Este mes, caracterizado en el pasado por un gran gozo del pueblo mexicano hoy, los ánimos son diferentes. El pueblo ha madurado y sabe que las cosas son diferentes. Ha sufrido mucho, no sólo por la crisis de inseguridad que ha caracterizado la vida orgánica de México, sino también por el terrible camino del fracaso de las políticas económicas, producto de la ausencia completa de sensibilidad social y política de los gobernantes. Previa a la presentación al Congreso del informe del Ejecutivo, una andanada copiosa de publicidad en la televisión, sirvió para justificar que según esto, los mexicanos salíamos de la crisis porque medio millón de mexicanos habían conseguido de nuevo trabajo. Francamente esa noticia no tiene ningún impacto, pues ese medio millón no cuenta frente a los 52 millones de mexicanos pobres, 26 de esos millones, en extrema pobreza. La injusticia social no sólo es manifiesta, que frente a esas cifras de pobres coexistan 26 mexicanos con más de mil millones de dólares, uno de ellos el más rico del orbe y que haya pasado tanto tiempo y no entiendan que nuestra economía debe reactivarse con inversiones de mexicanos y no sólo de extranjeros como se han llevado las finanzas mexicanas. También lo es que 17 mil millones de pesos se hayan destinado para gastos de publicidad del gobierno federal, frente a las angustias totales de la gente. Es tiempo y pienso que este es el mes propio, de que los valores nacionales empiecen a campear. Amor a México con actos concretos y no sólo con discursos; respeto a la libertad personal y colectiva; responsabilidad desde los puestos públicos para hacer lo que debe hacerse con valor, inteligencia y decisión; prepararse profesionalmente para hacerle frente a las necesidades colectivas y entender que los mexicanos también podemos situarnos en niveles de realización integral para hacer que resurja la Patria o Matria nuestra. El recuerdo de los Héroes de Chapultepec; El Grito de Dolores, dado por don Miguel Hidalgo y Costilla, los hechos heroicos de Josefa Ortiz de Domínguez, de Allende, de Abasolo, de don José María Morelos en el pasado y de tantos héroes y heroínas que en el campo mexicano, en las ciudades, a lo largo y ancho del país, han dejado su esfuerzo y muchos de ellos su sangre, de manera anónima, buscando una vida mejor. En este septiembre no sólo debemos festejar los 200 años de la gesta independentista, sino reflexionar que podemos redimensionar nuestra vida colectiva. Desde luego que la unión debe ser manifiesta, pero no la unión de los dientes para afuera, sino la que sirva para demostrar que los juarenses, chihuahuenses y mexicanos podemos en este tiempo desprendernos de esclavitudes impuestas por la fuerza. La libertad de la Independencia debe reflejarse en las comunidades de nuestros días no como una palabra sino como un sistema de vida, que sea real, auténtico. Es notoria la convulsión social que vivimos, 28 mil muertos y la ausencia de un estado de derecho han flagelado de manera constante y permanente durante meses y meses al pueblo. Pero también la poco patriótica actitud de pulverizar causantes y no cumplir con las normas que protestaron hacerlas cumplir, han hecho que se afecte seriamente el ánimo y la decisión del pueblo. Muchos mexicanos han huido del país, se ha afectado seriamente la vida de comunidades como la nuestra y la ausencia de respuesta ha puesto de manifiesto la incapacidad para responder a las afectaciones profundas que han impactado la psicología de jóvenes, de mujeres y hombres de todas las edades. El mes de la Patria o Matria debe ser de nuevo, un mes en que exijamos el vivir en libertad, plena, completa y definitiva. Es lo menos a que tenemos derecho. !Viva México! Desde el fondo de los siglos. |
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