E
n diez semanas se va a definir el futuro del régimen: ese híbrido entre democracia y plutocracia. Peña tendrá que decidir las reformas energética, fiscal y política. No puede eludir la responsabilidad, ni echarse para atrás, y es difícil imponerlas.
Peña calculará entre la presión de los grupos de interés, a quienes debe el cargo y que quieren la renta petrolera con reforma a la Constitución, seguir en el paraíso fiscal donde no pagan impuestos o se los devuelven y desplazar la carga tributaria a las grandes masas, acotando una reforma política para que no ponga en peligro la hegemonía conservadora. Por otra parte, deberá encarar la resistencia de la mayoría o una porción grande y politizada de la población que no quiere desnacionalizar Pemex, ni IVA en alimentos y medicinas, y tampoco una reforma política tramposa.
Creo que todos estamos de acuer-do en que hay que reorganizar Pemex. Empezar por controlar el sindicato voraz, la administración corrupta y liberar del tributo brutal que le impide competir. Esta industria está vinculada con nuestra identidad histórica. En materia fiscal se necesitan más recursos y una reforma progresiva; que paguen más los que más tienen podría dar 400 mil millones. Y, en materia política, que se controle el dinero y a los medios para garantizar elecciones libres y justas.
Es probable que Peña se identifique ideológicamente con la oligarquía, pero para imponer una reforma a la Constitución, o aumentar el IVA, requeriría condiciones muy favorables que no existen: llegó al gobierno con ilegitimidad y no ha tenido buen desempeño, su estrategia contra el narcotráfico es apoyada sólo por 31 por ciento, y la violencia continúa en todo el país, aparecen grupos armados y el descontento y los combates se multiplican. Nuestra economía no crece; el desempleo sí. La pobreza aumenta y las desigualdades también. Gravar la comida o el cuidado de la salud sería muy impopular. La reforma política tramposa rompería el Pacto por México. Peña sabe que puede provocarse un conflicto prolongado y grave. Que no hay condiciones para ir a fondo. ¿El pronóstico? Peña se contentará con avances medianos para satisfacer a la oligarquía: dejar el IVA para otro momento, obligar a los más ricos a pagar una cuota mayor, pero módica, y hacer ciertas concesiones en la reforma electoral, sin ir demasiado lejos.
Es esto lo que aconsejaría el sentido común, no lo que hará Peña. Él ha vendido aquí y afuera la privatización de Pemex y el IVA generalizado. Puede confiar en el
aquí no pasa nadao en el poder de los medios para debilitar la inconformidad; puede pensar que la gente aceptará el cambio y que le volverá la espalda a AMLO. Pero incurriría en un error fatídico: la gente harta de 30 años de crisis puede cobrársela con él. Considerarlo un traidor y, ahora o después, pasarle la factura, no sólo a nivel electoral, sino en las calles. La palabra ingobernabilidad podría vibrar en el escenario. Sin embargo, la historia está repleta de decisiones absurdas de hombres poderosos e inteligentes que por sus errores han quebrado los regímenes que decían defender.
Twitter: @ortizpinchetti
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