domingo, 1 de agosto de 2010

Huelgas de hambre


Manú Dornbierer

Satiricosas

Muchos están indignados porque no se murieron los trabajadores del SME que hicieron huelga de hambre y el diario Reforma porque Cayetano Cabrera conservó hasta el final la dignidad de pararse a orinar. Ya fuera del Zócalo, el electricista se puso como camote al dulce Ciro Gómez Leyva por haber dudado de la veracidad de su heroica protesta de más de 80 días para defender el trabajo de 44 mil familias de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro que el gobierno tostones para darle por una bicoca a Televisa y anexas extranjeras la fibra óptica que nos costó a los mexicanos 30 mil millones. Este argumento no le pareció tan bueno a GL y por ahí escribió “Es muy duro cuestionar a una persona dispuesta a dar su vida por una idea. Pero sería deshonesto dejar de subrayar en este trance que el SME está jugando una carta tramposa. No es Fariñas exigiendo a la dictadura cubana la libertad de los presos políticos. Es Cayetano advirtiéndole a la Corte y la Junta que se suicidará si no resuelven en el sentido que a él y los suyos conviene”.

En efecto Cayetano no es Fariña. El y los otros huelguistas del SME sí son auténticos trabajadores, sí luchan por 44 mil empleos. Sí luchan porque no se le robe a México 30 mil millones de fibra óptica. Sí son víctimas de la dictadura de Calderón y su secretario del Trabajo, Javier Lozano, al que el chino-mexicano Ye Gon sigue acusando en Nueva York de ser el dueño en nombre del PAN de los 250 millones (o más) de dólares en efectivo que como se recuerda, se encontraron en una casa de Las Lomas (DF). Decía Ye Gon que Lozano, verdugo, también de los mineros, le decía “coopela o cuello”.

El grupo cubano en huelga de hambre de Fariña en cambio está integrado por cuentistas mantenidos por los gringos, revela en el Sol de México Miguel Angel Ferrer: “Porque en la propia tierra o en la ajena, lo central es tener ingresos para pagar alimentos, vestido, vivienda, médico y medicinas y, aunque sea de vez en cuando, algo de esparcimiento. Pero para eso hay que trabajar. Trabajar de veras y no sólo simular que se trabaja. Este señor, don Julio César Gálvez, y sus compañeros de andanzas no trabajaban en Cuba. Sólo simulaban que trabajaban. Y este trabajo simulado consistía en decir de sí mismos que eran periodistas independientes. ¿Y de dónde, entonces, recibían los ingresos monetarios para pagar comida, energía eléctrica, teléfono, ropa y calzado, algunos tragos, cigarrillos, golosinas y algo de esparcimiento de vez en cuando? ¡Ah!, pues esos ingresos se los proveía la Oficina de Intereses de EU en La Habana. Ellos fingían ser periodistas opositores al régimen, y aquella Oficina les pagaba un sueldo. En dólares, desde luego. De modo que así, sin trabajar en una oficina, una fábrica, un taller, un mercado, una estación de gasolina o conduciendo una guagua, esos señores tenían ingresos en moneda dura para vivir y disfrutar los privilegios que permite el dinero contante, sonante y abundante. La excelente chamba de anticastristas los llevó a España en donde ya hay protestas por su descaro”. Ay, pero cómo quiso a Fariña, el moralista Gómez Leyva…

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