La guerra en la Península de Corea luce inminente y su connotación es más grande de lo que puede parecer.
Si Corea del Norte cae, no habrá país ni pueblo en el mundo que detenga el avance imperialista de los Estados Unidos. Pero si, siguiendo el ejemplo de Vietnam, Cuba o la indomable Palestina, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) frena las agresiones militares de Washington, la humanidad estaría observando la debacle de ese imperio, que por décadas se ha erigido como la guardia del mundo, conviniendo con quienes se le subyugan y amedrentando política, financiera, mediática y militarmente, a quienes no se alinean con sus intereses.
Desde la Guerra de Corea de 1950 y la adopción del modelo socialista, Norcorea siempre ha estado ahí. Impulsó el socialismo-comunismo, primero venciendo culturalmente a Corea del Sur que quedó en manos de EEUU, y vivificando la utopía económica de dotar a toda clase trabajadora del poder sobre los modos de producción, cuya plusvalía paga todos los servicios necesarios: vivienda, salud, educación, entretenimiento, cultura y trabajo.
De manera soberana, generó su tecnología para la industria y el campo, pero también lo hizo con su armada. Buena parte de su adelanto científico se ha ocupado en el desarrollo de armamento con fines disuasivos contra posibles las invasiones de los países capitalistas, principalmente Estados Unidos, quien hoy franquea la península coreana en ánimo de guerra.
Arengado por su talante anti-comunista, siempre Estados Unidos ha querido la guerra con Corea del Norte. Desde el armisticio coreano de 1953, la RPDC ha insistido en la firma de un tratado permanente de paz que no sólo ponga fin a las tensiones bélicas, sino que inclusive abra relaciones diplomáticas tanto con Seul como con Washington. Pero presidentes estadounidenses han ido y venido, sin querer firmar la pacificación de la península ¿Por qué? La pregunta parece tener una respuesta sencilla: La condición de EEUU para la paz, implica el subyugo de Norcorea y el cambio de su modelo político-económico; algo que, en efecto, Pyongyang no ha aceptado desde hace 60 años y queda claro que no aceptará.
Y en su afán soberano, como así mismo lo hacen países como Rusia, China, Alemania y los mismos Estados Unidos, Corea del Norte tiene interés en desarrollar tecnología nuclear con fines progresistas. Por eso en diciembre del 2012, lanzó un satélite en órbita desatando la furia del concierto de países aliados con la Casa Blanca, todos, cobijados por el Consejo de Seguridad de la ONU - el mismo que le permitió las invasiones a Irak y Afganistán como hoy sucede en Siria-, quien de inmediato impulsó sanciones económicas a la RPDC, estrechando aún más el bloqueo comercial contra el país.
La respuesta de Pyongyang fue puntual: No sólo seguiría desarrollando su propia tecnología, sino que advirtió los afanes invasivos de Estados Unidos con ese pretexto –el mismo que ese país cierne sobre Irán.
Y no; no es Corea del Norte el que acercó sus buques de guerra a las costas de Estados Unidos. No es Corea del Norte quien tiene bajo su dominio el aparato diplomático de la ONU, ni la OTAN, ni la Unión Europea; no es Corea del Norte quien hoy amenaza a la humanidad entera con una hecatombe mundial. Corea del Norte siempre ha estado ahí, tendiendo manos pero bloqueado por los medios y los lobbys de guerra. Es Estados Unidos quien maniobra a su Ejército justo en la frontera coreana, desafiando la paciencia norcoreana. Como un típico abusón, que grita y acusa que el de enfrente le provocó.
Ojalá, pues, que a Barack Obama no se le ocurra lanzar una sola bala contra territorio Norcoreano, pues Pyongyang ha advertido en bastaría eso para desatar la “guerra total”.
por Alberto Buitre
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