agosto 16, 2016 -
El PAN es, hoy por hoy, el partido con mayores posibilidades de sacar de Los Pinos, por segunda vez, al PRI, sobre todo ahora que el Presidente Peña Nieto, envuelto en consuetudinarios escándalos de corrupción (lo último fue el departamento de Miami), ha erosionado las posibilidades de triunfo de su partido para 2018, sobre todo considerando la lista de sus posibles candidatos (Nuño, Chong y Videgaray, los más visibles).
Si consideramos que EU, gane Clinton o Trump, impedirá por todos los medios el arribo del “populista” López Obrador y de todo lo que de obstáculos comerciales representa esta vertiente política de izquierda radical con nuestro vecino del norte, todavía con mayor razón los albiazules llegarían a los albores de las próximas elecciones bien empoderados y con grandes posibilidades de triunfo.
Esta es la razón por la cual, de no blindarse, la lucha interna por la candidatura presidencial panista podría fracturar de tal modo a esta fuerza política que no pueda conseguir su ansiado regreso.
Entre los candidatos albiazules más visibles (aparte de un bien consolidado Ricardo Anaya y de un cuestionado Moreno Valle) está Margarita Zavala, quien viene a unirse a esa larga lista ya de mujeres mexicanas cónyuges de gobernantes con intenciones (legítimas o no) de poder. La anterior inmediata fue Martha Sahagún, esposa del ex Presidente Vicente Fox.
Más allá de que Margarita Zavala tenga los arreos políticos (humanos, intelectuales, etcétera) para aspirar a la Presidencia de la República, no podemos obviar que es la esposa del mayor causante de la tragedia que ahora vive nuestro país: la guerra en contra del narcotráfico, que sólo en su Gobierno dejó casi 200 mil muertos (según las cifras extraoficiales que se manejan).
Pero, sobre todo, dejó un país de bruces, sin empleo (pese a considerarse el Presidente “del empleo”), con sesenta millones de pobres, con un subsuelo al servicio de las saqueadoras mineras extranjeras (a pesar de las prohibiciones del artículo 27 constitucional), con un incremento en la violación de los derechos humanos (en su sexenio la tortura alcanzó carta de residencia), etcétera.
Si a lo anterior agregamos que Calderón truncó el crecimiento de México hacia el exterior, impidió las reformas estructurales del Estado y malgastó los dividendos otorgados por el petróleo (cuando éste contaba con un precio envidiable), está claro que los mexicanos no pueden desligarlo de su esposa Margarita Zavala, hoy con pretensiones de ocupar, también como su marido, la silla presidencial, y al parecer con reales posibilidades de conseguirlo, pues encuestas recientes (la de Mitosfky, por ejemplo, de hace un par de días) la posicionan ya al mismo nivel que López Obrador.
Yo no sé, de pronto, si sea una broma lo de su rentabilidad electoral o una broma que los mexicanos la vean con ojos desmemoriados. Ambas posiciones, de cualquier modo, me parecen inaceptables. Creer que Margarita Zavala es independiente de su esposo Felipe Calderón es de una ingenuidad que indigna, tanto como olvidar los daños ocasionados a nuestro país por el ex presidente Calderón, su esposo.
Pero la democracia es así, dicen los demócratas, y como contra la voluntad de la mayoría poco (o nada) se puede hacer, entonces hay que aguantarse.
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