La muerte de Arnoldo Martínez Verdugo y Chema Pérez Gay, coetáneos conocidos y admirados por mí, me despiertan un cordial sentimiento de pérdida y de duelo, por mí y por mi generación, sobre la que ya se proyectan inevitables sombras. Para esquivar la depresión he vuelto a pensar la ronda de generaciones. Los dos amigos eran parte de la minoría rectora de la mía.
Luis González y González usó el método de Ortega y Gasset para analizar las generaciones mexicanas de 1858 a 1955. La última que estudió es la que nació al filo de 1900, que padeció en su niñez y juventud la guerra civil y luego vivió una época de pacificación. Pertenecieron a ella Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán. En mi juventud conocí a algunos de ellos. Luego viene la generación posrevolucionaria: la de mi padre. A ella pertenecieron Echeverría, López Portillo y Octavio Paz, nacieron entre 1905 y 1925.
En su juventud disfrutaron de la modernización económica y la estabilidad. Mi generación es la de lasvacas gordas del PRI; nacimos entre 1930 y 1945, y a ella pertenecieron Miguel de la Madrid y Porfirio Muñoz Ledo. Nos acomodamos al autoritarismo y aprovechamos el crecimiento económico, que se interrumpió en 1982, cuando estábamos llegando a la madurez. Ni la de nosotros ni generaciones anteriores pudimos actualizar el régimen.
Luego viene la que sufrió el impacto de 1968, nacidos a finales de los 40 y principios de los 50. A ella pertenecen Salinas y una elite de la que mucho se esperaba y que en su mayoría se replegó a la hegemonía neoliberal y se volvió conservadora. Su apogeo empieza ya a declinar.
La siguiente generación es la de la crisis y la quiebra del PRI. Nacidos a finales de los 50 y principios de los 60. Es la de AMLO y Calderón. Desde la adolescencia han oído que las cosas están peor cada día, unos han empujado en favor del status, otros a superarlo. Pero hasta hoy no hay democracia ni crecimiento.
Se vislumbra otra generación que sube penosamente la cuesta. Son los nacidos en la segunda mitad de los 60 y en los 70. Podrían ser los desilusionados. Ellos tendrían que recuperar el impulso vital del país y sacarlo del marasmo. Podrían ser líderes del cambio o deslizarse en la decadencia y tratar de acomodarse en la elite o buscar suerte en el extranjero.
Este es un trazo de brocha gorda sobre las minorías rectoras de las últimas generaciones. Salvo las dos primeras, las demás no hallaron la fórmula para dejar la nación mejor que como la encontraron. Los que estamos saliendo del escenario hacemos votos para que nuestros sucesores tengan más enjundia y mejor visión que nosotros.
Twitter: @ortizpinchetti
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