lunes, 8 de noviembre de 2010

Michoacán, segregación - Julio Hernández López

Astillero
País Tormenta
Más violencia programada
Reavivar en Matamoros

Doble vuelta de tuerca: con el abatimiento de Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, conocido como Tony Tormenta, se aviva el combate entre las dos facciones tamaulipecas separadas, el cártel del Golfo y Los Zetas y, con los combates urbanos en Matamoros y otras plazas norteñas, más el mensaje de crueldad georreferenciada enviado a michoacanos desde Acapulco, se garantiza que las matanzas continúen por apremios y por venganza. Violencia asegurada por largo rato, tensión social programada, inviabilidad estructural del estado de derecho y otras piezas de museo: olvídense de la posibilidad de que cese o disminuya la “guerra” calderonista contra el narcotráfico; va para largo, tal vez mucho más allá de lo que la costumbre sexenal sugiere, convertido ya el accionar policiaco y militar en una forma de gobierno, en tentación de continuidad “necesaria”, “patriótica”, al costo y al calibre que sea.
Ardelio Vargas Fosado, uno de los jefes represores de Atenco y Oaxaca, ahora diputado presidente de la Comisión de la Defensa Nacional, ha advertido que están por venir los mayores niveles de violencia en el contexto del narcotráfico. Los siguientes meses serían los de peores enfrentamientos, de tal manera que será necesaria “una mayor participación del Ejército”. Por lo pronto, la mencionada comisión ha aprobado en San Lázaro, a reserva de que lo haga el pleno de legisladores, que en 2011 las fuerzas armadas cuenten con 13 mil 300 millones de pesos más (en total, al año, un presupuesto verde olivo de 64 mil millones de pesos). Ese incremento permitirá el aumento de haberes a los soldados, la contratación de 10 mil nuevos elementos y la compra de más armas y equipo de combate. ¡El narco vive/la “guerra” sigue!
La Tormenta, pues, como programa de gobierno. La dictadura de los hechos: entre más difícil sea la situación, menos control y freno habrá a las medidas gubernamentales de presunta corrección urgente. Mientras nadie esté a salvo todo estará sujeto a la discrecionalidad del poder, nada bueno florecerá mientras la pólvora y la sangre sigan siendo la tierra y el abono de los cultivos oficiales.
En Matamoros se ha agitado de nuevo el dividido avispero tamaulipeco que en meses recientes parecía cargar sus expectativas de victoria al lado del cártel del Golfo, aliado del favorito que es el de Sinaloa, empeñada toda una agrupación de bandas en exterminar o cuando menos arrinconar a Los Zetas que, convertidos en materia de persecución casi oficialista, habían diversificado sanguinariamente sus actividades para pasar del clásico narcotráfico –donde se topaban con el fuego de sus adversarios, pero también de franjas políticas o de gobiernos que al favorecer a otros les cerraban el paso a esos zetas en sus actividades de “sobrevivencia” económica– a variantes como el secuestro, el control de giros negros, entre ellos de manera destacada la piratería y el cobro de “piso”. Aun cuando Tony Tormenta nunca pudo asentarse como jefe máximo del cártel del Golfo –el mando lo tiene Eduardo Costilla Sánchez, el Coss–, el golpe marino en Matamoros terminó con la vida de otro de los Cárdenas Guillén y reanimó a Los Zetas en su difícil batalla contra el CDG y su aliado, el cártel de Sinaloa. Si estos aliados buscaban, por conveniencia económica y social, frenar las crueldades de Los Zetas y ofrecer a la población de sus territorios dominados una base mínima de respeto, centrando sus actividades específicamente en el narcotráfico –“como antes” de la “guerra” calderonista–, esa búsqueda de reordenamientos y pacificación se ve frenada por el abatimiento del llamado Tony Tormenta.
El golpe en Michoacán no ha sido solamente en términos forenses o de nota roja, sino de conciencia regional, de dolencia colectiva, de paisanaje agraviado de manera sistemática. Visto está que contra autoridades de esa entidad se levantaron acusaciones sin fundamento jurídico demostrado y que en curso está una operación política que pretende desgastar la estructuración perredista-cardenista para abrir paso a una opción electoral dinástica con sabor a amarga cocoa. Pero, para elevar el nivel de la confrontación, los michoacanos parecieran haber sido marcados, como si sólo en ese entorno, o de manera principal, se produjeran los ingredientes del fenómeno nacional del narcotráfico, castigados y estigmatizados más en una coyuntura electoral que en la estadística o la incidencia delictiva real comparada con otras entidades. El asesinato de una veintena de michoacanos en Acapulco queda, así, como una advertencia masiva de segregación regional.
Felipe Calderón, mientras tanto, asiste a la final del espectáculo de presunta superación nacional que es la llamada Iniciativa México. Atento a la programación de uno de los poderes dominantes, que es el de la televisión, en especial Televisa, principal organizador de ese concurso, el complaciente señor de Los Pinos se presentó a conocer los detalles de la peculiar contienda que ha puesto a ingeniosos mexicanos a buscar alternativas de solución para los problemas creados por el sistema que al beneficiar a algunos cuantos pudientes (dueños, entre otras cosas, de los mecanismos de control social que constituyen muchos de los medios de comunicación masiva, sobre todo los electrónicos) quita recursos a los gobiernos federal y estatales que así incumplen sus obligaciones naturales y van creando el estado de catástrofe colectiva al que luego filantrópicamente los saqueadores de cuello blanco buscan alternativas de solución mediante concursos de ingenio a los que asiste, para convalidar, el jefe del mismo aparato de abdicación de responsabilidades.
Y, mientras el comité 25 de noviembre anuncia el cese de sus funciones con el fin de año, luego de una encomiable y exitosa labor de defensa jurídica, denuncia de abusos y acompañamiento de los casos de oaxaqueños apresados, vejados y secuestrados cuatro años atrás, ¡hasta mañana, con Ebrard creando su red nacional de apoyo mientras AMLO se concentra en el estado de México!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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