El desalojo y la “fiesta del pueblo”
Por:
Redacción / Sinembargo - septiembre 14 de 2013
A las
16:15 horas del viernes pasado, granaderos, policías y tanquetas de agua de la
Policía Federal (PF) entraron para “barrer” con los últimos vestigios del
campamento de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación
(CNTE) en el Zócalo de la Ciudad de México. La escena, inédita desde hace más
de 40 años en la Ciudad de México, donde no se veía el uso de una despliegue
policiaco similar para apagar una manifestación, generó un rechazo inmediato de
activistas, luchadores sociales y de ciudadanos, que manifestaron su repudio
desde las redes sociales. La ausencia de voluntad de diálogo mostrada por los
diversos actores en este conflicto, principalmente por parte del gobierno
federal –que fue el que generó las protestas– pudo terminar en una tragedia de
lamentables dimensiones para todos y especialmente para el gobierno de Enrique
Peña Nieto, ya de por sí cuestionado por organizaciones internacionales
defensoras de derechos humanos debido a su inacción en este tema.
Instalados
en la principal plaza del país desde el 19 de agosto pasado, los maestros
disidentes a la Reforma Educativa del Presidente Peña Nieto fueron desalojados
por la PF, tras varias horas de negociación con las autoridades del Gobierno
del Distrito Federal (GDF), del gobierno de Oaxaca y de mandos policiacos, lo
que mantuvo en tensión a la capital del país. El mandato fue claro: “Se les
dieron dos horas para desalojar y yo tengo la responsabilidad de dejar que la
plancha del Zócalo quede libre… Tengo la instrucción del Secretario de
Gobernación de actuar, y actuaremos”, dijo el Comisionado Nacional de
Seguridad, Manuel Mondragón y Kalb. “El gobierno de México ha hecho lo
imposible para que actúen de otra manera. [Los maestros] han lastimado a la
Ciudad de México y esto ya está llegando a su límite”, añadió Mondragón y Kalb.
Sin embargo, la razón central del desalojo no justifica, para muchos, el
despliegue de fuerza: dejar libre la principal plaza del país para que este
domingo Enrique Peña Nieto realice, desde el balcón central de Palacio
Nacional, su primer “Grito” del sexenio en el marco de los festejos de la
Independencia de México. Los maestros, dijo Mondragón, “han lastimado a la
Ciudad de México”… Esa fue la razón del desalojo, según él. Es decir, el
desalojo tuvo como objetivo central no lastimar más a los ciudadanos del DF y,
como cereza del pastel, dejarle el escenario libre al Primer Mandatario para
llevar a cabo “la fiesta del pueblo”.
Sin
embargo, luego de estos días de marchas y protestas sociales, sigue pendiente
el análisis de cómo la Reforma Educativa ha lastimado también a esos maestros
disidentes, por cierto los de las zonas más pobres y marginadas del país. Está
pendiente también analizar la actuación de los legisladores y el gobierno
federal en este caso. El cómo, a pesar de que los docentes entregaron pliegos
petitorios y les expusieron sus demandas en distintos foros, fueron incapaces
de escucharlos a tiempo y evitar una situación de crisis, como la que se vivió
el pasado viernes. Los profesores extendieron sus protestas por diversos rumbos
del DF y sí, pueden ser calificadas de “muy reprobables” por afectar la vida
cotidiana de millones de capitalinos, pero lo cierto es que ellos no originaron
esta crisis. Sin resistencia alguna, y sólo por las acciones violentas de
grupos de encapuchados que se infiltraron en las barricadas que mantenían los
profesores en el Centro Histórico, los maestros, cargados de sus pertenencias,
se replegaron paulatinamente del centro de la capital del país hacia calles aledañas
y, más tarde, se situaron en la explanada del Monumento a la Revolución. La del
viernes fue una tarde triste no sólo para la Ciudad de México sino para todo el
país. El Zócalo humeante, entre tanquetas, policías federales y helicópteros
que vigilaban la zona, era un escenario de destrucción. Destruir fue más fácil
que construir. Ahí quedan las imágenes que, seguramente, este fin de semana le
darán la vuelta al mundo. Es el mensaje que envía un novel gobierno que, en sus
primeros meses, ha demostrado tener muy poca habilidad para negociar con
organizaciones civiles y disidentes. Uno al que le importa más tener una plaza
limpia para un “festejo popular”, que dar la cara y responder con argumentos a
quienes, con el derecho que les da el Estado mexicano, no están de acuerdo con
sus políticas.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/14-09-2013/17440. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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