Distrito Federal– Hasta el domingo pasado, la contienda por la presidencia nacional del PAN se libraba entre el senador Gustavo A. Madero y el diputado Francisco Xavier Ramírez Acuña. Las dos candidatas que completan el cuarteto de aspirantes a dirigir el partido del gobierno, la senadora Judith Díaz y la ex directora del Instituto nacional de migración, Cecilia Romero, no cuentan con el aparato y los apoyos de sus contrincantes varones, y realizan una búsqueda simbólica de la jefatura nacional. Antes de su desempeño al frente del INM la ex senadora Romero hubiera podido hacer valer su carrera parlamentaria y partidista para ser la primera mujer que presidiera el PAN. Pero quedó imposibilitada por su gestión en general y en particular por el asesinato de 72 migrantes indocumentados, en que se condensaron las lacras del maltrato y la desatención institucionales a quienes sin documentos pretenden ni siquiera quedarse en México sino cruzar la frontera que los lleve cuanto antes a los Estados Unidos.
Sorprendió que a última hora se registrara el diputado Roberto Gil Zuarth, a quien se ha impreso en poco más de un año una movilidad inusual. A comienzos del año pasado representaba a su partido en el consejo general del IFE, desde donde se ganó un lugar en la planilla de candidatos plurinominales a la Cámara de Diputados.
Con la misma brillantez de su desempeño en el IFE sobresalió en el debate parlamentario y en el tejido de acuerdos, por delegación de la coordinadora de su fracción, Josefina Vázquez Mota. Alimentó ese veloz crecimiento legislativo su experiencia en esa misma Cámara, como secretario técnico de la presidencia de la Mesa Directiva (la primera con duración anual) en 1999, y un lustro después como secretario ejecutivo de la Junta de Coordinación Política.
Germán Martínez, efímero secretario de la Función pública, lo tuvo allí como coordinador de asesores y cuando el presidente Calderón lo nombró líder nacional panista, llevó consigo a Gil Zuarth, como abogado general del partido, amén de su representante en el IFE. No completó ni siquiera el segundo periodo de sesiones ordinarias de su legislatura, cuando fue designado subsecretario de Gobernación, al lado del tambaleante Fernando Gómez Mont, a quien parecía destinado a suceder.
Cuando llegó de Mexicali quien realmente lo reemplazó, Francisco Blake Mora, el subsecretario permaneció en su cargo hasta el 3 de octubre.
Volvió entonces a la Cámara donde, se dijo, era necesaria su presencia en los arreglos y debates en comisiones y el pleno sobre la ley de ingresos, que ya concluyó, y en los de presupuesto de egresos, en que no podrá participar debido a la nueva encomienda que se le asignó.
En tanto que colaborador leal a sus jefes fue natural que invitara a acompañarlo en su inscripción a Martínez y Gómez Mont.
Pero la presencia de ambos ex secretarios de estado imprimió a la candidatura de Gil Zuarth el sello que, cada uno a su modo, llevan impreso: su distanciamiento del presidente Calderón, con quien no se hallan en buenos términos luego del abrupto final de la tarea que el presidente les encomendó, al frente del partido y en la secretaría de Gobernación.
La presencia de Gómez Mont en un acto interno del partido al que ya no pertenece es más que un gesto amistoso con su joven y efímero colaborador.
Es un dato para el gran público, para que se aprecie que Gil Zuarth no es designado directamente en Los Pinos, sino que se permite la compañía de un ex militante que dos veces mostró su distancia con Calderón: cuando renunció al partido porque se rompió la alianza del PAN y el gobierno con el PRI, y cuando se marchó del gabinete. Gómez Mont anunció que volverá al partido cuando lo dirija quien aparece como su ahijado.
Inducido por Calderón o con permiso para hacerlo, Martínez se propone un objetivo de mayor envergadura al alentar la candidatura del joven diputado que deberá de nuevo pedir licencia o exponerse a ser menos asiduo de lo que requiere su bancada.
El ex líder nacional panista se propone refundar su partido, o dotarlo de una nueva ideología, el liberalismo de los modernos, según la teoría de Benjamín Constant.
Martínez registra la pérdida del voto joven. Entre las elecciones de 2006 y 2009, “10 por ciento de los votantes, del segmento de entre 18 y 25 años, migraron a la alianza del PRI-PVEM”. Y busca proponer a dicho sector de una ideología clara, la del liberalismo moderno. Se propone realimentar la veta de esa índole que fue una de las influencias de que se compuso su ideario en el momento de su fundación.
Según parece, quiere un partido liberal, a la manera del colombiano, para citar la única actuación electoralmente exitosa de esa corriente, o al modo de los partidos liberales inglés y alemán, incapaces de ganar mayorías pero suficientes para impregnar con sus tesis la actuación de quienes gobiernan.
