¿Pues
qué le hace el PRI a la economía?
Por: Alejandro Páez Varela -
septiembre 30 de 2013
Qué desilusionante Luis Videgaray,
me decía una amiga periodista. Todavía guardaba una cierta esperanza de que
esta vez, por única ocasión, el PRI no mandara al diablo la economía. Sólo le
bastaron diez meses para poner a temblar al país; ahora va en resbaladero –los
siguientes datos los agrego yo–: en enero se calculaba un crecimiento del 3.5
como proporción del Producto Interno Bruto (PIB); para mayo ya era 3.1; en
agosto se calculaba en 1.8 y ahora, en 1.7. En diez meses. Increíble. Lo que se
dice dentro de la Secretaría de Hacienda –ahora cito a un segundo amigo
periodista– es que si el país crece 0.7 por ciento este año, debemos sentirnos
optimistas. ¿Pues qué le hacen los priistas a la economía?, le preguntaba a un
conocido, este con más argumentos técnicos. Me respondía: generan desconfianza;
los capitales se detienen porque el PRI está acostumbrado a mentir; los
inversionistas activan, con el PRI, un mecanismo de defensa. Los ejemplos sobran,
me mencionaba: desde la ilusión generada por Carlos Salinas de Gortari (a
principios de la década de 1990) hasta la pantalla de engaños de Humberto
Moreira (hace dos años). Mienten. Y un mentiroso no es un buen socio para los
negocios de largo aliento. Entonces esperan oportunidades brutales para
convencerse; que pongan en venta un Telmex o los bancos, como en el pasado; o
los negocios de la desplumada Pemex, como quieren hacerlo ahora. Los hombres
del capital urgen oportunidades, ofertas; quieren ganancias hartas y en
caliente, no apostarle al mediano plazo a estos mexicanos y sus gobiernos
corruptos. Entonces, para atraer capitales, como no tenemos otra cosa que
ofrecer, sacan hasta las pulseras de la abuela (sin que se haya muerto) y las
venden al mejor postor. El efecto de esta desconfianza es el que estamos
viviendo: pocos, o casi nada de empleos nuevos. Claro que la percepción que
genera el PRI no es el único factor que influye. Está el externo: Estados
Unidos no pudo recuperarse con Barack Obama mientras la crisis se prolonga en
Europa; de los mercados emergentes, México no es la mejor opción incluso en
Latinoamérica a causa de la inseguridad doble: para invertir y para sobrevivir.
Además de los factores coyunturales está lo que somos: décadas y décadas de
políticas fallidas contra la pobreza hace de México un destino “folclórico”
pero no uno que inspire estabilidad. No somos una nación con potencial de
futuro porque ni siquiera educamos a nuestra gente. Y si a eso le agregamos que
el PRI no genera confianza, pues círculo perfecto de la derrota. Al final, todo
se paga. El PRI le ha mentido a los mexicanos y le ha mentido a los
inversionistas. Ha dibujado escenarios de oropel que terminan desplomándose.
Eso tiene un costo, aunque el costo lo paguemos los ciudadanos porque no creo
que los priistas lo paguen jamás: Humberto Moreira vive como príncipe, se dice,
en España; Arturo Montiel, tío de Enrique Peña Nieto, jamás pisó un tribunal
aunque su enriquecimiento fuera tan publico. Allí está el Senador del PRI
Carlos Romero Deschamps, que desvió sólo en el año 2000 unos mil millones de
pesos y mírenlo, tan a gusto. Todo se paga: las mentiras de los gobiernos del
PRI tienen un alto costo que los ciudadanos liquidamos en efectivo o con
nuestros impuestos. Y bueno, el factor Luis Videgaray. Es un hijo orgulloso del
PRI: mintió en la campaña de 2012, frente a las cámaras de televisión; le
preguntaron si se estaba usando o no Monex y dijo, ante todos nosotros, que NO.
Se hizo el ofendido. El mismo Peña Nieto mintió cuando era Gobernador del
Estado de México: en su último informe de gobierno –sólo uno de muchos
ejemplos– habló de una disminución de la violencia y fue desmentido por la
prestigiada revista The Economist; tuvo que disculparse un más adelante. Nada distinto
a lo que vimos en el pasado: Carlos Salinas de Gortari dejó el país hecho
trizas, pero se las daba del gran estadista; y allí va hasta el Congreso de
Estados Unidos a aplaudirlo de pie. Poco después, la debacle. Los ejemplos
sobran. Los gobiernos del PRI mienten una y otra vez. Y las mentiras tienen un
costo. Se consolidan en la falta de transparencia –que tanto aman los priistas–
pero tarde o temprano salen a flote. Lo sabemos usted y yo –aunque usted haya
votado o no por el PRI–, lo saben los que arriesgan su capital, empresarios e
inversionistas extranjeros. Yo, honestamente, no creo que las cosas vayan a
mejorar. Pondrán mil excusas para justificar que la economía nacional se hunde,
como ahora lo hace Videgaray con “Ingrid” y “Manuel”; se sacarán conejos de la
chistera para convencernos que no son ellos, que fue teté. Pero difícil engañar
siempre y por tanto tiempo: es el PRI. Ese partido ha sido una noche negra para
México y lo seguirá siendo porque las generaciones que vienen de priistas son
lo mismo. Ya lo vimos en el 2012. Así que agarre bien su cartera; guárdese bien
los billetitos y sobre todo, deshágase de las tarjetas de crédito. La bola de
nieve lleva nueve meses tomando fuerza en lo alto de la montaña; viene rodando,
rodando, y arrastra a su paso más nieve y lodo y piedras y árboles. La
experiencia de décadas nos debería poner en alerta: viene el alud. Dios quiera
esté equivocado; ojalá se me haga la boca chicharrón.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/30-09-2013/17852. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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