Jaime Avilés (@Desfiladero132)
11 de febrero 2016.- Citada con la debida anticipación que requería un evento de gran importancia, la conferencia que ofreció el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) el martes 9 de febrero a partir de las 11 de la mañana en la ciudad de México, quedó encuadrada entre dos episodios que bien pudieron haber sido planeadosy ejecutados para restarle importancia mediática.
Hechos. A las dos de la mañana del lunes 8, un comando paramilitar sacó de su casa a la reportera veracruzana Anabel Flores Salazar, y se la llevó nadie sabe a dónde. La noticia estremeció a la opinión pública a lo largo de todo ese día, generando malestar e incertidumbre, especialmente, en el gremio periodístico.
Casi como por casualidad, el cadáver de la joven apareció semidesnudo y atado de pies y manos, al filo de las 11 de la mañana del martes 9, a la misma hora que los integrantes del EAAF empezaban a rendir su informe sobre el supuesto incendio del basurero de Cocula, donde según la PGR habrían sido quemados los 43 normalistas de Ayotzinapa la noche del 26 de septiembre de 2014.
Mientras diversos medios alternativos —destacadamente el periódico Regeneración y la oficina de prensa del Centro Miguel Pro de Derechos Humanos— transmitían en vivo y en directo las conclusiones de los peritos argentinos, las repercusiones noticiosas sobreel asesinato de Anabel Flores —periodista número 17 que pierde la vida en el sexenio deJavier Muerte de Ochoa— distrajo, y mucho, la atención de las redes sociales, un espacio político absolutamente fuera del control del gobierno, donde la crítica feroz cobra más y mayor importancia.
Por la tarde del propio martes, una vez que las redes asimilaron el feminicidio del que fue víctima la reportera, y comenzaron a ampliar la onda expansiva del demoledor reporte del EAAF –que entre otras cosas dijo: “científicamente queda demostrado que la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 no se produjo en el basurero de Cocula un incendio de la magnitud ni la duración” que, según la PGR, convirtió en cenizas a los 43 estudiantes–, desde las cloacas de Los Pinos la dictadura asestó otro golpe mediático:una profusión de amenazas de muerte, ilustradas en Twitter con fotos de sicarios de Hollywood, en contra del reportero de Proceso, Álvaro Delgado Gómez.
Hasta aquí la relación de hechos constatados y verificados, que nadie puede negar o desmentir. Era tan grande y notorio el temor de Peña Nieto al informe de los forenses argentinos en vísperas de la llegada del Papa que, en las semanas previas, Gobernación, la PGR, el Cisen y demás instrumentos de represión política, echaron mano de una de sus figuras mediáticas menos quemadas, en términos de prestigio, para reforzar desde la revista Nexos y el periódico El Universal, la hipótesis química, física y termodinámicamente insostenible, del incendio en Cocula, piedra fundamental de la “verdad histórica” de Jesús Murillo Karam.
Desdeñando lo dicho por científicos como el doctor Jorge Montemayor Andrete, distinguido miembro del Instituto de Física de la UNAM —”para quemar 43 cuerpos humanos se habrían tenido que usar 33 toneladas de leña, mil llantas de coche y muchos trabajadores. Aún así habrían quedado dos toneladas y media de acero, una alberquita de hule derretido y la tierra del suelo se habría convertido en barro. Pero incluso si todos estos ingredientes se hubieran utilizado, los huesos de los muchachos seguirían intactos. Para reducirlos a polvo, como dijo la PGR que los encontró, habría sido preciso triturarlos en un molino “—, Héctor de Mauleón escribió:
“Aquella noche, en el basurero de Cocula, la labor del Peluco consistió en atizar el fuego mientras el resto de sus compañeros [el Jona y el Wasako] dormía. (…) El Jona fue detenido en octubre de 2014. Su declaración sostiene que el Wasako se encargó de revisar las pertenencias de los alumnos y más tarde ´apoyó con las garrafas de diesel y gasolina que el mismo había conseguido´.
