Ante los efectos de la crisis global, y los impactos autóctonos, los que surgen de las contrahechuras de la economía mexicana, el gobierno federal escogió no una estrategia que permita eficazmente combatirla, sino una que parezca que la combate. Eligió la ruta de la simulación, y contó para ello con las "fuerzas vivas de la sociedad".
Por eso no quiso emitir, al modo en que lo hizo en octubre, un programa gubernamental de auspicio a la actividad económica, sino que le dio la apariencia de un acuerdo y así lo denominó y presentó: Acuerdo Nacional a Favor de la Economía Familiar y el Empleo. A diferencia del firmado el 21 de agosto, referido a la seguridad, la justicia y la legalidad, en el suscrito el 7 de enero no hay un listado de compromisos de los firmantes. Cuando más, expresaron su adhesión o su apoyo al programa del Ejecutivo, resumido en cinco ejes que de pronto, sin mínima conciencia de la ingeniería, se trasmutaron en otros tantos pilares, integrados a su vez por un total de 25 medidas.
No sólo carece el presunto acuerdo de esos compromisos, sino que los firmantes lo conocieron sólo al momento de suscribirlo. Y lo hicieron sin apuro alguno, porque su rúbrica no los obliga a nada. De modo que no tomaron a pecho las palabras iniciales del presidente Felipe Calderón, quien dijo que los había convocado "para que asumamos un compromiso común", para lo cual, añadió, "nos hemos reunido los sectores público, privado y social y las diferentes instancias de gobierno para sumar voluntades y acciones", y hasta llegó a decir que el documento a cuya firma se había llamado "incluye una amplia participación y compromiso de todos los actores".
Eduardo Bours, el gobernador de Sonora, reveló que no hubo participación de los gobernadores en la redacción del documento. Cuando se le avisó que el propósito era que los titulares del Poder Ejecutivo en los estados lo hicieran suyo, pidió conocerlo, y cuando le explicaron que aún no estaba listo, pero que lo conocería en la ceremonia ritual a realizarse en el Palacio Nacional, se abstuvo de asistir siquiera, y, por lo tanto, hay un hueco en la lista de los gobernadores.
El discurso de Natividad González Parás, quien habló en nombre de los gobernantes locales, así lo confirma: "Los gobernadores vemos con simpatía las medidas que se han asumido en lo general por el gobierno de la República (...) Aquí se van a fijar compromisos generales y deberemos, cada uno de los sectores del país y de los niveles de gobierno, posteriormente, establecer medidas más específicas...". Por lo pronto, dijo, "nos sumamos a este gran Acuerdo Nacional". ¿Por qué debe sumarse quien es parte del consenso?, nos preguntamos tras oír ese primer ejemplo de la "tempestad de frases vanas" que acompañaron a la firma del acuerdo, y de las que aquí escogemos algunas.
José Luis Aguilera, quien preside el Consejo Agrario Permanente, fue más franco. Se limitó a decir que "el compromiso de la mayoría de las organizaciones" del CAP "es mantener un diálogo abierto y colaborar con el gobierno, en donde privilegiemos nuestras coincidencias...", etcétera.
Igualmente sincero, y en sentido contrario a la sistemática prédica del sector privado contra el intervencionismo de Estado, el líder del Consejo Coordinador Empresarial, Armando Paredes, dijo que ante "la espiral de descenso en la economía, los sectores privado y social difícilmente pueden contrarrestar esa dinámica; es en el Estado en quien recae la principal responsabilidad". El acuerdo cuya iniciativa correspondió al gobierno, expresó Paredes, "ratifica el liderazgo firme y comprometido de nuestras autoridades orientando a generar las condiciones necesarias para afrontar la crisis". Puesto que se trataba de enunciar compromisos, señaló que el de la cúpula del sector privado consiste en hacer lo que hace, "mantener en operación la planta productiva y sensibilizar a las empresas asociadas sobre la importancia de mantener estable hasta el máximo posible la plantilla laboral". Para fortalecer su dicho dijo que las cadenas comerciales afiliadas a la ANTAD (Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales) y sus proveedores, afiliados a otras agrupaciones empresariales, "negocian descuentos y promociones que habrán de ofrecer a sus consumidores día a día y en todas las tiendas y a lo largo del año". Una investigación del diario Reforma probó, en sentido contrario a esa afirmación, que la mercancía ha sido reetiquetada y que los precios subieron de diciembre a enero en amplia proporción.
Campeón de la retórica vacua, de la demagogia insulsa como corresponde a su vetusta condición, el dirigente cetemista Joaquín Gamboa Pascoe no expresó compromiso propio alguno. Sí obligó, en cambio, y sin base, a "todos los mexicanos (...) conforme nuestras posibilidades y alcances, a hacer la aportación que corresponda, sumando esfuerzos". También reveló la ajenidad de la CTM al presunto acuerdo cuando manifestó que en él "se le da una consideración especial a los trabajadores del sector obrero, que tengo el honor de representar en este momento". No soportó las ganas de retroceder al pasado al que pertenece y espetó el ritual "gracias, señor Presidente". Y en vez de asumir compromisos, celebró que el documento que estaba por firmar los contenga a favor de sus representados y señale que "cualquier modalidad que corresponda a la relación laboral (...) tendrá necesariamente que respetar los derechos de los trabajadores" que (atención al altisonante y vacío énfasis oratorio) "le consigna, le respeta, le consagra el artículo 123".
El panista chihuahuense Gustavo E. Madero no entró en embrollos. Como presidente de la Mesa Directiva del Senado, simplemente indicó que esa cámara "garantiza su compromiso de que estaremos analizando todas aquellas propuestas de reformas legales que nos permitan defender el empleo, la economía de las familias y (un añadido por su cuenta) la competitividad de nuestro país". Apenas lo superó en la vaguedad del compromiso su homólogo en San Lázaro, el diputado César Duarte, quien, "con responsabilidad" (ojo, no frívolamente, no impensadamente), expresó "...nuestro compromiso para trabajar estrechamente con los demás poderes, con todos los órdenes de gobierno para que la población mexicana sea atendida por sus gobernantes en este momento histórico".
Las palabras son aire y van al aire, definió el poeta. Por eso todos los presentes se lanzaron a firmar ese evanescente documento. Con esos conjurados es fácil adivinar a quién corresponderá la victoria en el combate a la crisis... l
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