Andrés Manuel no va solo... |
Miguel Ángel Velázquez
Por fin sucedió lo que ya había pasado: el rompimiento formal de Andrés Manuel López Obrador con el chuchismo-camachismo. Ahora la pregunta para la gente de ese partido será: ¿qué hacer con el PRD?
Parece que lo importante en este momento ya no es la elección en el estado de México, sino las definiciones que deberá adoptar el organismo respecto de su vigencia como el representante de mayor peso electoral de la izquierda en el país.
A finales de septiembre del año pasado López Obrador advirtió, durante una entrevista en el programa Discrepancias, que se trasmite todos los martes por Radio UNAM, que “pintaba su raya” con la dirigencia perredista nacional. Nadie quiso ver entonces la tarjeta amarilla que ponía frente a los chuchos el líder que apelaba a que se cumpliera con los principios que dieron vida al partido.
Todo estaba dicho, sólo hacía falta oficializar la ruptura. López Obrador siguió su camino. Estado por estado, municipio por municipio, en todo el país acompañado por su equipo más cercano, que si bien seguía dentro del PRD, también había pintado su raya. Mientras los chuchos se dedicaban a construir alianzas con el poder. Las rutas fueron visiblemente opuestas.
Hoy López Obrador cuenta con un ejército de seguidores. Los chuchos tienen, por lo pronto a Los Pinos. López Obraor convence, Jesús Ortega compra. El caso es que hoy el PRD se tambalea y los más alegres, se quiera o no, son los priístas, que saben que el chuchismo tiene precio, y ellos, los priístas, tienen con qué comprar, así que poco les importa el acuerdo con Los Pinos.
En el PRI saben que la traición es parte de la vida de Nueva Izquierda y que, sea cual sea el precio, los chuchos siempre serán baratos. Por eso están alegres, porque saben que lo único que pretende Nueva Izquierda esta vez es restar votos al candidato que proponga López Obrador, se llame como se llame, para dar paso al triunfo priísta en el estado de México.
Jesús Ortega tiene claro que no ganará la elección, pero combatirá a López Obrador y cobrará la factura en cualquiera de las dos ventanillas, en la azul o la tricolor, de eso se trata. Tal vez el único obstáculo pudiera ser Alejandro Encinas, como personaje reconocido en la entidad, pero como Encinas no tiene ganas de trabajar, busca cualquier pretexto para evitar el compromiso. Tanto así que ahora dice que se quedará en el PRD para luchar por la cohesión de la izquierda y, para sorpresa de todos, asegura que hay que mantener el esfuerzo para recuperar los principios originales de ese partido, como si nadie se acordara que él, el mismo Encinas, no quiso luchar por la dirigencia nacional que había ganado, y que dejó en manos de Ortega. Si entonces hubiera luchado con la enjundia con la que declara hoy, seguramente otro gallo le cantaría a la izquierda.
Total, que nadie se confunda, es muy probable que para 2012 ya no exista el PRD más que como una franquicia, siempre en venta y cada vez más barata.
De Pasadita
Resulta que ahora el que fue presidente de la CDHDF, Emilio Álvarez Icaza, quien no se acostumbra a vivir fuera del presupuesto, quiere entrar al IFE, y busca que, por ejemplo, nadie se acuerde de uno de sus mejores récords: 148 viajes y solo 139 recomendaciones en ocho años de gestión, así que, o el gobierno estuvo de maravilla durante ese tiempo, o su vena viajera no le dejaba tiempo para mirar lo que pasaba en el DF. Ahí se las dejamos.
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