RT/La Radio del Sur
“La Ucrania de hoy, igual que el Chile de 1973, está viviendo cambios históricos. El proceso no es fácil y parece que el país no podrá pasarlo sin ‘un Pinochet’ ucraniano. Sin él, puede ser que no haya ni reformas”, asegura el analista Ivan Kompan.
Mientras Ucrania sirve de arena de combates por las zonas de control entre oligarcas y agrupaciones armadas extremistas, a los que los medios occidentales en general definen como ‘luchadores por la libertad’, la revista ‘Forbes’ propone su peculiar opinión de lo que necesita el país: desde su punto de vista, a Ucrania le hace falta “un Pinochet”.
“Fue Pinochet quien cimentó el andamiaje que permitió convertir a un país retrasado en una de las economías más exitosas de América Latina [...]. Lo prueban tanto la nota ‘A’ de la agencia S&P como el puesto vigésimo en la lista de los países menos corruptos”, argumenta Ivan Kompan en su columna en ‘Forbes’. Y recomienda la misma receta a Kiev, aunque sin mencionar la represión que acompañó al ‘milagro’ chileno: admite los asesinatos y la tortura de decenas de miles de personas, pero el único comentario que hace al respecto es que “la figura de Pinochet en la historia es ambigua”.
Una economía destruida, pobreza, desconfianza y discrepancias entre diferentes partes del país son los rasgos comunes entre la Ucrania de hoy y el Chile de 1973, prosigue Kompan. Pero subraya una diferencia clave: “Hace 40 años en Chile apareció un estratega que prometió poco, pero hizo mucho. Es precisamente lo que ahora necesita Ucrania, llena de ‘moscas’, personajes políticos cuyas diferencias se limitan a las etiquetas de diferentes partidos”.
“El gran mérito del general Pinochet fue que no tuvo miedo de apostar por un grupo de graduados chilenos en la Universidad de Chicago y en otras universidades estadounidenses: jóvenes, educados y criados bajo el espíritu del liberalismo clásico. ‘Los Chicago Boys’ fueron la fuente de las ideas que permitieron las reformas económicas y tuvieron la posibilidad de llevarlas a la práctica. Aún más: el general dio la posibilidad de implementar reformas a largo plazo y acabó con el ‘populismo de corto alcance’, un arma frecuente de los políticos ucranianos”, detalla el analista.
El programa que estableció las pautas de las reformas económicas radicales de libre mercado —llamado ‘El ladrillo’ por el grosor del documento final— pudo convertir Chile en un país acaudalado y transformar por completo su sociedad, subraya el analista. “Es imposible predecir si el programa chileno podría cambiar a Ucrania: cada Estado tiene numerosas peculiaridades nacionales, sociales y demográficas. La lección principal de la historia de Chile no es el contenido de las reformas, sino sus autores y aquellos que las llevaron a cabo. Nos queda por esperar que finalmente Ucrania pueda ver a sus propios ‘Chicago Boys’ para que cambien el país de un Estado oligárquico y feudal a uno capitalista y democrático.”, concluye Kompan. Y pone un punto final: “Como el proceso es bastante complicado, no podrá realizarse sin un Pinochet ucraniano”. Sin un Pinochet, puede que no haya ni reformas ni patriotas jóvenes que las ideen, explica.
La receta podría parecer ideal, de no ser porque olvida ciertos ‘detalles’ fundamentales: a lo largo de sus elogios al modelo chileno, Kompan no entra en detalle para comentar cómo influiría exactamente la aparición de un Pinochet en la arena política ucraniana, un país al borde de una guerra civil donde grupos armados neofascistas tienen un papel clave.
Según la cifra de la Comisión Nacional de la Verdad y la Reconciliación, un organismo creado en Chile en 1990 para esclarecer “las graves violaciones de los derechos humanos” durante la dictadura, el régimen de Augusto Pinochet se cobró la vida de 2.279 personas, además de otros 1.102 “detenidos desaparecidos”.
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