Martínez empuja a Gil Zuarth a la presidencia del partido para transformar ese partido. Ve en él la encarnación del joven a quien quiere electoralmente seducir, el que “aprecia una educación de calidad”, el “que no confía en los políticos”, el que “prefiere trabajar en una trasnacional a vivir del nacionalismo de un subsidio” y por eso va a Estados Unidos; el que “admite la tolerancia religiosa” y, en fin, el que “sabe que los monopolios empresariales y sindicales lo privan de empleo” (Reforma, 18 de octubre)
¿Calderón quiere también un partido, un militante así? Lo quiere si le conviene. Y por eso permite que Martínez haga su juego.
Sorprendió que a última hora se registrara el diputado Roberto Gil Zuarth, a quien se ha impreso en poco más de un año una movilidad inusual. A comienzos del año pasado representaba a su partido en el consejo general del IFE, desde donde se ganó un lugar en la planilla de candidatos plurinominales a la Cámara de Diputados.
Con la misma brillantez de su desempeño en el IFE sobresalió en el debate parlamentario y en el tejido de acuerdos, por delegación de la coordinadora de su fracción, Josefina Vázquez Mota. Alimentó ese veloz crecimiento legislativo su experiencia en esa misma Cámara, como secretario técnico de la presidencia de la Mesa Directiva (la primera con duración anual) en 1999, y un lustro después como secretario ejecutivo de la Junta de Coordinación Política.
Germán Martínez, efímero secretario de la Función pública, lo tuvo allí como coordinador de asesores y cuando el presidente Calderón lo nombró líder nacional panista, llevó consigo a Gil Zuarth, como abogado general del partido, amén de su representante en el IFE. No completó ni siquiera el segundo periodo de sesiones ordinarias de su legislatura, cuando fue designado subsecretario de Gobernación, al lado del tambaleante Fernando Gómez Mont, a quien parecía destinado a suceder.
Cuando llegó de Mexicali quien realmente lo reemplazó, Francisco Blake Mora, el subsecretario permaneció en su cargo hasta el 3 de octubre.
Volvió entonces a la Cámara donde, se dijo, era necesaria su presencia en los arreglos y debates en comisiones y el pleno sobre la ley de ingresos, que ya concluyó, y en los de presupuesto de egresos, en que no podrá participar debido a la nueva encomienda que se le asignó.
En tanto que colaborador leal a sus jefes fue natural que invitara a acompañarlo en su inscripción a Martínez y Gómez Mont.
Pero la presencia de ambos ex secretarios de estado imprimió a la candidatura de Gil Zuarth el sello que, cada uno a su modo, llevan impreso: su distanciamiento del presidente Calderón, con quien no se hallan en buenos términos luego del abrupto final de la tarea que el presidente les encomendó, al frente del partido y en la secretaría de Gobernación.
La presencia de Gómez Mont en un acto interno del partido al que ya no pertenece es más que un gesto amistoso con su joven y efímero colaborador.
Es un dato para el gran público, para que se aprecie que Gil Zuarth no es designado directamente en Los Pinos, sino que se permite la compañía de un ex militante que dos veces mostró su distancia con Calderón: cuando renunció al partido porque se rompió la alianza del PAN y el gobierno con el PRI, y cuando se marchó del gabinete. Gómez Mont anunció que volverá al partido cuando lo dirija quien aparece como su ahijado.
Inducido por Calderón o con permiso para hacerlo, Martínez se propone un objetivo de mayor envergadura al alentar la candidatura del joven diputado que deberá de nuevo pedir licencia o exponerse a ser menos asiduo de lo que requiere su bancada.
El ex líder nacional panista se propone refundar su partido, o dotarlo de una nueva ideología, el liberalismo de los modernos, según la teoría de Benjamín Constant.
Martínez registra la pérdida del voto joven. Entre las elecciones de 2006 y 2009, “10 por ciento de los votantes, del segmento de entre 18 y 25 años, migraron a la alianza del PRI-PVEM”. Y busca proponer a dicho sector de una ideología clara, la del liberalismo moderno. Se propone realimentar la veta de esa índole que fue una de las influencias de que se compuso su ideario en el momento de su fundación.
Según parece, quiere un partido liberal, a la manera del colombiano, para citar la única actuación electoralmente exitosa de esa corriente, o al modo de los partidos liberales inglés y alemán, incapaces de ganar mayorías pero suficientes para impregnar con sus tesis la actuación de quienes gobiernan.
Martínez empuja a Gil Zuarth a la presidencia del partido para transformar ese partido. Ve en él la encarnación del joven a quien quiere electoralmente seducir, el que “aprecia una educación de calidad”, el “que no confía en los políticos”, el que “prefiere trabajar en una trasnacional a vivir del nacionalismo de un subsidio” y por eso va a Estados Unidos; el que “admite la tolerancia religiosa” y, en fin, el que “sabe que los monopolios empresariales y sindicales lo privan de empleo” (Reforma, 18 de octubre)
¿Calderón quiere también un partido, un militante así? Lo quiere si le conviene. Y por eso permite que Martínez haga su juego.
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