Hugo Martoccia
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 8 de noviembre de 2010, p. 12
Cozumel, QR, 7 de noviembre. “Me está castigando porque no respeta a las mujeres, los niños no le importan. Me está diciendo: ‘te fuiste, y ahora vas a ver quién manda’”, afirma Ximena Marín-Foucher. La frase alude a su ex esposo, David Fernández de Cevallos, quien el pasado 28 de octubre le quitó a sus hijos, apoyado por la policía.
Marín-Foucher platica a La Jornada la violencia sicológica y física a que fue sometida, junto con sus hijos, durante su convivencia con el vástago del ex senador Diego Fernández de Cevallos.
Esta mujer, de ojos vivaces pero con rostro triste, traza el perfil de un hombre violento, quien hacía que su hijo mayor se orinara de sólo imaginar los gritos.
“Es un hombre que no siente nada. Es muy cruel. Mata perros y le vale gorro. Anda siempre armado, hasta en la casa. Muchas veces, cuando viajábamos por carretera, iba matando perros. Está enfermo”, asegura.
Habla sobre las aficiones de su ex esposo: “Le fascinan la pornografía y las armas. Le gusta la noche. Son sus diversiones.
“Sus amigos son su nómina, no le conozco amigos verdaderos”. Y habla sobre su matrimonio, “que pasó de la felicidad breve a la pesadilla”.
Su casa de Cozumel es espaciosa y poco iluminada. A veces Ximena se quiebra. Los recuerdos son amargos.
Ella y David Fernández de Cevallos se casaron por el civil en julio de 2004, y seis meses después por la Iglesia. “Era joven. Me deslumbró”. Apenas un año más tarde todo cambió. “Después de que me embaracé de mi primer hijo, fue cambiando. Se volvió más agresivo, manipulador; muy grosero y machista”.
La relación con los niños siempre fue distante, asevera. “Le choca que le digan papá. Le tienen que decir padre. Los regañaba mucho, les gritaba. Le tienen terror.”
“No le conozco amigos verdaderos”, dice XimenaFoto José Luis López Soto
–¿Le pegaba a los niños?
–Nunca lo vi, pero no sé qué hacía con ellos.
“Les gritaba, los asustaba y después se encerraba con ellos durante horas en la habitación. Les hablaba o no sé qué hacía, porque no me dejaba entrar.”
La mujer asegura que uno de los pocos frenos de su esposo era su padre, Diego Fernández de Cevallos. “Le jalaba la rienda”. Pero con el secuestro del ex senador, el pasado 14 de mayo, todo cambió.
“Después del plagio, por temor, nos encerramos para cuidarnos, pero ahí empezaron los golpes y los gritos. Una vez me golpeó, luego se me echó encima y con una mano me apretaba el cuello y con la otra me tapaba la boca. Una empleada doméstica me salvó de que me matara.”
Por eso se fueron a un departamento en Querétaro, pero ella tenía prohibido salir. La amenaza era clara: “Si te atreves a salir, la próxima va a ser en una caja de madera”.
Un día lo intentó y la represalia fue feroz. “Me llevó arrastrando de una pierna por todo el departamento, frente a los chicos, diciéndome de todo”.
El relato la tensa y vuelve a ponerla en una realidad insoportable. “No entiendo cómo un juez puede dar la custodia de unos niños a un hombre así”.
“Ya pasaron 10 días y no sé dónde están mis hijos. No sé si le pusieron la vacuna a mi hijo más grande. Necesita la DTP y la de neumococo, que es muy importante a su edad. Al otro le tienen que comprar plantillas, porque las necesita para las piernitas.”
Al borde de las lágrimas, expresa: “A veces lloro y tengo la esperanza de que todo se solucionará rápido. Nunca he estado tanto tiempo lejos de ellos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario