Hipocresía de "a peso".
Ricardo Andrade JardíDenise Maerker, en un acto que podría calificarse de “valiente” y “honesto”, decidió poner, durante su programa Punto de Partida, en Televisa, la pantalla en negro, como forma de protesta por la inseguridad en la que viven los periodistas en México.
Sin embargo no hay porqué olvidar que Denise Maerker fue una de las periodistas que se prestó, como pocos, a la presunta manipulación de la información con relación a las denuncias del fraude electoral del 2006, que llevó, “haiga sido como haiga sido”, a la presidencia de la república al sujeto que hoy obliga incluso a Maerker a tener que suspender como “protesta”, ante el secuestro de periodistas de su equipo en Durango, la transmisión de su programa.
Un ejercicio que, si bien podría parecer un acto ético, es el resultado de la descomposición social de la que la empresa Televisa es una de las mayores responsables.
Televisa ha privilegiado --lo que tampoco debemos olvidar-- sus intereses por encima de los intereses de los mexicanos, sin importarle el increíble daño que sus inmorales privilegios le han costado al país.
Denise Maerker, quien fue capaz de afirmar que ella “no vio nunca prueba alguna de las múltiples prácticas fraudulentas del 2006”; mismas que se pueden observar en los cientos de horas de video, que se han subido al internet, como son los paquetes electorales abiertos o las boletas marcadas a favor del PAN que nunca entraron en las urnas, pues ni siquiera se tomaron la molestia de doblarlas, o las más de 75 mil casillas que presentaban votos de más o votos de menos, es decir, la “periodista”, que hoy intenta denunciar la situación de riesgo en la que viven los periodistas, es la misma que se prestó a calificar a AMLO de: “loco obsesionado por el poder” y la misma que se negó sistemáticamente a mostrar en sus espacios informativos siquiera el 0.1% de las múltiples imágenes de video y las fotografías, capturadas por ciudadanos, a los que no dejaba de calificar de “acarreados” durante los días posteriores a la elección presidencial del 2006.
Es decir, la periodista se prestó a ser parte del instrumento que ayudó a polarizar a la ciudadanía después del fraude electoral, donde el “demócrata” Fecal y su partido se negaran a recontar los votos, pese a las inconsistencias del proceso electoral, aunque hoy exijan, en otros lugares, con mucho menos evidencia del fraude, lo que no quiere decir que no exista, el recuento de los votos, que antes se negaron a aceptar, lo que sólo habla de que no se saben ganadores, pero ese es por ahora otro asunto.
El país se cae a cachos y lo que urge es la denuncia a gritos y las acciones concretas que acompañen esas denuncias; no basta con que los seudointelectuales de la telecracia suspendan la transmisión de sus programas como “protesta”. Lo que de nada sirve si no hacen la crítica completa.
Hay muchas formas del crimen organizado y la amañada desaparición de Luz y Fuerza del Centro, para otorgar la fibra óptica del pueblo de México a la empresa Televisa, es una de esas formas, que no se incluye convenientemente en el “silencio” con el que “protesta” Denise Maerker. O en la evasión de impuestos millonaria que hace la empresa para la que trabaja la periodista, y la que, al igual que las múltiples pruebas del fraude electoral del 2006, la periodista parece “desconocer”. ¿Por qué esperar que un grupo criminal se comporte de otra manera, cuando la empresa Televisa goza de una cantidad de privilegios que se cubren en el manto de la IMPUNIDAD en la que se cubre por igual el crimen organizado? ¿Cómo exigir a los grupos criminales, los que por otro lado son posibles únicamente ante la corrupción del sistema que favorece de la misma forma a Televisa que a “El Chapo” Guzmán, un comportamiento distinto al de Televisa?
La exigencia es otra y por supuesto que pasa por la denuncia al riesgo que supone ser periodista en México. Periodistas que lo mismo son asesinados por el narcotráfico (producto de la descomposición del sistema) que por los grupos paramilitares solapados por el Estado (y que son también producto de la misma descomposición del sistema) o expulsados de sus espacios informativos porque dan voz a la disidencia, que pone en evidencia que no hay gran diferencia entre ser narco, banquero o empresario (de televisión, por ejemplo), porque todos ellos son “oficios” de una misma política económica.
La exigencia es también otra, es la de la urgente democratización de los medios de comunicación, la del derecho de réplica que tenemos los ciudadanos cada vez que somos calificados de “acarreados” por seudo periodistas que son tan culpables de la violencia que hoy nos desgobierna, como quienes secuestran periodistas (policía federal o narcotráfico); el asunto es que toda práctica carente de ética termina por revertirse. La “indignación” de Televisa, con la acción de Denise Maerker, llega tarde, pues los niños del ABC o las periodistas de radio comunitaria asesinadas en Oaxaca, o el despido ilegal de más de 40 mil trabajadores de Luz y Fuerza, merecen igual indignación, sólo que esa indignación no conviene a los interés del medio para el que se emplea Maerker. ¡Ni hablar! ahí la indignación brilla por su ausencia...
Tarde, demasiado tarde, son las reacciones del grupito telecrático que hoy se presentan como “indignados”, por una lamentable situación nacional de la que ellos, Denise Maerker incluida, son profundamente responsables. Ojalá su reacciones se sumen a las miles de voces que exigen la inmediata renuncia del usurpador, que ellos, los de Televisa, ayudaron a entronar con todas las terribles consecuencias que al país le ha traído tan estúpida apuesta.
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