J. Jaime Hernández
Olviden por un momento a las víctimas de origen mexicano en El Paso. Pero sólo por un momento. Y, ahora, dejen de pensar en el principal responsable de esta tragedia. Me refiero a Donald Trump.
¿Resultó fácil? … ¿Qué tan difícil les resulta olvidar o echar tierra sobre una tragedia de esta magnitud?
Aunque parezca mentira, olvidar este tipo de tragedias que, a fuerza de repetirse, se han convertido en algo “normal”, forma parte de nuestra rutina. Olvidar y permanecer a la espera de la próxima masacre se ha convertido en un hábito.
Un mal hábito, por cierto. Lo mismo en México que en Estados Unidos.
Vivimos en un mundo donde los “expertos” de marketing digital han concluido que, a fuerza de capturar la atención de los lectores (principalmente los más jóvenes) en el menor tiempo posible, nuestra capacidad de entender y, sobre todo, reflexionar, se ha ido por el retrete.
Hoy, la empresa que no sea capaz de capturar la atención de sus lectores o clientes en un lapso de entre 8 y 14 segundos, está condenada al fracaso.
Bajo esta lógica, los medios de comunicación, los noticiarios y las redes sociales se han convertido en los sepultureros de nuestra memoria de mediano y largo plazo, y en los mejores aliados de nuestra incapacidad para reflexionar.
Nos hemos convertidos en estúpidos incapaces de procesar el alud de noticias, chismes, fake news, bulos e imágenes que nos recetan los medios y las redes sociales las 24 horas del día.
La urgencia por enterarnos y comunicar a los otros la desgracia que ha golpeado a nuestro vecino. O la nueva estupidez que ha lanzado a través de su cuenta de tuitear el presidente de Estados Unidos, nos ha convertido en una mera caja de resonancia.
En un mero eco que resuena durante un breve espacio de tiempo para perderse en la nada.
De un tiempo acá, la llamada actualidad informativa parece llevarnos a lomos de un ciempiés enloquecido. Dando tumbos por aquí y por allá. Mientras nos arrastra en medio de ese desvarío informativo, no pocos experimentamos esa sensación de encontrarnos a la deriva, incapaces de saber lo que nos deparará el próximo ciclo informativo.
¿Cuándo será la próxima masacre?… ¿El próximo atentado terrorista?… ¿El próximo escándalo?… ¿El próximo linchamiento de mexicanos en Texas ?
Lo irónico de este asunto es que ese olvido se ha convertido, precisamente, en el mejor aliado de los criminales y los fascistas. En Estados Unidos, por ejemplo, los supremacistas blancos están de regreso en buena medida gracias a la flaca memoria de millones y al redomado racismo de líderes políticos como Donald Trump que, al parecer, han decidido montarse a lomos de ese olvido impenitente.
De ese racismo y miedo injustificado de la mayoría blanca para ganar elecciones y, al mismo tiempo, linchar a inmigrantes de origen mexicano.
Linchar migrantes no es algo nuevo en Estados Unidos. ¿Alguien sabía, por ejemplo, que el linchamiento de ciudadanos de EU de origen mexicano o de inmigrantes hispanos es una práctica que lleva casi tres siglos de historia en nuestro vecino del norte?
A manera de ejemplo, el número de personas descendientes de mexicanos en Estados Unidos que fueron linchadas entre 1848 y 1928 ascendió a un total de 547 personas, según el estudio realizado por distintas organizaciones defensoras de los derechos civiles y publicado en la obra “Los muertos Olvidados” (Forgotten Dead) de William D. Carrigan y Clive Webb por la editorial Oxford University Press.
¿Que dónde tuvieron lugar esos linchamientos y asesinatos a sangre fría?
Por orden de importancia en Texas (232), California (143), Nuevo México (87), Arizona (48), Colorado (25) y el resto en Nevada, Louisiana, Nebraska, Oklahoma, Montana, Oregon y Wyoming.
Y eso que sólo estamos hablando del lapso registrado entre 1848 y 1928.
La escala de la violencia contra personas de origen mexicano en Estados Unidos alcanza dimensiones de limpieza étnica cuando uno se asoma al trabajo de otros historiadores en distintas universidades de la Unión Americana. Según estos hallazgos, entre 1910 y 1920 unas 5,000 personas de origen mexicano fueron asesinadas o desaparecieron en Estados Unidos.
Al parecer, las cosas no han cambiado mucho en el caso de Texas. El estado que podría considerarse como la zona cero del racismo y la violencia contra los migrantes o ciudadanos de origen mexicano.
¿En este contexto, servirá de algo la visita de Donald Trump a El Paso para tratar de consolar a una comunidad que durante casi tres siglos ha sido blanco de ataques racistas y camposanto preferido de los supremacistas blancos?.
Francamente lo dudo mucho.
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