Edomex: terror a la alianza
Periodista
Distrito Federal– De haber sido enterrado, Germán Dehesa se revolvería en su tumba al saber que el poder de Arturo Montiel, al que tan prolongada y consistentemente denunció día con día en la sección final de su Gaceta del Ángel, sigue gobernando el estado de México, de varios modos y a través de políticos de variada índole. El más obvio de ellos es el propio gobernador Enrique Peña Nieto, su sobrino, a quien heredó el puesto. Pero muchos otros están situados estratégicamente. Un ejemplo actualísimo es Miguel Sámano, quien fue su secretario particular y hoy está comisionado por el PRI en el partido Verde. Sámano presentó anteayer una iniciativa de reforma electoral que busca impedir la concreción de una alianza opositora que arrebate al tricolor las riendas del gobierno estatal.
Dentro de un proyecto de más vasto alcance (que incluye reducir los tiempos de campaña, meta ideal de un candidato a gobernador que cuente como su antecesor con Televisa mientras que sus opositores hacen proselitismo a marchas forzadas en el vasto territorio mexiquense) se busca eliminar las candidaturas comunes, vía jurídica idónea para la postulación realizada por varios partidos. Sámano tradujo a los términos legislativos la incriminación alevosa hecha el domingo por su gobernador, que equiparó a las alianzas entre partidos antagónicos con la delincuencia organizada, como riesgos para la sociedad.
Es añeja la preocupación de Peña Nieto por la configuración de una alianza opositora que prive al PRI de la gubernatura mexiquense y lo deje a él mal parado cuando se intensifique la lucha por la candidatura presidencial del PRI, pues en la mecánica priísta un gobernador que no asegura el triunfo de su candidato carga el peso de la derrota, como ocurrió a Ulises Ruiz, Mario Marín y Jesús Aguilar, ninguno de los cuales tiene ya futuro en su partido.
Esa preocupación condujo a negociar, y a plasmar por escrito, la inhibición al PAN para aliarse contra el PRI. Los secretarios de gobernación federal y local, vale decir los número dos del gobierno federal panista y del estatal priísta, atestiguaron el convenio firmado por Beatriz Paredes y César Nava en nombre de sus partidos. La alianza contra las alianzas, así suscrita por el PRI y el PAN, se desfondó mucho antes de que entrara en vigor. Pero al haber dejado huella mostró la hondura del peligro que Peña Nieto ve en la unión de sus adversarios.
Para anular los efectos de esa alianza en el propio gobernador, se consideró seriamente la posibilidad de aplazar los comicios del año próximo hasta el 2012, acompasándolos con los federales. De esa suerte, Peña Nieto podría alcanzar la candidatura presidencial sin haber transitado por el proceso electoral local, que sólo tendría su desenlace el mismo día en el que el ya ex gobernador podría ser elegido Presidente.
El mecanismo era tan obvio que generaría inevitables costos políticos y fue desechado. Pero Peña Nieto no cejó en su propósito de allanarse el doble camino, el que conduce al triunfo de su candidato a gobernador el año próximo y al suyo propio en la contienda interna del PRI. El domingo pasado, en un escenario fastuoso, propio de una superproducción televisiva, con la presencia de todos los próceres priístas, pronunció un discurso de autopostulación que incluyó una fuerte crítica al gobierno federal panista, el mismo con el que hace un año estaba a partir un piñón, y se manifestó contra las alianzas.
Tras detenerse en la peligrosidad del crimen organizado, y situándolos en el mismo plano expuso esta novedosa noción de teoría política sobre los acuerdos entre partidos: “La delincuencia no es el único riesgo que enfrenta el país. Hay otra grave amenaza: la lucha del poder por el poder mismo, que desvirtúa la democracia, a los gobiernos y las instituciones. Se promueve así una democracia sin contenido, donde por el solo fin de obtener el poder se negocian alianzas entre proyectos antagónicos, generando confusión y desconfianza en la política”.
De no ser porque llegó al extremo de llamarla “grave amenaza”, se creería que Peña Nieto practicaba la autocrítica. No le va bien denostar a las alianzas entre proyectos antagónicos en un escenario en que se asociará con el partido Nueva Alianza, el partido fundado por la secretaria general del PRI expulsada del mismo; un partido, el Panal, que veleidosamente mantiene relación lo mismo con el PRI que con el PAN.
Pero no, el gobernador se refería a la eventual unión entre PAN y PRD (y los socios de este en el DÍA), que sería capaz de sumar el número de votos necesarios para desplazar al PRI del gobierno. Para encarar en la práctica ese riesgo, Peña Nieto encargó al partido verde maquilar una iniciativa que modifique las condiciones de la competencia, para erizar de obstáculos el proyecto aliancista que, si bien es cierto debe superar los escollos que surjan dentro de cada partido, de prosperar llevará en sí mismo un nuevo horizonte político, donde la entidad más poblada del país sería gobernada por la oposición al partido que ha permanecido en el poder ochenta años.
La reforma iniciada por el Verde para el PRI tiene el camino abierto por la composición de la actual legislatura. De los setenta y cinco diputados que integran la cámara, 39, más de la mitad, son priístas. Esa fuerza se completa con los seis diputados de Nueva Alianza y los tres del Verde. Ese total de 48 puede eventualmente ser agrandado por el voto de legisladores de otros partidos a los que persuada la poderosa argumentación pecuniaria.
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