viernes, 12 de agosto de 2011

FC: endeudamiento histórico

México SA
PRI-PAN: deuda y “debate”
Gobernadores: cuchara grande

Carlos Fernández-Vega
Como parte del estire y afloje del presupuesto 2012 (que el inquilino de Los Pinos presentará a más tardar el 8 de septiembre) y de la campaña electoral con miras a 2012, tricolores y blanquiazules protagonizan un pleito de cantina que, suponen, ganará” el que más grite. El aparente centro del conflicto es el crecimiento de la deuda pública federal y el correspondiente a los estados de la República. Entre ellos se echan la bolita, y la “novedad” es que los primeros piden más recursos presupuestales para los mandatarios locales, mientras los segundos contestan que de ninguna manera, porque se lo gastarán en cualquier cosa, menos en amortizar pasivos.

Las huestes del inquilino de Los Pinos, en defensa de lo indefendible, aseguran que el régimen calderonista “ha sido muy prudente” en eso de endeudarse, algo, afirman, totalmente contrario a lo que han hecho los gobernadores (los panistas no, desde luego, según dicen), quienes “han llevado al extremo” el saldo de sus respectivos débitos. El reclamo de los tricolores, por su parte, es a la inversa: Calderón ha endeudado al país hasta la médula, mientras los mandatarios estatales (especialmente los priístas, de acuerdo con su versión) en este renglón han actuado “con extrema cautela”. La bancada priísta en San Lázaro ya dijo que se requiere mayor participación presupuestal para los estados, mientras el corral panista ya dijo que por allí no va la cosa, y cada uno de los participantes cada día grita más fuerte.

Lo cierto es que el actual inquilino de Los Pinos (el mismo que histéricamente calificó de “peligro para México” a su rival, pues “sus grandes ideas no son más que deuda y más deuda para todos”) ha llevado a un máximo histórico el nivel de deuda pública federal, al incrementarlo en alrededor de 134 por ciento. Por el lado del débito de los estados, el aumento de diciembre de 2006 al cierre de marzo pasado creció 97 por ciento, en números cerrados, de acuerdo con la estadística de la Secretaría de Hacienda. La pregunta, en ambos casos, es ¿para qué tanta deuda, si su efecto positivo no se observa por ninguna parte, ni en lo federal ni en lo estatal? La economía se mantiene en el raquitismo, la generación de empleo en la lona y el bienestar de los mexicanos debajo de la alfombra. Entonces, ¿en qué se han utilizado los recursos provenientes de la deuda? En pagar deuda.

Si se suman todos los renglones del débito público federal, el saldo ronda los 4.36 billones de pesos (a junio de 2011), contra 1.98 billones en diciembre de 2006. Lo anterior se traduce en que a cada mexicano (incluidos los recién nacidos) cada día le toca pagar más por una deuda que no se traduce en crecimiento, empleo y bienestar. En 2006, la deuda por habitante fue de 18 mil 912 pesos; a estas alturas, y “para vivir mejor” (Calderón dixit), les toca casi 39 mil pesos, sin considerar la rebanada que les corresponde por deuda de los estados.

Esta última, al cierre del primer trimestre de 2001, suma 315 mil millones de pesos, equivalente a 2.3 por ciento del producto interno bruto nacional. El débito público federal equivale a 31.3 por ciento de ese mismo PIB, de tal suerte que no se sabe qué es lo que los panistas intentan defender, sobre todo cuando se documenta que tal deuda reporta un crecimiento de 133 por ciento durante el calderonato, es decir, exactamente lo contrario de lo que prometió en su campaña electoral. Cierto es que la defensa del hueso provoca dichos y acciones increíbles, pero a la borregada blanquiazul de plano se le pasa la mano.
Por el lado de los estados, los panistas aseguran que todos los gobernadores (salvo los suyos, desde luego) han llevado al extremo el nivel de endeudamiento. Aquí juntan mentira con verdad, y creen que de ellos les resulta una tesis medianamente creíble. Pero no, no es así. Por ejemplo, el gobernador cristero de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, durante su estancia en el puesto incrementó el débito estatal (hasta diciembre de 2010) en la friolera de 290 por ciento, de acuerdo con la estadística de la Secretaría de Hacienda. Al cierre del año pasado, la deuda estatal ascendió a 7 mil 632.2 millones de pesos; cuando se instaló, en septiembre de 2006, el saldo era de mil 972.4 millones.

Eso por el lado de los blanquiazules. Por el de los tricolores está el caso del suertudo ganador de la lotería, el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, quien incrementó la deuda veracruzana en 500 por ciento, y ahora los habitantes de ese bello estado de la República deben prorratearse el pago de 21 mil 500 millones de pesos. Otro panista destacado en estas lides fue el gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat, quien incrementó el débito estatal en 319 por ciento, hasta dejarlo en 2 mil 603 millones de pesos. Otro caso: durante su gestión, el tricolor José Natividad González Parás tuvo a bien incrementar el saldo de la deuda de Nuevo León en 221 por ciento, hasta incrementarlo a más de 27 mil millones. Y así por el estilo: a los excesos de un gobernador priísta, corresponden los de un gobernador panista, de tal suerte que el pleito de cantina no tiene como objetivo corregir los abusos y utilizar el mecanismo de la deuda para impulsar el desarrollo nacional, sino simplemente darse hasta con la cubeta con fines electorales, que al final no son ellos los que pagan el festín

Los perredistas tampoco lo han hecho mal. Está el caso de Leonel Godoy, en Michoacán, que reporta un aumento de la deuda estatal cercano a 100 por ciento, algo similar a lo que hizo la carismática Amalia García durante su estancia en palacio de gobierno en Zacatecas. El ex gobernador perredista en Baja California Sur, Narciso Agúndez Montaño, incrementó la deuda estatal en 220 por ciento. Por si alguien pregunta, el débito del Distrito Federal ha crecido alrededor de 20 por ciento, proporción prácticamente igual a la que reporta el góber encopetado, Enrique Peña Nieto, en el estado de México. Ahora que las palmas se las lleva el ex gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores, quien durante su ejercicio gubernamental modestamente aumentó el saldo de la deuda estatal en mil 200 por ciento.

Pero que los políticos, de cualquier color, no se preocupen: las barbaridades que cometen las pagan los mexicanos.

Las rebanadas del pastel

¡Felicidades!, porque para la economía mexicana “no hay evidencia de una recesión… sí la hay de una desaceleración”, anunció Ernesto Cordero con bombo y platillo, lo que quiere decir, según él, que no hay de qué preocuparse, pues si bien de nueva cuenta pasará a cuchillo a los mexicanos, ahora lo hará más suavecito.

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