores, Poniatowska dice: “México está hambriento de héroes y Revueltas fue uno, una de esas personas hacia quien uno puede mirar. Además, por ejemplo, su libro El apando es una joya de la literatura mexicana”.
Constata esta presencia el grafiti garabateado años más tarde en una pared de Ciudad Universitaria: ¡Ay José!, cómo te extrañamos en estas Revueltas.
Fue mártir de la causa de los más abandonados y testigo de la existencia de la gente más olvidada, lo que según él era atroz. Él decía mucho la palabra atroz, que por cierto también decía mucho Octavio Paz. Es un héroe. Absolutamente. Es el más héroe de todos los escritores mexicanos.
Como parte de los festejos por el centenario del escritor, hace un par de meses el Fondo de Cultura Económica (FCE) inauguró su librería José Revueltas, en la capital de Durango; además, se anunció una edición conmemorativa de la novela Los errores,que cumple 50 años, y la redición de El árbol de oro: José Revueltas y el pesimismo ardiente, de Philippe Cheron, así como José Revueltas: una literatura del lado moridor, de Evodio Escalante; así como dos mesas de discusión en torno autor y una exposición.
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Elena Poniatowska recuerda: Lo conocí en Lecumberri, porque él pasó más tiempo de su vida en la cárcel que en la calleFoto Archivo
La editorial Era cuenta en su catálogo con la mayoría de los títulos de José Revueltas, incluso una obra completa con 26 volúmenes y los libros Dialéctica de la conciencia, Dormir en tierra, El apando, El conocimiento cinematográfico y sus problemas, El luto humano, Las cenizas: obra literaria póstuma, Los días terrenales, Los errores, Los motivos de Caín, Los muros de agua, México 68: juventud y revolución México: una democracia bárbara, entre otros.
José Agustín menciona que Revueltas antes de los años 60 “estaba vilmente discriminado. A mi generación le correspondió hacer ver que se estaba cometiendo un error muy grave. A mí me mandó llamar Emmanuel Carballo para encargarme (...) la confección de las obras literarias completas.
“Era un estupendo escritor, por supuesto; escribía notablemente bien. Cuando empecé a trabajar con él, me dijeron: ‘cuídale mucho el estilo’. Luego de publicar su obra literaria salió mucho a la luz todo ese desprecio que había habido y minusvaluado su trabajo.”
Sobre los temas de Revueltas, José Agustín afirma que la vida le hizo pasar ciertos problemas. Estar en la cárcel desde muy jovencito le permitió conocer personajes rarísimos. Y cierta truculencia que había en él, aumentaba eso.
Lo describe como “hombre muy sencillo, muy correcto, muy adecuado. Cuando trabajé en la colección de sus obras, fui a verlo varias ocasiones y estuvimos muy contentos, y después nos rencontramos en la cárcel. Yo sabía que estaba en la crujía M, lo fui a saludar por allá. Me dijo ‘¡Cómo, José Agustín por aquí!’ Ahí se afianzó una amistad que duró hasta su muerte.”
Nacido en Durango el 20 de noviembre de 1914, fue autor de una serie de novelas y cuentos que compartían una visión descarnada de la realidad, con personajes sufrientes, a la orilla del abismo. La otra faceta de su personalidad, su activismo político opositor, destaca en diferentes momentos como referente moral y heterodoxo del marxismo y el Partido Comunista Mexicano (PCM), que entonces era clandestino.
A los 13 años comenzó su militancia política. Y en un ambiente revuelto marcado la consecución de la autonomía universitaria en 1929, la Guerra Cristera, la campaña presidencial de José Vasconcelos contra la corrupción gubernamental, se dio la primera detención del estudiante Revueltas, acusado de rebelión, sedición y motín por manifestarse en el Zocalo. Pasó seis meses en un reformatorio.
Recién liberado, Revueltas ingresó al PCM, y en 1932 fue confinado por cinco meses en las Islas Marías, junto con otros militantes por participar en una huelga de trabajadores en Nuevo León. De esta experiencia carcelaria nació el libro Los muros de agua, terminada el 3 de octubre de 1940, la víspera del fallecimiento de su hermano Silvestre, el compositor. En 1943 recibió el Premio Nacional de Literatura, con la novela El luto humano.
Octavio Paz, premio Nobel, en suPosdata, lo llamó uno de los mejores escritores de mi generación y uno de los hombres más puros de México, y Carlos Monsiváis dijo: La vida de Revueltas es casi la de uno de sus personajes, probablemente el más poderoso. Atado siempre a la idea de la militancia, convencido de que la revolución es la meta imposible y necesaria.
Revueltas se casó tres veces: en 1937 con Olivia Peralta, en 1947 con María Teresa Retes y en 1973 con Ema Barrón Licona.
Falleció el 14 de abril de 1976 y fue inhumado el 16 en el panteón francés de La Piedad, en la ciudad de México.
En su funeral, su amigo MArtín Dozal, compañero de celda en Lecumberri –refiere Poniatowska–, le dijo al secretario de Educación de entonces, Víctor Bravo Ahuja, que quería leer un pequeño discurso: No se da usted cuenta de que no queremos oírlo, señor. Lo corrió. La ceremonia tenía un ambiente magnífico de rebeldía y de rechazo al oficialismo.

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