U
n año después de la tragedia de Iguala, un grupo de expertos designados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos destruyó
la verdad históricaelaborada pacientemente por el régimen con la esperanza de que el suceso fuera olvidado como muchas otras atrocidades. Las revelaciones hubieran hecho tambalear a un régimen en un país con instituciones, pero todo el enorme aparato político y administrativo de México es de mentiras. La mentira es la forma usual como los políticos se dirigen a nosotros y como nosotros nos dirigimos a nuestros compatriotas. Por eso no es asombroso que la desconfianza crezca cada vez más.
Hay quien ha dicho que nuestro régimen es el único donde no se ha cumplido el pensamiento de Lincoln: se puede engañar a todos un tiempo y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. El régimen (incluido dos periodos panistas) está acercándose a 90 años de existencia. La simulación es mucho más vieja: en el siglo XVI los indígenas, amenazados de muerte, se
convirtieronmasivamente al catolicismo. Los frailes simularon que creían estas conversiones milagrosas y las autoridades simularon que les creían a los frailes. Las instituciones en la colonia y durante todo el siglo XIX, la simulación se volvió parte de la cultura mexicana (Diálogo de mestizos, Juventino V. Castro).
El régimen mantiene la contradicción con la realidad real, lo que progresivamente se vuelve intolerable. Sara Sefchovich (País de mentiras, Océano 2008) dice que hemos creado instituciones, leyes, convenios, adoptando modas e ideas de otras culturas… pero detrás de los programas, promesas, informes surge la simulación, esencia de nuestra vida política.
La decadencia de la economía y la concentración van a radicalizarse. La simulación se hace más evidente cuando peores son los resultados, y todo indica que la clase política no será capaz de cambiar el comportamiento. El control de la opinión pública se resquebraja lentamente. Muchos investigadores y comunicadores se han atrevido, con éxito, a independizarse y la gente se indigna: es evidente que el causante del deterioro de la vida cotidiana es el mal gobierno. Habrá un despertar de la conciencia pública y en 2018 un enfrentamiento entre el régimen poderoso pero decadente, y nuevas fuerzas que, si se organizan, podrán retarlo. Tendríamos que aceptar que el desenlace también podría ser un estallido que arrastrará a la élite beneficiaria del régimen de mentiras, y a muchos estén o no en favor del cambio. No debemos especular sobre lo que pasará, sino actuar con energía y serenidad para que el descontento rompa con la simulación sin arruinar a México.
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