“El Wasako y otro cómplice, el Duba, habrían echado `diesel con poca gasolina a los cuerpos. Entre los dos prendieron los cuerpos (,) uno en una esquina (,) otro en otra para que se quemaran los cuerpos parejo´, dijo el Jona”. Y así, etcétera, ad náuseam. Larevista Proceso documentó que todas estas “confesiones” fueron obtenidas bajo tortura, lo que las despoja de validez jurídica. Sin embargo, los propagandistas de la “verdad histórica” pasan este dato por alto y se empecinan en repetir que el único responsable de la desaparición de los 43 fue el grupo criminal llamado Guerreros Unidos.
Que muchos de los normalistas fueron retratados esa noche por soldados del ejército mexicano en la clínica María Cristina de Iguala, para los émulos de Goebbels es irrelevante. La función expresa de los intelectuales orgánicos de Los Pinos consiste enelevar la “verdad histórica” a dogma de fe, para ayudar a la PGR a justificar lo injustificable, esto es, la participación de elementos de las fuerzas armadas en la desaparición forzada de 43 estudiantes.
Pero continuemos con nuestra revista de prensa. El propio martes 9, Ricardo Alemán, el analista más “agudo” (en términos psiquiátricos) de El Universal tuiteó:
Si los restos hallados en #Cocula no son de los 43 estudiantes, ¿entonces dónde están? ¿Por qué los expertos no tienen respuesta? Por 90.5FM
Ayer, el periódico Reforma no reportó las conclusiones del EAAF en primera plana; tampoco mencionó al Centro Pro, donde los científicos rindieron su informe, ni habló de lo que dijeron los padres de los muchachos. El vocero de los cúpulos empresariales que se niegan a que se realicen peritajes en los hornos crematorios de los cuarteles de Guerrero, no ocultó su impaciencia para que este asunto se esfume de la memoria humana.
Carlos Marín, director de Milenio, en su comentario de primera plana, se preguntó con el candor de un párvulo: “¿Qué razón pudo tener la PGR para fabricar la versión del basurero?” Rafael Pérez-Gay, íntimo de Héctor de Mauleón, en la página 3 del mismo rotativo, opinó que “una tendencia amplia e influyente de los comentaristas” quiere “arrastrar la verdad histórica por el lodo y, en consecuencia, al gobierno de Peña”.
Vista así, la “intelligentzia” salinista está situada ya a la altura de Andrea Legarreta y Raúl Araiza. Lo bueno es que la debilidad de sus retruécanos los vuelve inútiles como sostenes de un régimen putrefacto. Lo malo es que ese régimen putrefacto desapareció y mató a Anabel Flores Salazar, porque el ingenio de los Carlos Marín, los Ricardo Alemán, los Mauleones y los estultos de Nexos, ya no le alcanza para domeñar las redes sociales.
Y como el feminicidio de la colega veracruzana tampoco les bastó, se vieron obligados a amenazar a un grande entre los grandes, como es Álvaro Delgado, a quien Javier Muerte de Ochoa y Miguel Ángel Osario Chong y sus matoncitos coreográficos le harán lo que el viento a don Benito Juárez.
Agotada a su vez como administradora de la tragedia, esperando que nuevos horrores como el hallazgo de cientos de restos humanos en una fosa de Tierra Blanca, Veracruz, cubran finalmente el caso de los 43 –un crimen imprescriptible que la perseguirá mientras no lo resuelva–, la “procuradora de justicia”, Arely Gómez, se empeña en que se efectúe un peritaje más en el basurero de Cocula.
La sucesora de Murillo Karam, según fuentes confiables, desea seguir jugando a la coneja de los huevos de Pascua, ya que el peritaje más reciente “descubrió” 42 casquillos de bala debajo de una piedra… ¿Qué más encontrará la próxima vez que “revise” el basurero? ¿Su nombre escrito en una denuncia dirigida a la Corte Penal de La Haya por asociación delictuosa en un crimen de lesa humanidad?
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