sábado, 20 de abril de 2013

Al malvado de Calderón ni un rasguño



Alvaro Cepeda Neri
Prólogo Político


Durante la competencia del más antiguo maratón estadounidense (de los tres más importantes que tienen lugar en ese país), el terrorismo sembró, al parecer, más de tres bombas de fabricación casera, de las cuales dos estallaron casi en la meta con tremenda espectacularidad (una más en una biblioteca) causando el homicidio de un niño y tres adultos. Entre los espectadores andaba el malvado Calderón, con su escolta militar disfrazada de civiles; pero, como estaba en dirección opuesta y alejado del sitio de las explosiones, para mala suerte de los mexicanos que fueron víctimas de ese alcohólico debido a los 100 mil asesinados, los miles de desaparecidos, huérfanos, viudas y todo el país bajo el terror de la inseguridad que el peñismo no logra atajar (los panistas y quienes no quieran pasar la factura pueden excusarse), ese tipo perverso, ahora de paseo y refugiado allá, ni un rasguño tuvo.
Si sacamos cuentas comparando, Calderón ha sido uno de los presidentes que más daño económico, político, cultural y social causó a la Nación. Fue corrupto como Salinas y desgraciado como Santa Anna; un loco como Fox y matón como Victoriano Huerta. Salió peor que Echeverría y López Portillo. Superó a Díaz Ordaz el asesino de 1968. Y desgració al país abusando del poder en complicidad con panistas como Martínez Cásarez, metido a periodista; Lozano Alarcón, Mouriño y toda su pandilla que erigieron su “estela de luz” como monumento a sus raterías y estupidez. Era como para que Calderón ya hubiera sido juzgado en Juicio Político y penal, para estar encarcelado de por vida, acompañando a su amiga Elba Esther Gordillo y a los narcotraficantes, menos al Chapo Guzmán porque Fox lo dejó fugarse.
Cuentan que Calderón se echó a correr como loco en cuanto escuchó las explosiones, por más que su guardia pretoriana le gritaba que se detuviera. Como está paranoico y temeroso de que lo vayan a atacar se puso nervioso. Con su pensión de un cuarto de millón de pesos, sus ahorros (¿sus ahorros?) y lo que le cae del “cielo” empresarial a cuyos integrantes ayudó, el tal Calderón se da vida de rey. Quiso participar en el maratón, pero solamente fue de espectador y hasta se tomó la foto con un mexicano que sí participó. Y como si estuviéramos con pendiente de su suerte, envió mensajes de que nada le había pasado. Mala suerte para quienes deseamos que una de las dos o las dos explosiones lo hubieran alcanzado y no al niño que murió en el atentado.
El panista, con la frente más amplia por su apresurada calvicie (a Salinas lo obligó a raparse y semeja un verdugo medieval), se llevó tremendo susto. Y nosotros, los anticalderonistas, tremenda decepción pues ni un rasguño se llevó. Es la suerte de los malvados, hasta que un día se les aparece el Diablo. A Zedillo ya lo andan rasurando, así que Calderón no debe olvidar que “cuando veas las barbas de tu vecino rasurar pon las tuyas a remojar”. A Zedillo están por juzgarlo por la matanza de Acteal. A Calderón por el desastre que dejó y que Peña no halla cómo, de la noche a la mañana, encontrarle la cuadratura al círculo.

cepedaneri@prodigy.net.mx

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