CIUDAD DE MÉXICO (apro).- “No hay pruebas ni las va a haber”, aseguró el presidente Enrique Peña Nieto sobre el espionaje a periodistas y defensores de derechos humanos atribuido a su gobierno, en el enésimo escándalo de abuso de poder en el sexenio. “Los que se sienten agraviados deben ir a la PGR, para eso está, y que se investigue”.
Este nuevo desdén de Peña ahora sobre el espionaje con equipo adquirido por dependencias de su gobierno lo expresó a los periodistas de la “fuente” presidencial, el lunes 19, a su regreso de Cancún, donde inauguró la asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que fue vapuleado Luis Videgaray, su alter ego.
“Que presenten sus pruebas, que no anden hablando. Si son tan machos, que presenten pruebas”, desafió Peña, según esta expresión que recogió el columnista Salvador García Soto, una expresión de prepotencia no por la palabra “machos”, sino por la advertencia de que será otro caso más de impunidad.
Justo el día en que el diario estadunidense The New York Times publicó que prominentes periodistas, defensores de derechos humanos y activistas anticorrupción de México han sido afectados por un avanzado programa de espionaje adquirido por el gobierno mexicano que, en teoría, sólo debe ser utilizado para investigar a criminales y terroristas, Peña pidió hablar “en corto” con la “fuente”, algo que no hacía desde noviembre del año pasado.
En el Hangar Presidencial, según la versión que recogió el autor de este artículo, les platicó a los periodistas cómo había pasado el Día del Padre, su felicidad por el triunfo de su primo Alfredo del Mazo en el Estado de México y hasta los invitó a verlo grabar sus nuevos spots, pero lo que le importaba a Peña era decirles que no le preocupa el espionaje que se le atribuye.
Y tiene razón: El software Pegasus no deja rastros del hacker que lo utilizó, como lo expuso el propio diario. Incluso el fabricante, NSO Group, señala que no se puede determinar exactamente quién está detrás de los intentos específicos de hackeo, del que fueron víctimas periodistas como Carmen Aristegui y aun, en un acto de cobardía, su hijo adolescente, o personajes de la élite económica como Juan Pardinas.
Por eso la carta que Presidencia de la República envió al diario estadounidense no es, en el fondo, una negación del espionaje, sino sencillamente que no puede ser probado.
Pero la certeza de Peña de que nada podrá acreditársele a él y a su gobierno –y de ahí su desafío– es que cualquier denuncia sobre espionaje, como él mismo lo dijo en la plática, deberá presentarse ante la Procuraduría General de la República (PGR) por ser del ámbito federal, que en el sexenio ha sido baluarte de la impunidad, primero con Jesús Murillo Karam, luego con Arely Gómez y ahora con Raúl Cervantes.
Este nuevo escándalo no es, otra vez, un asunto de legalidad –es obvio: El espionaje no deja huella–, sino de la anemia moral que caracteriza a Peña y a los suyos.
Apuntes: Espías en México hay muchos en los gobiernos estatales, pero uno de los principales está en Puebla. El operador se llama Eukid Castañón, diputado federal del PAN, y su jefe se llama Rafael Moreno Valle, el expriista que gasta millones para ser candidato presidencial de este partido.
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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