Autor: Guillermo Fabela Quiñones
Con el presidente Felipe Calderón decidido a continuar la matanza de mexicanos por su “guerra” incoherente contra la delincuencia organizada, comienza el último tramo del segundo desgobierno panista. Sin duda será equivalente a una espeluznante pesadilla para la inmensa mayoría de los mexicanos, quienes seguirán sumándose al ejército de pobres para convertirlo en el más numeroso de América Latina, debido a que la tasa de crecimiento apenas rebasaría 3 por ciento, muy lejos del 5 por ciento como mínimo que se necesita para crear 1 millón 300 mil empleos anuales que constituyen la demanda real del país.
En lo que va del sexenio únicamente se crearon 700 mil, cifra que evidencia la magnitud del dramático déficit que se arrastra gracias al “presidente del empleo”.
Desde luego, el infortunio que significa su “administración” no representa ningún problema para él y su gabinete. Para revertirlo están los cientos de spots que minuto a minuto se trasmiten por radio y televisión, paradigma del autoelogio como mecanismo supremo de hacer “política”. Sin embargo, la realidad acaba por imponerse y la verdad finalmente surge del lodazal de tanta mentira. Por ejemplo, es falso que miles de familias hayan resuelto su problema de contar con una vivienda digna; tan es así que en la unidad habitacional donde se hizo uno de los spots alusivos al tema, la mayoría de las casas presentan serios desperfectos y peligrosas cuarteaduras. Ni qué decir de los más de 16 mil kilómetros de carreteras construidas, las cuales no son más que repavimentaciones. Durante el sexenio de Luis Echeverría se abrieron más carreteras y caminos.
En lo que sí alcanza un récord histórico el gobierno de Felipe Calderón es en gasto corriente. Ninguna administración anterior fue tan derrochadora. La burocracia dorada calderonista se ubica entre las mejor pagadas del mundo, con sueldos y prestaciones muy superiores a las que perciben sus similares, incluso de países industrializados, de acuerdo con las evaluaciones elaboradas por la Comisión Económica para América Latina. Por su parte, la Auditoría Superior de la Federación informa que en el primer semestre del año el gasto neto presupuestario creció 5.3 por ciento. La Secretaría de la Defensa Nacional, por ejemplo, de enero a junio pasados aumentó su gasto 32.5 por ciento en relación con 2010. En absurdo contraste, Petróleos Mexicanos (Pemex) disminuyó su gasto en 14.5 por ciento en términos reales en el primer semestre del año, situación que explica la baja en su productividad.
Esto no es obstáculo para que se use a la paraestatal como el principal medio para hacer negociaciones que revelan lo que Calderón entiende por “gobierno responsable”.
Recientemente se firmó un contrato entre Pemex y la petrolera española Repsol YPF, mediante el cual la empresa mexicana capitaliza a la ibérica con 1 mil 700 millones de dólares. Lo que llama mucho la atención es que la parte “mexicana” admitió que sea la ley española la que rija los términos del convenio contractual con duración de 10 años. Es que ésta no quiere que Repsol YPF renuncie a su “españolidad”. En cambio, no hay ningún problema en que Pemex pierda su “mexicanidad”, como no lo hubo cuando se vendieron a precios de ganga a empresarios ibéricos varios bancos nacionales, entre ellos la joya de la corona: el otrora Bancomer.
Cabe preguntarse de qué sirve el Congreso de la Unión si permite negociaciones fatales y fraudulentas como ésta, entre el “gobierno” de Calderón y Repsol YPF que curiosamente no cuenta con yacimientos ni tampoco con tecnología. ¿Dónde, pues, está la ventaja para México de un contrato que recuerda los tratos entre los colonizadores españoles y los indígenas del México prehispánico? Innegablemente, la ventaja es para los negociadores, particularmente el director general de Pemex, Juan José Suárez Coppel, quien desde luego no se manda solo. Sin embargo, aquí no hay consecuencias de actos tan lesivos, corruptelas tan evidentes, y de acciones abiertamente antipatrióticas.
Así como el expresidente Carlos Salinas de Gortari mintió cínicamente cuando afirmó, en febrero de 1990, que el problema de la deuda externa de México era ya un asunto resuelto, y en cadena nacional se puso a cantar el Himno Nacional con su gabinete, ahora Calderón hace lo mismo al afirmar que “la deuda externa del sector público se encuentra en niveles históricamente bajos”. ¡La verdad es todo lo contrario, como lo demuestran las cifras! Ahora se debe a los acreedores internacionales 107 mil 396.2 millones de dólares hasta junio pasado, mientras que en 2000 la deuda ascendió a 70 mil 260.4 millones de dólares, es decir, se incrementó en 52.8 por ciento. Pero no importa mentir tan insolentemente, al fin que los medios electrónicos están para pulverizar mentiras con el fin perverso de que terminen siendo verdades.
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