“Yo
no me resisto a la evaluación, pero los evaluadores desconocen el mundo
indígena, la sierra…”
Por: Linaloe R. Flores - septiembre
7 de 2013 - 0:06 De revista, México, TIEMPO REAL, Último minuto
El pulso de la política nacional se
ha concentrado en el Zócalo de la capital del país. Cuarenta mil maestros de la
CNTE, apostados ahí, en campamento, quieren impedir la evaluación universal,
ordenada por la Ley General del Servicio Profesional Docente, propuesta por el
Presidente Enrique Peña Nieto y avalada por el Congreso de la Unión. Sus
protestas, en la calle, han logrado desquiciar el tránsito durante una
quincena. Ya se calculan pérdidas millonarias por retrasos en la productividad
laboral. Pero hasta ahora, no hay visos de negociación exitosa. “Minoría”, los
llamó el primer mandatario en su gira por Rusia que concluyó este fin de
semana. Mientras, en el campamento, el miedo al desalojo por nada se va. Pero
tampoco la voluntad de seguir y postergar el movimiento. Es raro quien concilia
el sueño. En la madrugada, todos forman una agitada respiración. Entre ellos
está el profesor de la sierra de Oaxaca, de lengua Mixe, Miguel Jiménez
González, quien resume su lucha: “Lo que quiero es que me comprendan”.
Ciudad de México, 7 de septiembre
(SinEmbargo).– Hace dos horas y media que pasó el camión del cuerpo de
Granaderos del Distrito Federal pero el miedo no ha querido ceder. Ha empezado
la madrugada en el Zócalo de la Ciudad de México del 5 de septiembre de 2013.
Nadie cierra los ojos. Nadie concilia ningún sueño. Si alguien de aquí lo hiciera,
no podría observar en qué sitio se va a apostar ese cuerpo de seguridad, por
dónde descenderán los elementos y sobre todo, por dónde se podrá correr hacia
alguna salida. La última quincena, el profesor Miguel Jiménez González,
secretario de Organización de la delegación I-378 de Los Mixes de Oaxaca, la ha
pasado con la cabeza en el plan idóneo para escapar del Zócalo capitalino si
esa pesadilla ocurre y le tumba la casa de lona roja, amarrada a mecate, que
levantó hace 13 noches en la esquina de la calle de 16 de septiembre y la Plaza
de la Constitución. Y por eso, y por otros motivos, nadie se quita los zapatos.
Aquí están, tirados frente a los Portales que albergan centros joyeros de oro y
plata, 74 profesores, unidos sus cuerpos, tan cercana su respiración que parece
una sola. El susurro de la exhalación se extiende cuando se camina por el
campamento. Hay por lo menos 40 mil cuerpos de hombres y mujeres, acurrucados
en este sitio al que a veces le llaman “el termómetro político del país”. Han
completado 14 días de marchas. La manifestación de hoy ha sido de las más
agotadoras. 15 horas continuas de rodear, regresar, avanzar, regresar. Querían
cercar la Secretaría de Gobernación. Jugaron al gato y al ratón con elementos
de la policía del Distrito Federal. Apenas el domingo pasado, impidieron que a
su contingente se uniera el grupo denominado como Anarquistas para impedir que
se cometan destrozos y todo, en segundos, se eche a perder. En ese vaivén,
aceptaron a otros. Hoy, al volver al Zócalo, por la tarde, eran muchos más y no
había dónde bañarse. Más bien, los baños que cobran 20 pesos, en la calle de
Corregidora, se habían saturado. Muchos –la mayoría- tuvieron que quedarse con
el sudor en el cuerpo y tirarse en el suelo. En la tiniebla de aquí se han
organizado todas las manifestaciones en contra de la Ley General del Servicio
Profesional Docente, enviada por el Presidente Enrique Peña Nieto al Congreso
de la Unión y avalada tanto por la Cámara de Diputados como por la de Senadores
esta semana. Según su texto, el destino virará para los profesores mexicanos de
Educación pública básica y media superior. Tendrán hasta tres oportunidades
para aprobar una evaluación obligatoria. De reprobar tres veces, serán
sancionados. La primera sanción será la reasignación a otras tareas. La
segunda, el despido. Hace dos días, los líderes del movimiento mantuvieron un
diálogo con autoridades de la Secretaría de Gobernación. Fue como si eso no
hubiera ocurrido. Horas después, la Ley fue avalada por el Senado. Nada de lo propuesto
por la CNTE fue incluido. –¿Y esos zapatos, profesor Miguel? ¿Con esos ha ido a
usted a las marchas? –Estos son mis mejores zapatos. Son Flexi. Me los puse
porque los huaraches ya no los resisto. Tengo los talones cuarteados y los
dedos, despellejados. Están muy pesados, los huaraches. Conmigo, se van a
acabar mis mejores zapatos, pero los pies no. Yo me cuido. Mis niñas y mi
compañera están allá, en Santiago Atitlán, Oaxaca. Yo les dije que regresaría.
