San Antonio de Lourdes es un pueblo de Guanajuato que quedó seco hace varios años. Sumido en la pobreza y afectado por la migración, sólo quedan 29 niños en la primaria. Sin embargo, a media hora de distancia, granjas fértiles bombean agua de las profundidades para el riego los campos donde se siembra brócoli y lechuga, destinado a los supermercados estadounidenses.
En un amplio reportaje realizado por su corresponsal Elisabeth Malkin, The New York Times aborda la “extracción exponencial” del agua por parte de acaudaladas empresas agrícolas, gracias a un sistema de sobornos y corrupción, pese a la prohibición de nuevos pozos en Guanajuato.
Cada año, las granjas llegan más lejos en su extracción, por lo que los científicos han alertado que se trata de agua contaminada y depositada desde hace 10 mil o 35 mil años. El arsénico y flúor que contiene el líquido que utilizan causan gran daño y nunca han querido reconocerlo, dijo Marcos Adrián Ortega, hidrogeólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Esta contaminación se hace evidente en la prevalencia de fluorosis dental, una enfermedad que ennegrece los dientes. “Las numerosas quejas de dolor en las articulaciones sugieren que algunas personas podrían haber desarrollado una enfermedad mucho más grave, fluorosis esquelética, que se produce cuando el fluoruro se acumula en los huesos”.
Según la OMS, la exposición a largo plazo de altos niveles de arsénico puede causar cáncer de piel, pulmón, entre otros, así como defectos cardiovasculares, neurológicos, ademas de enfermedades renales.
En los numerosos testimonios recogidos, Balkin pone al descubierto que los más afectados son los habitantes de la comunidades que viven en pobreza, mientras que las granjas, que exportan su productos a Estados Unidos, se benefician en el marco del Tratado de Libre Comercio con Norteamérica.
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