J. Jaime Hernández y David Brooks
El presidente Donald Trump se ha lanzado contra las agencias de inteligencia. Les acusa de filtrar información clasificada a medios de comunicación que han dejado al descubierto los contactos secretos de miembros de su campaña con diplomáticos rusos y sus servicios de inteligencia.
“!Esto es muy anti americano¡”, explotó hoy desde su cuenta de twiter, para quejarse por la forma en que la comunidad de inteligencia sólo ha hecho su trabajo de armar el rompecabezas de sus contactos ilegales (a través de sus personeros) con los emisarios de Vladimir Putin.
Y, de paso, filtrarlos a la prensa independiente ante el riesgo de que Donald Trump decidiera echarles tierra encima.
Hoy sabemos que agentes del FBI y de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), echaron mano de la orden ejecutiva 12333 y de la Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera (FISA) para monitorear las llamadas y mensajes de texto entre el ex general retirado, Michael Flynn, y el embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak.
Lo que sorprende a propios y extraños es que Flynn, un veterano de la comunidad de inteligencia militar, no haya sospechado de la grabación de estos contactos. En el mundo de la diplomacia (incluida la mexicana) se sabe que los servicios de inteligencia monitorean continuamente las llamadas telefónicas de los embajadores y funcionarios diplomáticos acreditados en Estados Unidos.
Si hacemos caso de lo publicado por The Washington Post y The New York Times, el contenido de las conversaciones entre Flynn y Kislyak estuvo relacionado con las sanciones que la administración de Barack Obama impuso a Rusia por la invasión a Crimea y por el hackeo de los correos electrónicos del partido demócrata y de la campaña electoral de Hillary Clinton.
Esto, en sí mismo, supone una violación de la denominada Ley Logan que prohibe a cualquier civil no vinculado a la rama ejecutiva involucrarse en misiones diplomáticas.
Hoy, Michael Flynn ha sido despedido por Donald Trump tras estas revelaciones explosivas.
Pero la pregunta que muchos se siguen haciendo es; ¿hasta qué punto el hoy presidente de Estados Unidos estuvo al tanto del contenido de las conversaciones entre Flynn y el embajador ruso?.
Dan Rather, uno de los más respetados periodistas de EU, causó ayer revuelo al comparar el escándalo de los contactos de personeros de Trump con diplomáticos y agentes de inteligencia rusos —que alguien ya ha bautizado como el “Kremlingate”—, con el que le costó la presidencia a Richard M Nixon.
“Watergate ha sido el mayor escándalo político de mi vida, tal vez hasta ahora. Fue lo más cerca que estuvimos de una crisis constitucional. En una escala de 10 Armagedón para nuestra forma de gobierno, yo le pondría al Watergate un 9.
“En comparación, éste escándalo de Rusia es actualmente de alrededor de un 5 o 6, en mi opinión, pero sigue creciendo en intensidad. Si miramos hacia atrás es posible que, al final, este escándalo sea al menos tan grande como Watergate.
“Puede convertirse en la medida, según la cual, todos los escándalos futuros serán juzgados. Tiene todos los ingredientes necesarios, y eso es escalofriante “.
El presidente Donald Trump se ha lanzado contra las agencias de inteligencia. Les acusa de filtrar información clasificada a medios de comunicación que han dejado al descubierto los contactos secretos de miembros de su campaña con diplomáticos rusos y sus servicios de inteligencia.
“!Esto es muy anti americano¡”, explotó hoy desde su cuenta de twiter, para quejarse por la forma en que la comunidad de inteligencia sólo ha hecho su trabajo de armar el rompecabezas de sus contactos ilegales (a través de sus personeros) con los emisarios de Vladimir Putin.
Y, de paso, filtrarlos a la prensa independiente ante el riesgo de que Donald Trump decidiera echarles tierra encima.
Hoy sabemos que agentes del FBI y de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), echaron mano de la orden ejecutiva 12333 y de la Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera (FISA) para monitorear las llamadas y mensajes de texto entre el ex general retirado, Michael Flynn, y el embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak.
Lo que sorprende a propios y extraños es que Flynn, un veterano de la comunidad de inteligencia militar, no haya sospechado de la grabación de estos contactos. En el mundo de la diplomacia (incluida la mexicana) se sabe que los servicios de inteligencia monitorean continuamente las llamadas telefónicas de los embajadores y funcionarios diplomáticos acreditados en Estados Unidos.
Si hacemos caso de lo publicado por The Washington Post y The New York Times, el contenido de las conversaciones entre Flynn y Kislyak estuvo relacionado con las sanciones que la administración de Barack Obama impuso a Rusia por la invasión a Crimea y por el hackeo de los correos electrónicos del partido demócrata y de la campaña electoral de Hillary Clinton.
Esto, en sí mismo, supone una violación de la denominada Ley Logan que prohibe a cualquier civil no vinculado a la rama ejecutiva involucrarse en misiones diplomáticas.
Hoy, Michael Flynn ha sido despedido por Donald Trump tras estas revelaciones explosivas.
Pero la pregunta que muchos se siguen haciendo es; ¿hasta qué punto el hoy presidente de Estados Unidos estuvo al tanto del contenido de las conversaciones entre Flynn y el embajador ruso?.
Dan Rather, uno de los más respetados periodistas de EU, causó ayer revuelo al comparar el escándalo de los contactos de personeros de Trump con diplomáticos y agentes de inteligencia rusos —que alguien ya ha bautizado como el “Kremlingate”—, con el que le costó la presidencia a Richard M Nixon.
“Watergate ha sido el mayor escándalo político de mi vida, tal vez hasta ahora. Fue lo más cerca que estuvimos de una crisis constitucional. En una escala de 10 Armagedón para nuestra forma de gobierno, yo le pondría al Watergate un 9.
“En comparación, éste escándalo de Rusia es actualmente de alrededor de un 5 o 6, en mi opinión, pero sigue creciendo en intensidad. Si miramos hacia atrás es posible que, al final, este escándalo sea al menos tan grande como Watergate.
“Puede convertirse en la medida, según la cual, todos los escándalos futuros serán juzgados. Tiene todos los ingredientes necesarios, y eso es escalofriante “.
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