Detesto hablar en primera persona, sin embargo estas circunstancias se refieren a mi, por tanto se me perdonará.
Se ha hablando hasta la náusea sobre lo que todos ya sabemos, incluso he tenido que explicarlo hasta la náusea para dejar claro que el contenido de lo expresado por mi en Twitter obedece a una simple y curiosa coincidencia en la que hay más errores que aciertos. Sin embargo es natural que tal dicho haya sido sobredimensionado ante la aparente psicosis que afecta los criterios editoriales de los medios de comunicación y algunas autoridades despistadas. Pretender juzgar la libertad de expresión de los ciudadanos desde una escala de valores que surge de un consejo corporativo o de una oficina de un gobierno, que no tiene idea de lo que hace, se antoja no menos que peligroso.Leí en un artículo publicado por una blogger (lamento no tener el link disponible) una frase que recuerdo debido a su exactitud y claridad: “Twitter no es una agencia de noticias” y, me permito agregar, mucho menos un oráculo. Desde el momento en que el Tweet en cuestión comenzó a propagarse de forma viral por todos los medios existentes pensé para mi que tal cosa no sería más que anecdótico, también pensé que esto no sería tomado con importancia por una autoridad presuntamente seria y que dedicarle atención sería sólo la confirmación de que las autoridades han perdido el contacto con la sociedad civil significando, eso si, una terrible tragedia.
El cúlmen de esta serie de sucesos que parece emanar de una novela Orwelliana, es la detención, no de un Tuitero, sino de un ciudadano a quien se le violentaron una serie de derechos en nombre de la sospecha infundada. Tal parece que el gobierno mexicano, así como otros, creen que sus gobernados padecen el Síndrome de Casandra o son criminales potenciales. Quizás por ello el Departamento de Estado de Estados Unidos ha pedido a Twitter todos mis datos posibles con el fin de asegurarse que no soy una amenaza para su imperio. Sorpresa que se llevarán esos aburridos agentes cuando descubran a alguien con una vida más aburrida que la de ellos, pero supongo que el público norteamericano se siente a gusto invirtiendo de esta forma sus impuestos; no me interesa. Lo interesante es comprobar por mi mismo cómo la agenda de relaciones exteriores de México se escribe muy al norte de Los Pinos, demasiado al norte. Pero eso también ya lo sabíamos.
En el ámbito particular lamento el dejo de suspicacia que Carmen Aristegui ejerció con mi Tweet, no la culpo sin embargo, pues es obvio que los periodistas tradicionales (aún aquellos que son honestamente críticos del gobierno) padecen un profundo desconocimiento de la dinámica en redes sociales e Internet en su total. De los otros periodistas que dedicaron tiempo a este servidor llamándolo pomposamente “terrorista cibernético” no merecen más que un poco de lástima.
No sé que vaya a sucederle a mi persona, y el no saberlo tampoco me impide a seguirme expresando como siempre lo he hecho pues antes de mi siguen persistiendo problemas que como país y sociedad debemos comenzar a superar; perder el tiempo preocupándose por nimiedades como lo que se lee en Twitter es cosa de gobiernos ociosos, de medios de comunicación tremendistas.
Nuestro país va a cambiar, tiene que cambiar.
PD: Agradezco a mis amigos y amigas, nuevos y viejos, compañeros y compañeras, hombres y mujeres de lucha social, organizaciones por los derechos, periodistas, reporteros, persona especial, bloggers, tweeters, desconocidos, familia; a todos les debo más que las gracias.
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