jueves, 11 de julio de 2013

El trato a #Coyoacán e Iztapalapa

Un gobierno, dos raseros

Entre impunidad y ¿desconfianza?
Miguel Ángel Velázquez
N
ada fácil resulta tratar de entender qué es lo que pasa en la relación entre el gobierno de la ciudad y los delegados o, mejor dicho, un par de delegados.
Todo indica que el suelo no está tan parejo para los gobernantes delegacionales, y que las diferencias cada día son más obvias. El asunto salta porque en tanto para Mauricio Toledo, en Coyoacán, parece haberse tendido un manto de impunidad, al de Iztapalapa, Jesús Valencia, se le aprieta desde el Zócalo, sin aparente motivo.
El caso de Toledo es cada día más escandaloso. Las acusaciones de empresarios y habitantes de la demarcación por el mal gobierno –eso por decir lo menos– van y vienen sin que exista una respuesta contundente del gobierno central, aunque a partir de ser sinceros, habría que recordar que el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, dijo muy claro que tendría que investigarse lo que sucede en la histórica Coyoacán.
Entonces, algo no está funcionando dentro de la administración, porque todos sabemos que el jefe de Gobierno no es hombre que acostumbre escupir demagogia, y menos aún en casos como el de Toledo, que a todas luces desprestigia a su gobierno.
Es decir, para el gobierno central lo que sucede en Coyoacán es más que claro, y aunque, como expresó el propio Mancera, no se trata de pedir a un delegado electo la renuncia, sí se tienen armas suficientes para hacer gobierno desde el Zócalo, sin que el delegado pueda meter las manos.
Todo ello porque en ningún lugar del gabinete de Mancera se le tiene confianza a Toledo. Poner dinero en sus manos, dicen algunos, es perder el recurso, pero eso no debe o no puede frenar los programas sociales que requieren seguir su marcha, desde luego sin Toledo, para evitar problemas.
Pero el embudo se vuelve angosto cuando de Iztapalapa se trata. Por algún motivo sin confesar alguno de esos pecados imperdonables, desde el Zócalo se ha sometido al gobierno de esa demarcación a un trato duro que aparentemente no tiene motivo, o cuando menos no del tamaño de las razones que existen en Coyoacán.
Según se nos ha dicho, desde la jefatura de Gobierno se han cancelado un par de actos a los que estaba invitado Miguel Ángel Mancera, quien evitó estar presente como para enviar un mensaje claro al delegado, quien, por otro lado, no para de hablar y prometer y dejar a todo mundo colgado.
El caso de Valencia, se asegura, está cada día más que complicado, porque incluso hay cierto tipo de decisiones que ya no pasan por su despacho, pero llegan a buen puerto sin que el delegado tenga ningún tipo de injerencia; es decir, en muchas ocasiones ya ni se le toma en cuenta. Y por otro lado, ante ese vacío ya hay quienes empiezan a hacer campaña a sus costillas con toda libertad.
En fin, aunque las apariencias muchas veces nos engañan, y así se podría hablar de injusticias en esos dos casos, queda la duda de por qué el embate contra Valencia, y por qué y desde dónde se protege a Toledo. ¿Quién entiende?
De pasadita
Un buen amigo nos corrige la plana y nos asegura que el PRD no se desfondó en las elecciones del domingo pasado, y que los números que arroja la votación colocan a ese partido con poco menos de 8 por ciento, que siempre que López Obrador no aparece en la lista de candidatos obtiene.
Bueno, si eso no es desfondarse, estamos de acuerdo, y lo que se puede colegir de esta elección es que los votos que logró ese partido lo alejan, de verdad, de cualquier posibilidad de influir en las decisiones que se tomen desde el gobierno. En pocas palabras, no son nada. Tantán.

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