Astillero
Por sus pistolas
De SLP a la Casa Blanca
¿Armas por embajador?
La comparecencia es por sus pistolas. Es decir, porque quiere que sus agentes en México tengan derecho a portar armas. Vieja exigencia imperial ahora potenciada por el extraño incidente criminal sucedido en un tramo carretero cercano a la ciudad de San Luis Potosí. Rescatando al agente Zapata, o al menos aprovechando su recuerdo, convertido el confuso incidente de Ojo Caliente, en territorio potosino, en palanca de presión para conseguir la autorización armamentista para el creciente número de interventores gringos que ya conducen operaciones militares y marinas acá y pretenden blindaje proporcional a sus riesgosas nuevas atribuciones rectoras. Follow the gun, sería el consejo esclarecedor de algún aficionado a novelas policiacas de corte internacional.
Felipe se encamina molesto a la cita. Hace saber que demandará “respeto”, pero en realidad no se engalla sino que, en el terreno genérico de las preocupaciones binacionales en materia de seguridad, pide que “ambos países actúen con corresponsabilidad, confianza y respeto”. Al tianguis de máxima altura acude el mexicano en situación maltrecha. Haiga sido como haiga sido, el asesinato del agente del ICE le coloca en situación desfavorable frente a las ya cantadas intenciones de Obama de doblarle las manos para que acepte que haya extranjeros armados en territorio mexicano. Haiga sido como haiga sido, lo cierto es que Estados Unidos convirtió un hecho policiaco, tan condenable en sus resultados fúnebres como confuso todavía a estas alturas en cuanto a circunstancias y móviles, en un inmejorable pretexto para impulsar su política expansionista hacia el debilitado gobierno vecino.
Pero Calderón tampoco está en condiciones de envolverse en la bandera y resistir el acoso de un poder extranjero del que ha dependido y depende. Ni siquiera puede presumir de un cristalino sistema político y judicial que le impidiera arrojar suciedad a las aguas: si la administración felipilla no puede garantizar seguridad a sus ciudadanos, ni a sus propios funcionarios y a los políticos en general, ni a la élite económica, ¿cómo podría garantizarla a los pobres espías gringos desarmados? E incluso hay organizaciones, como Human Rights Watch, que piden a Obama que presione a Calderón por las constantes y graves violaciones a los derechos humanos.
El ocupante de Los Pinos, en realidad, tal vez se diera por bien servido con una victoria pírrica, con una concesión meramente escenográfica, si le quitaran de encima a su obsesión menor, el embajador Pascual, una pieza de fácil repuesto en el engranaje gringo con la que Felipe pretende saciar sus ansias guerreras de bajo nivel: si no puedes con el imperio, enójate y declárale la guerra al embajador y su vida privada y sus relaciones personales con familiares de altísimos diputados priístas de rojo salinismo cuyas cadenas de afectos llegarían hasta políticos regiomontanos acusados de tener perfiles sombríos.
Balacera, persecución y levantones a la corrupción declaraba Calderón ayer, antes de viajar a Estados Unidos y en el primer día de conocimiento público de que el camino de la privatización de Pemex ha sido reabierto con los nefastos contratos incentivados. Cuando apenas comenzaban algunos mexicanos avispados a hacer cuentas de los grandes negocios que se harán con tales contratos, y a suponer, con la abundante evidencia histórica al respecto, los arreglos porcentuales que en oficinas públicas se estarán haciendo para otorgar esas redituables concesiones petroleras, el fragoroso Felipe se apareció a mitad del foro y desató metralla retórica contundente: ¡guerra a la corrupción, faltaba más! Recompensas para quienes revelen transas, métodos más sencillos de denuncia, grandísimo cuidado para que los funcionarios no tengan ingresos económicos por encima de sus sueldos:
Otro notable diputado desenfunda en donde todavía es su casa política. Es Alejandro Encinas, llegado a San Lázaro por obra y gracia de los Chuchos pero que ahora, en el tramo final de la primera parte de la larga telenovela denominada Elecciones en tierras Gaviotonas, se revuelve contra los tratos de Jesús Ortega con Gustavo Madero para realizar la muy cantada consulta ciudadana sobre alianzas PRD-PAN. Dice Encinas que ése no era el acuerdo que debía cumplir la dirigencia de su partido y que no respetará los resultados de una indagación hecha junto a otra agrupación, la de blanco y azul. Colocado en esa oportuna rebeldía, el ex jefe del Gobierno capitalino estaría construyéndose una puerta de salida del ring denominado PRD y acomodándose para aceptar la propuesta de ser candidato del PT, Convergencia, el perredismo por licenciarse y el lopezobradorismo licenciado. Por lo pronto, la consulta va. Y Encinas, por lo pronto, con unos no va y con otros todavía no informa públicamente si va o no va. ¡Bah!
De su lado, Enrique Peña Nieto afila y afina la maquinaria de imposición electoral con la que pretende enfrentar a sus adversarios cada vez más distantes de una verdadera alianza. No está más en los cuernos demoscópicos de la luna, como sucedía varios meses atrás, pero sigue siendo el puntero al interior del PRI y respecto a los demás aspirantes presidenciales. Los tropiezos recientes le han hecho mostrar fragilidades insuperables mediante las magias del espot y es posible que en el afán de ganar a como dé lugar los comicios de su propia tierra vaya cometiendo más errores que subrayarán su condición de personaje hechizo, dependiente más de lo estético y lo televisivo que de un verdadero oficio político.
Y, mientras el gobernador de Durango llama a no salir de noche en aquella entidad sumida en la violencia del narcotráfico, y en Torreón el general Villa ha sido atacado (el general brigadier Carlos Bibiano Villa, sobrino nieto del Centauro del Norte y director de Seguridad Pública del municipio lagunero, cuyo vehículo, en el que él no viajaba, fue tiroteado ayer), ¡hasta mañana, en esta columna que se manifiesta en contra de la suspensión provisional de la exhibición del notable documental Presunto culpable!
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