jueves, 13 de enero de 2011

¿Cuál guerra? Julio Hernández López

Astillero
Se llama lucha: FC
Madres en guardia
Descontón a jueces




El comandante Calderón vuelve a las andadas: retoma el expediente desgastado de los “Diálogos por la Seguridad” para aparentar que escucha, dialoga y está dispuesto a corregir sus errores, en una sesgada respuesta a las voces que exigen poner un alto al baño de sangre y a la descomposición nacional que ha provocado. “Diálogos” acotados, selectivos, inocuos y propagandísticos mientras, por citar un ejemplo, madres de familia montan guardia a las afueras de la escuela primaria Maclovio Herrera, de Ciudad Juárez, en prevención de los anunciados ataques de extorsionadores que han dado de plazo hasta este sábado para que les sean pagados 13 mil pesos o se atengan a sangrientas consecuencias. Desarmadas y con ayuda policial esporádica, las mujeres cuidan a su leal entender el entorno escolar, sabedoras de que en diciembre pasado fue incendiado un plantel de educación preescolar por no aportar una cuota de cuya imposición las educadoras aseguran nunca haber tenido conocimiento, aunque entre el fuego fue pintada la sentencia condenatoria: “Por no pagar”. Hasta eso, las madres de la Maclovio Herrera han sido oportunamente emplazadas: este sábado los misteriosos recaudadores pasarán a cobrar la cuota que ya han comenzado a juntar los padres de familia para “negociar” que no se les haga daño a los pequeños.
Felipe, sin embargo, no solamente dialoga consigo mismo (utilizando público escenográfico para cumplir con el requerimiento de que esas pláticas sean cuando menos entre dos), sino que puede entrar en trances correctivos de alcances insospechados. Ayer, por ejemplo, se despojó de la carga negativa que en lo bélico pudiera haber y prefirió clasificar lo que en el país sucede como una “lucha”, más que una “guerra”. Calderón casi pacifista, o moderadamente peleador, casi solamente un luchador social, a pesar de su perfil sexenal históricamente caracterizado por el uso de indumentaria militar holgada, cargado de manera ostentosa hacia el sector castrense como su única base de presunto apoyo, entregado a las ceremonias, el habla y el control de las fuerzas armadas, comandante en jefe, general de cinco estrellas que no las desea mantener como adorno, instalador de uniformes verde olivo en alguno de sus propios hijos, lunar civil en la inmensidad castrense que le rodea en todo desplazamiento, orgulloso instaurador de un régimen que no se cansa de advertir a los ciudadanos de las muertes que acarrearán sus políticas, de desplazar contingentes bélicos por todos lados, de preparar y supervisar acometidas mortíferas y de sostener una fascinación enfermiza en el análisis y recuento de los cárteles y sus pugnas, de los jefes y sus alias, de los caídos y los encarcelados, de la degustación mediática de los presuntos triunfos exterminadores.
Pero el comandante Calderón se revolvió, inconforme, cuando en uno de sus “diálogos” le dijo Miguel Treviño, director del Consejo Cívico e Institucional de Nuevo León: “si ya eligió usted el concepto de guerra para definir lo que estamos viviendo, no puedo imaginar tarea más importante para el comandante supremo que asegurar la unidad de propósito y la coordinación de todas las instancias públicas que participen en ella”. El general en jefe respondió: “Yo no he usado y sí le puedo invitar a que, incluso, revise todas mis expresiones públicas y privadas. Usted dice: Usted ya eligió el concepto de guerra. No. Yo no lo elegí. Yo he usado permanentemente el término lucha contra el crimen organizado y lucha por la seguridad pública y lo seguiré usando y haciendo. Pero independientemente del tema denominacional que se quiera dar (haiga sido como haiga sido: traducción memoriosa por cortesía de esta columna interdenominacional), coincido con usted, la legitimidad del Gobierno radica en la medida en que actúe conforme a la ley”. Eso sí, diría más delante, que los aplicadores de la ley la apliquen como él considera que deben hacerlo: “Yo digo que no todos, quizá ni la mayoría, pero sí hay, llega a haber jueces, que más que jueces, son verificadores de requisitos. Es decir, hacen un check list de todas las cosas que generalmente deben de cumplir: Bueno, aquí le faltó la firma del policía, para afuera”. Y algo más: “Yo creo que, incluso, no me gusta mucho usar el término garantista, porque creo que no está mal exagerar las garantías. El problema es exagerar las garantías del procesado, digamos, a grado tal que cancele las garantías de las víctimas, y de la sociedad, que es lo que está ocurriendo”.
Felipe asido a la tesis peregrina de que va ganando aunque no lo parezca. Felipe solitario que apela a la sociedad para diseñar planes y ofrece como anzuelo financiamiento para proyectos mixtos entre autoridades y ONG. Felipe que en términos prácticos ha dejado de ocupar el sitial fraudulento de presunto presidente de México para convertirse en jefe de campaña panista en busca de continuidad (sangrienta). Felipe que hace como que dialoga consigo mismo para gobernar por sí mismo: Poder ejecutante que maltrata o desdeña al Legislativo y descalifica y acusa al Judicial. Felipe que sabe que está en las últimas, que su tiempo de poder nefasto se acaba, y que por ello está dispuesto a idear nuevas tretas y maquinar pesadillas que le permitan sostenerse, como de alguna manera amagó ayer mismo: “Yo tengo prisa en el tema y no quiero dejar las cosas a medias”. En la Maclovio Herrera, de Ciudad Juárez, en tanto, madres en guardia esperan la llegada del cobrador sabatino.
Y, mientras en Guerrero la violencia aumenta (como lo demuestra la fuerte agresión contra el representante del PRD en el órgano electoral estatal), en el estado de México el PAN y los Chuchos reabren las puertas de las alianzas (con un Encinas que ahora dice que respetará los términos de una consulta sobre postulaciones perreánicas), y Humberto Moreira tacha a los panistas de cínicos y faltos de hombría para reconocer errores (y responde “también”, cuando una voz agrega: “y culeros”), ¡hasta mañana, en esta columna verificadora de requisitos y cumplimientos!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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