Impunidad
mediática
Por: Darío Ramírez - septiembre 19
de 2013
Se habla menos de la violencia en
los medios. Las primeras planas están repletas de notas de temas relevantes (y
por relevantes debe de entenderse reformas que han estado paradas en el
Congreso durante muchos años). El gobierno federal, evidentemente, ha logrado
controlar la agenda informativa. Se habla de lo que ellos quieren cuando ellos
quieren. Su destreza es innegable. En el argot se le conoce como oficio
político u operación política. Sin embargo, ¿qué pasaría si el DNA de la prensa
nacional fuera distinto? Imaginemos que sin lugar a dudas el periodismo
mexicano fuera independiente, veraz, equilibrado y apegado a la verdad e
interés público, ¿Tendrían tanto éxito en su destreza para colocar temas y
controlar en gran medida la oferta informativa? En otras palabras: el presente
estado del periodismo mexicano facilita, allana, procura y sostiene el mensaje
oficial. Estoy consciente de que el enunciado se basa en una generalidad, y
asumo dicha carencia metodológica y al mismo tiempo afirmo que hay periodistas
y muy contados medios de comunicación que están haciendo un esfuerzo por
mantener una agenda informativa de interés público. Mi más sincero
reconocimiento como “guerreros de la información”. Un reconocido y docto
periodista me afirmó que “en México los medios informan en completa impunidad”.
En ocasiones proveen de información comprada por el gobierno (sin avisar a sus
lectores que es propaganda), evidentemente falsa o tendenciosa. Al respecto, la
audiencia decimos poco. Algunas voces esparcidas logran evidenciar el
lamentable periodismo que importantes diarios y cadenas de televisión hacen
sobre hechos noticiosos. Por ejemplo, nunca se pudieron poner de acuerdo si el
Grito en el Zócalo fue un éxito para el Presidente. La “impunidad mediática” es
instrumental para gobiernos con pocos tintes democráticos como el actual. En
Puebla y Veracruz si algún medio o periodista hace una crítica contra las
autoridades, recibe un mensaje en su celular por parte de las oficinas de
Comunicación Social para increpar su osadía. Los ejemplos de esos famosos
“regaños” gubernamentales son práctica común en todo el país. Por eso hay tan
pocos medios claramente independientes en México. La cooptación gubernamental
de la información rebasa los límites democráticos del derecho a la información.
La cercanía de la mayoría de los medios de comunicación con el poder no es
nueva. Por el contrario, como bien apunta Jacinto Rodríguez, es la historia
única de nuestro periodismo. Los aires de democracia que arribaron con la
llegada de Vicente Fox (quien hoy goza de un programa en TV Azteca) nunca
promovieron nuevas reglas más democráticas y transparentes entre el poder y los
medios. Han transcurrido diez meses de la administración de Enrique Peña Nieto.
Ya conocemos, o por lo menos tenemos una idea, de cómo será la cobertura
informativa durante su sexenio. También tenemos amplia evidencia de los
corruptos e inhibidores métodos de cooptación en los estados. La pregunta,
entonces, es ¿qué debemos de hacer para cambiar nuestra realidad informativa?
Me parece que no hacer nada no es una opción. Tal vez podemos comenzar por
atender los siguientes puntos: a) El aceite del engrane en la perversa relación
de medios y las autoridades es el gasto del dinero público en publicidad.
Quitémosle esa dádiva a los gobiernos. Si el problema es la censura sutil de la
información por medio del gasto público, la opción más lógica sería trabajar
para que los gobiernos no puedan pagarle a los medios por su cobertura. El otro
lado de esta moneda, obviamente, es la dependencia casi absoluta de los medios
(principalmente impresos) del dinero público. La relación es de dependencia y
de conveniencia. Para romperla se tiene que transitar con quitarle ese gasto a
los gobiernos. b) Si quitamos la variable del gasto del dinero público, lo que
quedaría por hacer es fomentar empresarios que tengan comprendan cabalmente que
la credibilidad e independencia sí puede ser (o debe de ser) rentable. El
cambio de paradigma tiene que ser, también, desde el ámbito empresarial. c) La
opacidad en la toma de decisiones editoriales de los medios de comunicación
(repito: de la mayoría de ellos) es grosera. No le rinden cuentas a nadie y
sienten que no le tienen que rendir cuentas a nadie. Publican lo que consideran
sin dar mayor explicación si la información es falsa o tendenciosa. La lucha
tendría que ser por demandar a los medios espacios de interacción y diálogo con
sus audiencias en aras de explicar los cuestionamientos que se les hagan. Así
es la práctica en los medios con mayor credibilidad en democracias
consolidadas. d) Aunado al punto anterior, es fundamental construir espacios en
donde se piensen, revisen y critiquen de manera profesional a los medios de
comunicación. La ausencia de espacios de reflexión conlleva un silencio
pernicioso. Se tiene que revisar profesionalmente y continuamente la cobertura
informativa. Esto espacio tiene que ser ajeno a los medios y al gobierno, por
más absurdo que sea afirmarlo. Es decir, debe de ser un espacio de sociedad
civil.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/19-09-2013/17560. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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