Huelga de hambre
SME resiste
Solidaridad
Plan Clinton
Julio Hernández López
Más de medio año después, el Sindicato Mexicano de Electricistas se mantiene en viva resistencia ante los abusos de poder en su contra, lo que no es poca cosa si se toma en cuenta el linchamiento mediático, el chantaje económico en materia de liquidaciones y la mano dura ejercida por el secretario de Trabajo fascistoide, Javier Lozano, a nombre de su jefe Felipe Calderón, ambos convertidos en violadores profesionales de la Constitución y las leyes del trabajo en aras de, entre otros proyectos facciosos, dejar “limpio” el camino a negocios oscuros con inversionistas locales y extranjeros en materia de fibra óptica.
Condenado por Los Pinos a la extinción, ese sindicato mantiene en alto sus banderas y exigencias y ayer instaló en un extremo del Zócalo capitalino una primera parte del grupo de 50 trabajadores que han decidido llegar al extremo de realizar una huelga de hambre, agotada ya buena parte de los recursos legales y políticos de los que ese gremio pudo echar mano a lo largo de los seis meses y medio que han transcurrido desde que Calderón decidió tomar las instalaciones de la compañía Luz y Fuerza del Centro, en un golpe policiaco realizado mientras mantenía por otro lado la oferta, traicionada, de dialogar y negociar con el SME al que en cuestión de horas creyó extinguir, junto con su fuente de trabajo, mediante un decreto que ahora está en un tramo de revisión por la zigzagueante Suprema Corte de Justicia de la Nación, que habrá de definir si una resolución individual emitida desde Los Pinos puede anular de manera fulminante e irreversible una relación contractual de trabajo y los demás derechos adquiridos por decenas de miles de personas que de golpe quedaron en la calle.
La resistencia de los electricistas es particularmente ejemplar porque es una de las escasas formas de oposición organizada que se mantienen hoy en nuestro país frente a los muy graves excesos cometidos desde un poder federal al que cada vez más mexicanos critican, pero al que muy pocos llegan a combatir política y masivamente. La nación vive entre llanto, sangre y temor, cada día enterándose de peores hechos criminales desatados por una torpe “guerra” contra el narcotráfico, pero poco se logra hacer en ese contexto que inhibe toda participación social mediante el expediente simple del riesgo de muerte que el narco y sus vertientes asociadas desde el poder pueden aplicar con absoluta impunidad contra quienes encabecen acciones populares de protesta. A la distancia, convertidos en parte de un México invisible o poco visible para el resto de sus paisanos, los trabajadores de Cananea, y los mineros en general, sobrellevan otras formas de injusticia administradas por el calderonismo que defiende al patrón Larrea frente a las demandas no sólo en el contexto de ese pueblo sonorense históricamente tan significativo, sino, largamente, en el caso de Pasta de Conchos, oficialmente condenado al olvido. Muchos ejemplos podrían darse de esos agravios cometidos por Los Pinos, pero frente a ellos sólo han resistido con resonancia nacional y movilizaciones amplias, con sus matices, el movimiento social que nació contra el fraude electoral de 2006 y el sindicalismo electricista del centro del país. Por ello, la huelga de hambre instalada ayer es una forma de lucha que debería recibir la mayor cobertura y solidaridad social, asumiendo que no son solamente los legítimos intereses de una organización sindical los que están en juego, sino la posibilidad de resistir actos autoritarios de poder y revertirlos a pesar de todo y contra todo. Todos los días, a las cinco de la tarde, en la carpa instalada en el Zócalo, frente a las oficinas principales del gobierno del Distrito Federal, se abrirá una tribuna para informar de los avances de esta protesta y recibir muestras de solidaridad. Para el primero de mayo venidero también se organizan acciones que den prueba de la vitalidad y consistencia del movimiento electricista.
La fiereza del felipismo contra su pueblo no tiene similitud frente al extranjero. En Arizona se ha dado banderazo de salida al deporte de la caza del indocumentado y el gobierno mexicano parece pasmado, sin mayor respuesta que la mala oratoria de sus principales funcionarios. Fernando Gómez-Mont, por ejemplo, continúa con su historial de palabrería deplorable, ahora pidiendo a Estados Unidos que “con vergüenza” asuma su corresponsabilidad en la “guerra” mexicana contra el narcotráfico, particularmente en el rubro del tráfico de armas, todo ello luego que el poco vergonzoso Bill Clinton hubiera planteado que debería confeccionarse un Plan México, a semejanza del diseñado y ejecutado en Colombia, para poder combatir con éxito al mercadeo ilegal de drogas. Eso sí, comprensivo, el esposo de Hillary dijo que, siendo los mexicanos exageramente celosos de nuestra soberanía, bueno fuera que las autoridades locales acabaran anunciando como propio... el plan que EU propone.
Astillas
La sucesión gubernamental está teñida de rojo en Guerrero. Primero fue el asesinato, hasta ahora impune, del diputado perredista Armando Chavarría, quien trabajaba en busca de ser candidato del sol azteca al relevo de Zeferino Torreblanca. Ahora ha sido ejecutado el dirigente del PT en Guerrero, Rey Hernández, quien estaba a cargo de las negociaciones en esa entidad en busca de alianzas electorales... En Michoacán, mientras siguen saliendo en libertad, y libres de cargos, presidentes municipales detenidos meses atrás por el calderonismo en una redada intimidatoria de tipo partidista, la secretaria de seguridad pública, Minerva Bautista, ha sobrevivido a un atentado en el que murieron escoltas y civiles, luego que esa funcionaria y otros miembros del gabinete estatal habían acompañado a Leonel Godoy a inaugurar la Expo-Feria estatal en la que había anunciado que no permitiría que se vendiera “fayuca ni piratería”... Y, mientras Pinocho Nava dice en Tlaxcala que el panismo nacional está “más fuerte y unido que nunca”, ¡hasta mañana, ahora con granadas que explotan en Insurgentes Sur, en la ciudad de México!
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