Eduardo Cervantes.
La historia actual nos remite a los tiempos de Carlos Salinas Gortari. Promesas, bonanza, futuro prometedor y halagos por doquier en el contexto internacional.
Cuando Salinas de Gortari gobernaba, las publicaciones con mayor prestigio del mundo, lo retrataban en sus portadas. Era Salinas el visionario, el modernizador, el hombre que México había esperado décadas y décadas; el hombre que haría posible lo que ningún otro Presidente, sacar a México del tercer mundo.
Y en parte lo hizo, se modernizó una parte del territorio nacional, el Estado se deshizo de empresas paraestatales que generaban más gastos que dividendos –no significa que no tuvieran futuro-, entramos a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –club de ricos al que cualquier otro país latinoamericano no podía aspirar-, la Organización Mundial de Comercio elogiaba nuestras políticas comerciales y el Fondo Monetario Internacional, nuestra política monetaria y fiscal. La cereza en el pastel, la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
Salinas fue el consentido de los medios, principalmente de las publicaciones especializadas en economía, política, finanzas, energía, telecomunicaciones, etc.
Se dejaba apapachar por intelectuales y académicos, lo que arrastraba una estela de tranquilidad y confianza al resto de la poblacion.
Y el encanto se deshizo: el levantamiento en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y otros más, los antecedentes de una probable devaluación y las demandas de libertades civiles y derechos políticos, fracturaron el teatrito.
Las portadas y halagos del exterior no sirvieron, el país se nos deshizo entre las manos y con ello, varias generaciones quedaron privadas de oportunidades de desarrollo y crecimiento, riquezas se esfumaron y el patrimonio de una clase media vapuleada por 15 años de crisis económicas, desapareció.
Y las portadas quedaron para el recuerdo, la anécdota, la denuncia y la burla.
A 20 años, transitamos por un paraje igual de peligroso, el Presidente es el salvador de México para la revista Time y es vendido como un objeto de la cultura pop, en la Rolling Stone; Luis Videgaray es homenajado como el Ministro de Finanzas más importante del mundo y Emilio Lozoya, es el petrolero del año.
Siempre nos acusan de ser un país desmemoriado, sin conciencia y sin aprendizaje histórico. Hoy las condiciones son distintas, la democracia –bien o mal construida-, la libertad de la que gozamos y las redes sociales, pueden ser el anclaje a un pasado que no nos puede vender espejitos (otra vez, otra vez).
La ingeniería de una ciudadanía crítica e informada -a pesar de aun ser un ideal lejano-, se va construyendo poco a poco y liderazgos horizontales emergen para exigir y para denunciar los excesos y abusos del poder. Para demandar portadas que no nos afirman como nación y sí, nos distraen de lo importante.
Ojalá y esté equivocado, y ésta no sea una pantomima más del sistema político mexicano. Porque estos vicios no son propios del partido en el poder, son características que comparten todos en menor o mayor escala.
Nuestro régimen debe madurar y abandonar la retórica mediática, debe propiciar espacios de diálogo y de confrontación de ideas basados en argumentos y no en creencias. No en portadas.
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