Voy a regresar. También por mis alumnos. Tan siquiera que mis niñas y mis
alumnos entiendan por qué se está luchando.
Se ha acurrucado en el suelo de
piedras unidas con barro seco. Un suelo de temperatura extrema: en el día se
percibe ardiente, por la noche penetra la piel. El profesor no duerme, pero
tampoco desea alejar al miedo. Es el miedo, dice, el que lo ha protegido. Ha
empezado a conversar. Aunque había sepultado con olvido ciertos días, se ha
acordado de hace siete años, en Oaxaca, cuando otra manifestación parecida a
esta fue desalojada por sorpresa y él tuvo que huir mientras sentía balazos en
los tobillos. El 14 de junio de 2006, cientos de elementos de las policías de
Oaxaca atacaron con gases lacrimógenos, escudos y toletes a los maestros de la
sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y a
otros de la Coordinadora, montados en campamento desde mediados de mayo de ese
año en el Zócalo de la capital de ese estado. Los policías fueron superados:
los maestros eran más. Unos se les enfrentaron, otros corrieron hacia las casas
aledañas. De la experiencia, surgió la Asamblea Popular de los Pueblos de
Oaxaca (APPO) en la cual, se aglutinaron otras organizaciones sociales. Lo que
siguió fue un episodio negro: varios enfrentamientos de sangre, marchas
gigantes, barricadas que por las noches cercaban la ciudad y en su contra, un
grupo denominado “caravanas de la muerte”. Pero el desalojo del que se ha
acordado el Profesor Miguel Jiménez González no es ese. Él quiere hablar del
que ocurrió el 28 de octubre –casi cinco meses después– cuando el entonces
Gobernador Ulises Ruiz Ortiz le pidió al ex Presidente Vicente Fox Quesada la
intervención de la Policía Federal Preventiva. Ha empezado a contar que corrió.
Que iba bañado por el agua de los chorros a presión que les echaron a todos y a
todo. Y fue en ese preciso minuto, con nublazones en la vista, cuando sintió
los disparos en los pies. Supo después de los tres muertos, dos de ellos
profesores. El otro, un médico que se había acercado a ellos para brindar
primeros auxilios. “No teníamos un plan. No sabíamos cómo salir, cómo evacuar.
Queríamos correr todos al mismo tiempo. Ahorita hemos hablado de primero,
proteger a las maestras. Que salgan primero. Y no, no asustarnos. Despacio. Ver
por dónde están llegando. Y ver la posible evacuación”. El profesor Miguel –33
años, cumpleaños marcado para octubre y la creencia que la celebración le
llegará aquí, en el Zócalo de la ciudad de México– regresó ileso a su vida de
maestro en el municipio de Santiago Atitlán después del desalojo de 2006. Eso
ha contado ahora que la madrugada ha entrado con toda su oscuridad y ya son las
2:00 a.m.
¿UNA VIDA PARA EVALUAR?
Miguel
Jiménez González nació hace 33 años en Santiago Atitlán, Oaxaca, un pueblo
partido en dos por el río cuyo nombre le da el apellido, en el punto más alto
de la sierra norte de Oaxaca, en una noche tan oscura como esta. En Santiago
Atitlán, no sobrevivieron todos los nacidos en los 80. El sarampión y la
viruela se llevaron a algunos. Su madre le ha contado que así ocurrió la noche
de su nacimiento. El suyo es un pueblo centenario. Es un pueblo cuyo nombre
lleva décadas en los análisis de la pobreza y miseria en México. Por ejemplo,
por su marginación, en 2012, el gobierno de Enrique Peña Nieto lo incluyó en la
declaratoria de zonas de atención prioritaria, publicada en diciembre pasado en
el Diario Oficial de la Federación. Desde su más remoto recuerdo, el profesor
Miguel Jiménez ha hablado Mixe, pero una vez en el bachillerato, estudió con
más ahínco el Español. Desde niño conoció a quien hoy es su esposa. Sólo los
separó el tiempo de la escuela, cuando él se preparó para maestro en la
Universidad Pedagógica. Ella, ya casada, también se graduó de maestra. Pero el
profesor Miguel prefiere que no esté aquí. Hace rato, cuando el cuerpo de
Granaderos terminó de pasar por el Zócalo, dijo: “El papel del maestro es muy
complicado. Veo a las compañeras que sufren mucho. Yo veo que no conviven con
su familia. Viven más en el trabajo. Hemos acordado que mi compañera atienda a
la familia. A lo mejor, puedo yo solito mantener”. "No es fácil ser
maestro".
