viernes, 12 de agosto de 2011

La carrera ganada de López Obrador

nacional. / martes, 21 de junio de 2011 La unidad de la izquierda es vital para evitar que la derecha continúe en el poder, riesgo muy real de conformidad con hechos concretos que dejan ver las tentaciones en tal sentido de la camarilla que controla las instituciones. Por eso es muy preocupante que una fracción del partido Convergencia, se oponga a la estrategia dirigida a fortalecer la línea progresista de la mano de su fundador, Dante Delgado, quien desde hace tiempo ha hecho causa común con Andrés Manuel López Obrador. Ante los riesgos muy claros de que la izquierda siga siendo cooptada y nulificada, como sucede con “Los Chuchos” del Partido de la Revolución Democrática (PRD), es muy pertinente y acertada la convocatoria a refundar a Convergencia.
El viernes 24 se llevará a cabo una reunión de Consejo Nacional, con el fin de presentar y evaluar el proyecto de reforma de la Declaración de Principios, Programa de Acción y Estatutos. No se trata de ningún “albazo”, como afirma el subsecretario de Gobierno del gobierno del Distrito Federal, Alberto Esteva, sino de una maniobra defensiva ante los embates del “gobierno” de Felipe Calderón por dividir a los partidos de izquierda y minimizar su capacidad de movilización y de oposición real al grupo en el poder. Es un hecho que el PRD está en esta tesitura, a partir de que Jesús Ortega y su camarilla se prestaron al juego del ex secretario de Gobernación, el extinto Mouriño, y tomaron la dirección del partido de manera espuria.
Seguir por ese camino sería suicida para la izquierda en su conjunto, de ahí que merezca apoyo la iniciativa de Dante Delgado de salvaguardar a Convergencia y evitar su aniquilación política. Es evidente que en sus filas hay quienes se prestarían de buen grado, a seguir el juego de Calderón y de la oligarquía, aun cuando ello significara su propia desaparición del escenario político. Esto debiera ser sopesado con toda objetividad incluso por el propio Marcelo Ebrard, quien seguramente estará de acuerdo en que el mejor posicionado en las filas de la izquierda es López Obrador. Cerrar filas en torno a él es, hoy por hoy, la mejor opción para llegar al proceso electoral con amplias posibilidades de triunfo.
Así como el “izquierdismo” es una enfermedad infantil de la izquierda, de acuerdo con el principio leninista, también lo es, y con mucha mayor peligrosidad, el cinismo. Los Chuchos son el más claro ejemplo de esta gran verdad, como lo demuestran los resultados para la izquierda a partir de que tomaron la dirección del partido con propósitos ajenos a los intereses de sus militantes. El colmo lo tenemos en los legisladores René Arce y Víctor Hugo Círigo, quienes rompieron con López Obrador porque les anuló su plan de seguir siendo caciques de Ixtapalapa bajo el amparo del PRD “chuchista”.
Hacen un pésimo cálculo quienes como Esteva y otros como él pretenden forzar las circunstancias que rodean el esquema sucesorio en la izquierda mexicana. Nadie pone en duda la capacidad de Marcelo Ebrard para tejer fino en el ámbito político, pero eso no es suficiente para alcanzar a López Obrador en una carrera que lleva ganada de punta a punta. Es el líder natural que necesita el pueblo de México para emprender una urgente transformación del Estado, a efecto de sobrevivir a las funestas embestidas de la oligarquía. Esto lo debe saber muy bien el jefe de Gobierno capitalino, de ahí el imperativo de que salga a la palestra pública para definir de una vez su aceptación de un hecho incontrovertible.
Es equivocada la tesis de que a López Obrador no se le permitirá llegar a Los Pinos, porque es “muy radical”, y que en cambio Ebrard si podría lograrlo porque la oligarquía no lo vería mal. Sin embargo, hay que partir de una premisa ineludible: el país no está para darle gusto a unos cuantos oligarcas que no tienen un solo compromiso con el país, sino para cumplir el objetivo irrenunciable de salvar a México de una catástrofe apocalíptica, como así habría de suceder si no se revierte un modelo impuesto desde el exterior, orientado básicamente a desmantelar al Estado mexicano para hacerlo más fácil víctima de intereses trasnacionales.
En diciembre del 2012, la nación estará obligada a recuperar su soberanía plenamente, y quien puede encabezar esta titánica tarea es López Obrador; él ha mostrado no sólo capacidad y entrega, sino visión de estadista y voluntad indoblegable, de conformidad con la magnitud del reto a enfrentar. De ahí lo correcto de la iniciativa de Dante Delgado, para cerrar filas en torno al dirigente de un proceso histórico cuya victoria daría paso a una nación con futuro. Así como vamos, no sólo no tenemos futuro, sino que el presente sería como vivir literalmente en el infierno, peor que el actual, porque la derecha no tiene un proyecto de nación, sino un mísero programa de fortalecimiento grupal.

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