Peña Nieto declaró al Financial Times que existen diferentes opciones acerca de cómo deberá ser la reforma, pero se dijo confiado en que será
transformacionaly se realizarán
los cambios constitucionales que sean necesarios para dar certeza a los inversionistas privadosFoto Alfredo Domínguez
U
n problema con Enrique Peña Nieto es su falta de claridad al hacer sus planteamientos. No hay duda de que tiene propuestas y propósitos. Pero nunca es claro en lo que busca ni en el modo o los modos que pretende usar para lograr sus objetivos. Eso ocurrió con su propuesta de la mal llamada reforma educativa. Y eso vuelve a suceder con la reforma energética. Fue a Irlanda del Norte a la reunión de los siete más uno, para anticipar que la reforma se comenzará a discutir y a instrumentar en agosto, luego de las elecciones de medio año.
Es reprobable, desde cualquier punto de vista, que los presidentes vayan a los foros internacionales a declarar lo que se proponen hacer en el país en lugar de hacerlo aquí mismo. Por principio de cuentas dan la malísima impresión no sólo de que menosprecian a sus ciudadanos, sino de que sólo les interesa hablar a los poderosos y convencerlos a ellos de sus planes. Pero ojalá lo hicieran con claridad y no dejaran, en propios y extraños, la impresión de que, en realidad, no saben bien a bien qué es lo que pretenden.
Al Financial Times, Peña Nieto declaró que existen diferentes opciones acerca de cómo deberá ser la reforma, pero se dijo confiado en que será
transformacionaly se realizarán
los cambios constitucionales que sean necesarios para dar certeza a los inversionistas privados. ¿De qué
cambios constitucionaleshablaba? ¿Dar certeza a los inversionistas privados en qué? Como puede observarse, se trata de simples generalidades con las que, de hecho, no se declara nada ni se precisa nada acerca de lo que se busca.
También declaró a Bloomberg que Petróleos Mexicanos (Pemex) no tiene capacidad de inversión para hacer frente a todas las exigencias del sector energético y que, por ello, se requiere de la inversión privada. Señaló, casi como ejemplo, que ésta podría darse en el caso del shale, señalando algunas zonas del norte del país. Por supuesto, no se refirió para nada a la necesidad de reformar radicalmente el régimen fiscal de la paraestatal. Si ésta sigue siendo extorsionada por Hacienda hasta tragarse casi el 90 por ciento de sus ingresos totales está claro que Pemex no podrá hacer frente a ningún esfuerzo de inversión por su cuenta.
Todo mundo interpretó como pudo lo que Peña Nieto dijo en Europa y, en primer lugar, que habría una reforma constitucional para privatizar Pemex. El mandatario priísta y sus más cercanos colaboradores se desvivieron dando explicaciones acerca de que a aquél se le había malinterpretado y diciendo que no dijo lo que dicen que dijo.
En primer lugar, Peña declaró:
Yo nunca he dicho que es momento de romper mitos o monopolios. Luego agregó:
He dicho en México que es momento de modernizarnos. Lo he venido sosteniendo: no venimos a administrar, queremos transformar, incidir en un cambio estructural. Y remató diciendo:
¿Alguien me ha escuchado decir eso, que se va a privatizar? Lo que he dicho aquí y allá tiene la misma consistencia, vale decir, que no existe esa intención ( La Jornada,19.VI.2013).
Esas mismas aclaraciones adolecen del defecto de ser poco claras. ¿Qué quiere decir Peña Nieto con eso de que es
momento de modernizarnos? Luis Videgaray, haciendo segunda a su jefe, insistió que el propósito fundamental de la reforma será mantener la propiedad de los hidrocarburos, la rectoría estatal de Pemex [sic] y
explorar mecanismos que hagan posible ampliar su capacidad productivamediante la participación del sector privado.
Ampliar la inversión privada es la verdadera divisa. No hay ninguna intención de reformar el régimen hacendario de Pemex y la razón la dejan ver aunque nunca la hagan explícita: el Estado no puede prescindir del aporte fiscal de la industria nacional. Alrededor de 40 por ciento del gasto público es financiado con recursos extraídos a Pemex. Nunca se han planteado como prioritaria una auténtica reforma fiscal que libere a la paraestatal de la pesada carga que el fisco le impone. Devuelven a los privados lo poco que pagan en impuestos y prefieren seguir esquilmando a nuestra empresa nacional.
Por eso, también, necesitan de la iniciativa privada. Lo plantean como una condición indispensable para
modernizarla industria petrolera y nunca han acabado de aclarar en qué consistirá en adelante esa inversión privada, en qué rubros será canalizada y con qué limites. Desde Salinas de Gortari existen contratos con al menos siete trasnacionales a las que se han entregado enormes zonas marítimas y terrestres en las que se comportan como si fueran de su propiedad y de manera exclusiva.
¿Cuál es la novedad que la reforma de Peña Nieto plantea en ese respecto? ¿En qué consistirá la inversión privada en la industria energética? ¿Se seguirá haciendo lo mismo, vale decir, entregar el petróleo a los privados sin condición ni limitación ninguna? Por lo que puede verse hoy, ninguna de las empresas privadas en el sector energético tiene límites en la explotación del recurso. Los contratos que se firmen en adelante, ¿seguirán siendo del tipo de los que ya se han entregado: a 20 años y, además, renovables?
Mientras esas preguntas queden sin respuesta la reforma energética de Peña Nieto será un enigma. Sus recientes declaraciones en Europa no fueron entendidas o fueron malinterpretadas (según él mismo afirma). Mientras que en México comenzaron a levantar una polvareda porque aquí tampoco se pudo saber a ciencia cierta qué era lo que había dicho y, menos todavía, qué es lo que se propone. Además de lo antes reseñado, también declaró que el asunto se estaba ventilando en el seno del Pacto por México, sólo para que sus aliados en el mismo lo desmintieran rotundamente, dejando en claro que el asunto no se ha tratado.
Si es verdad que sus intenciones no son privatizar el petróleo, debería convencer a los ciudadanos mexicanos de que ello es cierto; pero no afirmándolo simplemente, sino, ante todo, diciendo qué es exactamente lo que se propone. Según algunas encuestas, 64 por ciento de los ciudadanos está absolutamente en contra de que los privados participen en la explotación petrolera de ningún modo, ni siquiera por la vía de los contratos por obra determinada o de servicios. Por lo menos se deberá atender sus dudas e informarles debidamente acerca de lo que implicaría permitirles invertir en la industria.
Si es cierto que Peña Nieto se comprometió en la gravísima cuestión de reformar la Constitución, con mayor razón se requiere que nos diga cómo cree él que quedaría, finalmente, el capítulo económico de la Carta Magna integrado, como bien se sabe, por los artículos 25, 26, 27 y 28 constitucionales. En esos artículos se establece una prohibición absoluta a la inversión privada en el sector energético. Y si es cierto que él no declaró nada al respecto, también será preciso que informe si la intención quedará solamente, como ocurrió con los gobernantes panistas, en una reforma a las leyes secundarias.
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