lunes, 4 de enero de 2010

La crisis sigue, ¿y los cambios?


Editorial EL UNIVERSAL

04 de enero de 2010


2010-01-04
La recesión económica en México terminó. ¿Eso qué significa? Que el país rompió su racha de tres trimestres de contracción en el Producto Interno Bruto, pero el dato, que suena muy importante en términos macroeconómicos, tiene poca relevancia para el grueso de la población que ve el incremento de los precios en productos y servicios sin que sus ingresos, o las posibilidades de empleo, compensen las pérdidas.

No es que el final de la recesión sea una noticia despreciable, lo lamentable más bien es que esa recuperación se deba a la obvia inercia que sigue después de tocar fondo en una crisis y no por audaces políticas públicas en favor del ingreso de las familias o reformas legislativas de gran calado que impulsen la recaudación fiscal y la inversión pública y privada en los sectores clave.

Los pronósticos más optimistas calculan que el país podría crecer 3% en 2010, un impulso que alcanzaría para generar, según los expertos, 241 mil empleos, apenas poco más de la mitad de los 400 mil que se perdieron en 2009; a ello se debe sumar el millón de jóvenes que cada año se suman a la Población Económicamente Activa. Es decir, con todo y crecimiento apenas se alcanzará a resarcir una mínima parte del daño ocasionado por la crisis. Si agregamos a este panorama la posibilidad de una inflación superior al 5% y la continuación de la tan anunciada agonía de Petróleos Mexicanos, nos enfrentamos ante un deterioro intolerable en las condiciones de vida de la mayoría de la gente.

Hay que exponer este escenario pesimista no para caldear aún más los ánimos de la población en contra de los partidos políticos, responsables de la catástrofe por el inmovilismo que los ha caracterizado desde hace más de una década, sino para forzarlos a ver la urgencia de realizar los cambios profundos en el año del Bicentenario de la Independencia.

Frente a la renovación de 15 gubernaturas y elecciones parlamentarias en varios estados más, no será el mejor momento político para ampliar la base gravable, eliminar privilegios de la burocracia o desacralizar el sector energético, pero la alternativa —la administración un país sumido en la pobreza y el resentimiento— implica mayor riesgo.

Entre otras cosas, 2009 fue el año en que los políticos desperdiciaron otra oportunidad para realizar reformas de fondo que sólo son posibles en periodos de inflexión o de crisis; sin embargo, la ventana de oportunidad todavía no se cierra.

La recesión terminó, pero la crisis continúa, ¿qué mejor argumento para enfrentar a los intereses que lastran nuestro desarrollo que el de la necesidad de sacar a un país de la inanición?

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