Distrito Federal– Después de la de Guerrero, a efectuarse el 30 de enero, la segunda jornada electoral de este año ocurrirá el 6 de febrero en Baja California Sur, entidad gobernada en los últimos doce años por el Partido de la Revolución Democrática. Además de gobernador, los sudcalifornianos votarán para renovar los ayuntamientos de sus cinco municipios: Comondú, La Paz, Loreto, Los Cabos y Mulegé. Y elegirán a 21 diputados, 16 de mayoría y cinco de representación proporcional.
Una división interna en el partido gobernante, auspiciada desde su comité nacional, pone en riesgo la conservación perredista del poder. Ante la posibilidad de que un precandidato no adicto a Nueva Izquierda, el diputado federal Marcos Covarrubias, ganara la postulación a la gubernatura, el Consejo Estatal pidió que la Comisión Política Nacional asumiera la decisión de nombrar candidato. Esa autoridad interna se acopló al gobernador Narciso Agúndez y designó candidato a Luis Armando Díaz, que fue alcalde de Los Cabos de 2005 a 2008, y luego secretario de gobierno del Ejecutivo que lo impulsa a ser su sucesor.
La decisión de la Comisión Política Nacional generó graves efectos internos. Por un lado, consolidó la escisión que se esbozaba ya y que involucró centralmente a Leonel Cota Montaño, autor de la prosperidad perredista en la entidad y que ahora figura entre quienes se oponen al que fue su partido. Cota Montaño salió del PRI en 1999, ante la certidumbre de que no sería candidato a gobernador, no obstante aparecer como el preferido de la población cuyas inclinaciones electorales medían las encuestas. El PRD lo arropó, juntos ganaron la elección y Cota Montaño se afilió más tarde al partido que lo acogió con tan buen resultado.
Al concluir su sexenio en 2005, Cota mantenía el control tradicional que los gobernadores ejercen sobre su propia sucesión e influyó de modo determinante en la designación de su pariente Narciso Agúndez Montaño, quien holgadamente ganó la gubernatura. Derrotó entonces, con el 45 por ciento de los votos, al priísta Rodimiro Amaya, que había sido recibido en el PRI y hecho candidato después de que apenas un sexenio atrás había hecho causa común con Cota Montaño y fue perredista por un breve lapso. Obtuvo el 36.1 por ciento de los votos, un porcentaje semejante al que en 99 ganó Antonio Manrique, derrotado entonces por Cota Montaño, que lo superó con casi veinte puntos de diferencia: 55.9 contra 37.4 por ciento. En un distante tercer lugar, después de Agúndez y Amaya, figuró el ahora senador Luis Coppola, candidato del PAN.
Cota Montaño pasó poco después a ser presidente nacional del PRD, cuando el violento despido asestado a Rosario Robles fracturó al partido. Para ello el sudcaliforniano contó con el apoyo de Andrés Manuel López Obrador, a quien acompañó en sus peripecias postelectorales. Su infortunio político se inició cuando la elección de su sucesor, disputada entre Alejandro Encinas y Jesús Ortega ahondó las diferencias entre las corrientes principales de ese partido. Volvió entonces a su terruño y se encontró con que su primo había olvidado el nexo político que los unía y, de hecho, lo arrojó a la marginalidad. Cota Montaño fracasó por ello en su intento de ser diputado hace dos años, pues no consiguió la candidatura por ninguna de las dos vías (plurinominal y de mayoría) en que lo intentó. Cuando también su participación en el proceso interno perredista con miras a la elección del próximo febrero fue inocua, se retiró del partido denunciando la complicidad de Agúndez y Ortega. Ahora es candidato a alcalde Los Cabos, apoyado por el PANAL. El destino de su postulación dará clara idea, lo mismo que el resultado en la elección de gobernador, de hasta qué punto está partido su antiguo partido.
Marcos Covarrubias, a semejanza del propio Cota Montaño en 1999, se inconformó con la decisión del PRD, que lo había hecho alcalde de Comondú y diputado federal pero rehusó hacerlo candidato a la gubernatura. Bien cotizado en el mercado de valores políticos de aquella entidad, el PRI y el PAN mostraron interés por atraerlo. Lo hizo finalmente Acción Nacional, que ya había convocado a una consulta interna, en que participaron el ex candidato Coppola y el dirigente empresarial Alonso Germán Castro, que obtuvo ventaja no obstante lo cual fue desplazado cuando Covarrubias salió del PRD. Impugnó ante la justicia electoral la decisión de su comité nacional, que lo postergaba, pero no logró modificar esa determinación.
El proceso interno en el PRI produjo sobresaltos menores. La ex diputada Estela Ponce se contentó con ser candidata a la presidencia municipal de La Paz, y nadie objetó la postulación del líder estatal Ricardo Barroso Agramont, nieto del último gobernador del territorio de Baja California sur, antes de su conversión en estado. Carece de historia política, llega apenas a los treinta años y por lo tanto comparte en estos días sus afanes políticos con los preparativos de su boda. Quién sabe qué relevancia tendrá en las urnas, pero acaba de conseguir el apoyo del frustrado aspirante panista Coppola, que será expulsado de su partido por buscar otro puerto al que arribar.
Las divisiones del PRD y el PAN podrían ofrecer al PRI la ocasión de recuperar el gobierno estatal. También es posible que Covarrubias arrastre consigo buena parte de la votación panista y entregue a Acción Nacional el regalo inesperado de una gubernatura que complete su dominio sobre la península entera, pues gobierna el norte ininterrumpidamente desde 1989.
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