R. Archondo P.
Hacen ya muchos años que convivimos con la pobreza y las adicciones que destruyen vidas en la fase más productiva y creativa. Pero en los últimos 10 años hemos visto generalizarse lo que antes sólo era posible en ejercicio de la locura, los fragmentadores crueles de cuerpos eran tributo de psicopatías más propias de las novelas de terror. Hoy un sicario le saca los ojos a otro usando una cuchara, cuelga vivos a sus adversarios en un puente peatonal en pleno centro de una ciudad y les prenden fuego, ruedan cabezas tiradas en la vía pública y se envían dedos u orejas a los familiares de secuestrados. Los cadáveres se aglomeran en fosas clandestinas enteros o fragmentados, otros desaparecen en procesos químicos sarcásticamente denominados pozoleros. Nada ya nos asombra ni nos conmueve, se está destruyendo la esencia de la humanidad.
El capitalismo transforma el dinero en mercancía para obtener más dinero, ese excedente es la ganancia que busca sin importarle la destrucción del planeta. En el caso del narcotráfico, por la prohibición, la ganancia es superlativa de 10 a 20 veces. Por otra parte, tenemos un sistema educativo excluyente e ineficiente, desempleo y salarios de hambre que hacen de la mayoría de la población candidatos al ilícito.
La humanidad ha utilizado drogas desde tiempos inmemoriales, pero no había sido un negocio de estas proporciones hasta la llegada del capitalismo en su forma neoliberal. Altísima concentración de la riqueza, los Slim se codean con los Guzmán en la lista de Forbes; achicamiento del Estado, castigo al salario y prestaciones sociales, grandes privilegios oligárquicos, paraísos fiscales, etc.
Cómo si esto fuera poco, un cobarde taliban criollo desata una falsa guerra con más de 50 mil cuerpos despedazados. Guerra del desatino de un empleado cínico y fundamentalista de la oligarquía neoliberal que tiene secuestrado a todo un país. Nunca antes habíamos visto tanta desigualdad y pobreza nadando en ríos de sangre.
Aunque lo peor se ubica en México, superando a la situación colombiana, el resto de los gobiernos del mundo se ven en la imposibilidad de controlar la situación mientras las drogas sigan siendo un negocio excesivamente bonancible.
Resulta imposible competir en el mercado laboral con el narcotráfico y cualquier guerra, aun verdadera, es absurda.
Todos sabemos, de oídas o por investigaciones como las de Anabel Hernández, que los narcos han infiltrado todo. No se trata de grupos asilados, sino de una estructura entrelazada en la totalidad del tejido social que requiere terapia estructural universal. El Estado está a su servicio y con ello la garantía de la impunidad. El propio presidente y vicepresidente del imperio, implementaron con la CIA y los narcos el apoyo a la contra nicaragüense, el fin justifica los medios. Es ya larga la historia de complicidades entre la CIA, la DEA (sugirió la idea de crear un sindicato de narcotraficantes), los ejércitos y entre ellos el ejército de USA, los gobiernos, los empresarios lavadores (Banamex, Bancomer, Banco Confía) y los políticos (Salinas, Fox, Calderón). La droga va y las armas vienen.
En 1970 era más peligroso ser guerrillero o disidente que narcotraficante. Era la época en que el gobierno federal mexicano tenía bajo su control la siembra y el trasiego de droga, los narcos pagaban 60 dólares de impuesto por kilo al jefe de la zona militar y 40 para las Policías. A partir de 1982 se empezaron a borrar las fronteras entre narcos y gobierno, además de afianzarse los nexos con los colombianos. Ya para 1989 aparece el principal narcofuncionario que es Genaro García Luna, quien en todos los estamentos que ha ocupado desde entonces, se encarga de proteger fundamentalmente al Chapo Guzmán (Cártel de Sinaloa) que es el único que opera en todas las regiones de USA. Durante el sexenio de Salinas de Gortari su hermano Raúl fue el operador oficial de Carrillo Fuentes.
El principal narcotraficante de México, el Chapo Guzmán, fue liberado el 2001 por el gobierno de Fox, saliendo del penal con el uniforme de la Policía Federal Preventiva (PFP). Con Fox los funcionarios públicos se convierten en empleados de los narcos y su brazo armado. Las narconóminas son famosas, 10 mil dólares mensuales para los de la Procuraduría General de la República (PGR), 5 mil para los de la Policía Federal Preventiva (PFP), menos para los de abajo en todos los niveles. Muchos de los narcos han salido del ejército, del Grupo Aeromóvil de la Fuerzas Especiales (GAFE) y de los “Kaibiles” del ejército guatemalteco. Fox terminó con 9 mil muertos, Calderón llegaría a 60 mil a pesar de haber mandado mensajeros conciliadores al Chapo el 2008. Hay víctimas también oficiales, recordemos a Mouriño, el Secretario de Gobernación de Calderón que vendía plazas a los narcos y que fue ejecutado volando su avión con explosivo C4.
Son dueños de los aeropuertos. La empresa Aviones S.A. de C.V. del Aeropuerto de la Ciudad de México hasta puede hacer vuelos privados, lo mismo en Atizapán Estado de México, Puebla, Cuernavaca, Toluca y otros.
El secuestro es un negocio adicional del narcotráfico y también goza de protección oficial, hay evidencias que García Luna protegía a la banda de “La Flor” y que la Subdirectora de la Unidad Antisecuestros secuestraba. García Luna tiene propiedades por más de 40 millones de pesos que son injustificables.
Anabel nos dice que la narcocracia mexicana son narcotraficantes, narcoempresarios y narcopolíticos, eso es contagioso y seguramente generalizado mundialmente en alguna medida. No hay mejor negocio, la cocaína se compra en Colombia en 2.500 dólares el kilo y se vende en New York en 28.000 dólares o en España en 33.000 euros. A la narcocracia no le interesa la legalización, sólo los ciudadanos podrán hacer algo.
La tarea es muy grande, hay que acabar con el capitalismo neoliberal, hay que dar igualdad de oportunidades a toda la población mundial (sobretodo educación), empleos con salarios dignos, equidad económica, y finalmente legalización mundial de las drogas combatiendo su consumo como se hace con el alcohol y el tabaco. Ya empezamos a trabajar hace mucho tiempo, pero falta que casi todos pensemos igual. Hay que cambiar el sistema, hay que hacer un verdadero cambio de fondo, no se trata de una nueva cara bonita ni de más policías o soldados, organicémonos donde trabajamos y vivimos. Forma tu comité ciudadano o rural.
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