A esta hora, el suelo se torna
congelado. Pero nadie tirita. Acaso porque la olla con frijoles ha empezado a
despedir su olor. Esa olla es uno más dentro de la casita de esta delegación de
maestros oaxaqueños. Su presencia permanece y es tangible. Huele su hervor a
frijol limpio, sin toque de cebolla ni condimentos. Y desprende un ritmo como
de canción de pájaros. Son las mujeres las que están a cargo de esta olla.
Miguel Jiménez es un profesor capaz de impartir los seis grados de Primaria.
Hay años que le toca uno y hay años que le toca otro. Sus clases, combinan
Español y Mixe. No puede ser de otro modo. Sus niños entienden el cosmos y el
mundo en su lengua materna, aunque el aprendizaje de la lectura es en Español.
“Más que nada, cuando recién salí de la escuela, una escuela que está cerca del
municipio, tenía la intención de entrar a otras carreras. Ingeniero o doctor.
Pero mis papás son campesinos. No me heredaron ninguna plaza, como se dice. Mis
papás son campesinos y no alcanzó el dinero para que me mandaran a una escuela.
Ahí fuimos pasando a interinatos, honorarios, hasta ahorita que por
preparación, obtuve una plaza fija”. Al llegar a su aula, casi todos sus
alumnos le dicen que ya desayunaron. Él sabe que en ese momento hay que fingir,
porque siempre, la duda lo asalta. Y se queda con él. Porque Miguel es un
profesor que conoce bien el itinerario de los niños en Los Mixes: levantarse de
la cama de piedra o petate a las 4 de la mañana; ayudar a acarrerar el agua
cinco veces hasta no llenar varias ollas, emprender la caminata de dos horas a
la escuela, llegar y ponerle atención al maestro. Así que el profesor Miguel
siempre afronta lo que le dicen sus alumnos con el mismo aspecto sereno que
tiene ahora en esta fría madrugada con lluvia en el Centro Histórico, frente a
Palacio Nacional en el campamento de la CNTE, uno de los más extensos de los
que se tenga memoria. El susurrar de la respiración de todos no deja de
escucharse. Las conversaciones continúan. Alguien ha dicho que no hay maldad
que circunde a los alumnos del profesor Miguel. Ese alguien ha dicho que es
cierto que hay nahuales buenos y malos, pero que él les ha enseñado que con los
malos se negocia. Primero, hay que respetarlos; luego pedirles que se vuelvan
aliados. Y casi siempre, resulta. O por lo menos, se alejan, toman otro camino.
También, en el aula, el profesor explica en Mixe que los árboles tienen
sentimientos. “Son parte de nuestra vida. Los tenemos que cuidar. Con ellos, la
madre nos da de comer. La madre Naturaleza. Nosotros dependemos de ella y no
ella de nosotros”. Ahora, el Profesor está recordando su salón que apenas el
año pasado se erigió en concreto, cuando muchos años fue de lámina. Le ha
brotado repentinamente otro recuerdo: los cerros. Está diciendo que no hace
falta llegar a la cima del más alto porque todos están entrelazados y son algo
parecido a un comité que resuelve. “En la cosmovisión de nosotros, los cerros
intervienen en nuestras vidas. Cada inicio de ciclo, tenemos la costumbre de ir
a ellos y pedirles que cuiden a los niños. A los cerros y a todos los seres
sobrenaturales”.
–¿Qué seres sobrenaturales?
–El viento, la lluvia y el trueno
–Y esa enseñanza suya, Profesor, no
está en la Ley…
–Ah, pues no. No la consideraron
Quizá, un día, los alumnos de Miguel
Jiménez González protesten por la incomprensión de su enseñanza y pasen otra
alborada, como esta. Porque Miguel no desea rendirse. Aun después del deseo del
dirigente moral del Movimiento de Regeneración Nacional, Andrés Manuel López
Obrador, de tener el Zócalo limpio y despejado para manifestarse en contra de
otra ley, la energética, este domingo. Aun con lo que decida la Asamblea de la
CNTE que en esta madrugada debate en un edificio a tres calles para definir el
rumbo del movimiento. Aun con todos los gritos recibidos y acumulados en el
ánimo, en el que predomina el de: “¡Maestro güevón, vete de aquí!” “¡Maestro
güevón, vete de aquí!” “¡Maestro güevón, vete de aquí!”
–¿Qué quieres, Miguel?
–No me resisto a la evaluación. Pero
quiero que nos comprendan. Que no sea una evaluación universal. Los evaluadores
no conocen nuestro mundo indígena, ni la sierra. Eso quiero, que nos incluyan,
que nos conozcan, región por región.
–¿Le dirías algo al redactor de la
Ley General de Servicio Profesional Docente?
–Le diría que se diera la
oportunidad, que incluya más que nada la parte de la viviencia de Los Mixes.
Están desplazando la historia de los pueblos originarios. Nos interesa que se
incluya la vida de los pueblos. Eso es lo me tiene aquí.
–¿Dejarías la lucha si eso no pasa?
–No. Si me regreso, tendría que
estar batallando desde los pueblos para enterar de lo que está haciendo el
gobierno. Más que nada para que nuestros paisanos entiendan cómo está esto.
–¿Y vale estar acá en un sitio del
que no sabes cómo escapar?
–Vale estar acá en un sitio del que
no sé cómo escapar.
EL TEMOR DEL PROFESOR Sobre todo, el
miedo aquí es porque el movimiento social de la CNTE se ha extendido tanto
hasta conformar un campamento desbordado de casas de campaña con techos de
muchos colores, como de arcoiris revuelto. Las preguntas no se detienen en el
pesado aire: “¿Crees que sí lleguen? ¿Crees que ocurra el desalojo? El profesor
habla: “Puede que sí. Están viendo cómo se está radicalizando el movimiento.
Está agarrando más fuerza, parece que otros estados están entrando a otros
sectores. Hoy estuvo muy fuerte. Se vio el acordonamiento que se hizo en Gobernación.
Bastante fuerte”. Ese crecimiento no se puede negar. Cuando a las 20:30 horas
del 12 de mayo, el cantante español, Miguel Bosé, salió al escenario del
Zócalo, saludó y dijo: “Buenas noches, México. Buenas noches de aquí de la
primera fila hasta el fondo de las calles”, el plantón de la CNTE abarcaba
apenas una esquina. Ese espectáculo fue parte de los festejos organizados por
el Gobierno del Distrito Federal (GDF) en alusión al Día de las Madres. En su
cálculo de 80 mil personas de aforo, esa instancia tuvo que incluir a los
maestros de la Coordinadora que apenas eran un puñado en relación con la
extensión del Zócalo. Para el 14 de mayo, el campamento se extendió a la mitad
de la plaza. El 19 de agosto, la Coordinadora anunció lo que ahora se vive: llegarían
otros 20 mil maestros de la sección 22 de Oaxaca. También de Michoacán,
Guerrero y Chiapas. Luego, se unirían miles de la sección 9 del D.F. Esta
noche, el miedo no se corregirá si se sigue la bitácora de llegadas y se
observa en el recuerdo cuánto ha crecido este movimiento en 13 días. Porque,
dice el profesor Miguel Jiménez, algo parecido ocurrió en Oaxaca en 2006. Hoy
es la madrugada del 5 de septiembre y hace unas horas arribaron 70 autobuses de
los que descendieron decenas de maestros de la sección 18 de la CNTE, de
Michoacán. Se acomodaron en la calle 5 de Mayo porque aquí, no cabe ni una
respiración más.
–¿Cómo crees que pueda ocurrir un
desalojo? No tengo una idea.
–¿Cómo fue en Oaxaca?
–Ahí se tenía el conocimiento por
dónde escapar; pero además, las familias nos brindaban apoyo. Aquí no conocemos
bien las calles. Algunos, puede que estén con el movimiento, pero no creo… Aquí
son puros empresarios y todos están en contra de lo que estamos haciendo.
El profesor regresa a su cobija. La
madrugada avanza. Las palabras se detienen. La única que hace ruido es la olla
con sus hervores. También se oye un respirar profundo.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/07-09-2013/745478. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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