Gloria Leticia Díaz
En el Valle de Juárez, Chihuahua, la familia Reyes Salazar es respetada por su activismo político que se remonta a los setenta. La ejecución de varios de sus vástagos –incluidos Elías y Malena, cuyos cuerpos aparecieron el viernes 25 de febrero, 18 días después de que fueron secuestrados– no arredra a doña Sara Salazar. Ella y sus hijas se muestran indignadas por la negligencia de las autoridades federales y las de Chihuahua. Y en el reparto de culpas, piden al presidente Calderón “detener esta guerra estúpida que nadie pidió”.
Eran las ocho de la mañana del viernes 25 de febrero cuando la familia Reyes Salazar recibió la noticia: los cuerpos de sus familiares Malena y Elías Reyes, así como el de su pareja, Luisa Ornelas, fueron localizados en un paraje carretero del Valle de Juárez, en el estado de Chihuahua. Los tres tenían un supuesto narcomensaje.
Desde el lunes 7 de febrero, encabezados por Sara Salazar Hernández, los integrantes de la familia que desde la década de los setenta se han distinguido por su activismo social denunciaron ante el gobernador César Duarte la desaparición de sus parientes y le exigieron investigar hasta saber dónde estaban.
Tras dos semanas de infructuosa espera, ella y sus hijas Marisela y Olga, además de otros familiares, decidieron trasladarse a la Ciudad de México y realizar un plantón frente al Senado de la República para exigir la aparición de los hermanos Malena y Elías Reyes, así como el de Luisa Ornelas. Al quinto día, la familia Reyes Salazar recibió la noticia fatal.
Postrada en la cama de un humilde hotel del centro de la ciudad, Sara Salazar hace esfuerzos por reprimir el llanto. Enfrenta con dignidad la pérdida de sus dos hijos y su nuera. El año pasado lloró por la pérdida de sus vástagos Josefina y Rubén, asesinados también en Valle de Juárez, región que desde 2007 permanece militarizada a causa de la “guerra contra el narcotráfico” emprendida por Felipe Calderón desde el inicio de su gestión.
Josefina Reyes fue ejecutada el 3 de enero de 2010. Durante dos años había organizado movilizaciones y protestas para denunciar la militarización en Valle de Juárez y los abusos de las tropas contra la población. Junto con Cipriano Jurado Herrera, director del Centro de Investigación y Solidaridad Obrera (CISO), documentó 15 casos de detenciones ilegales cometidas por personal castrense (Proceso 1732).
Originaria de Coahuila, Sara Salazar llegó al Valle de Juárez hace más de 40 años con ocho de sus 10 hijos. Relata que desde entonces estaba involucrada con los movimientos sociales. “Siempre supimos que corríamos riesgos”, dice a la reportera.
Durante la entrevista hace un recuento de las batallas que ha librado su familia en el Valle de Juárez, donde los Reyes Salazar son ampliamente reconocidos por su militancia de izquierda y porque –dice– “no somos abusones, sino que ayudamos a la gente”.
Al principio fueron los caciques y los terratenientes los que hostigaban a la familia; luego los policías y los representantes de las corporaciones trasnacionales, ahora son los militares, dice Sara sin perder su serenidad matriarcal.
Cuenta también que una vez, en Ciudad Juárez, sus hijos, en particular Eleazar, el mayor, tuvieron acercamientos con la Liga Comunista 23 de Septiembre: “Hacían reuniones en la casa y pasaban películas sobre las injusticias en Chihuahua. A veces se iban a Ciudad Juárez a hacer pintas nocturnas, porque en el día era peligroso”.
Dirigidos por Eleazar, los hermanos Reyes Salazar se acercaron a los campesinos, sobre todo a los que eran explotados en la pizca de algodón. Al principio les aconsejaron organizarse para exigir a sus patrones mejores condiciones de trabajo, después vinieron las invasiones de tierras y la fundación de la colonia Francisco Villa. Su activismo se extendió también a Práxedis, en particular en la comunidad de San Ignacio.
“Encarcelaron y golpearon a Eleazar por la invasión de los terrenos en Guadalupe, pero al final de cuentas ganamos y tuvimos una colonia muy bonita”, recuerda con orgullo su hermana Marisela, presente durante la entrevista con Sara Salazar.
Alma Gómez Caballero, hija del doctor Pablo Gómez, uno de los guerrilleros muertos el 23 de septiembre de 1965 en el ataque al cuartel de Madera tercia en la conversación. Cuenta que durante la década de los ochenta, los Reyes Salazar militaban en el Comité de Defensa Popular (CDP). Era notorio su activismo en defensa de la vivienda, ellos fundaron escuelas en el Valle de Juárez.
Diputada local por el PRD en 2001, Alma Gómez respaldó en el Congreso de Chihuahua al movimiento que encabezaron los Reyes Salazar para oponerse a la instalación del tiradero de desechos radiactivos de Sierra Blanca, Texas; también lo hizo cuando ellos se manifestaron contra la reapertura de la fundidora Asarco, en El Paso.
“Eran proyectos que afectaban el medio ambiente, en particular las aguas del Río Bravo, donde todavía se bañaba la gente. Gracias al entusiasmo de la familia Reyes Salazar logramos movilizar a gente de Estados Unidos y paramos todo”, relata Alma Gómez, quien hoy forma parte del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres de Chihuahua (CDHM).
La mística de los Reyes
Doña Sara Salazar prosigue: “Los que movían todo eran Eleazar, Elías y Josefina. En cuanto a Rubén, él nomás ayudaba con su troca (camioneta). Le ponía sonido y gritaba a los cuatro vientos qué íbamos a hacer. Así se juntaba la gente para ir a las manifestaciones.
“Dimos tanta guerra (por el tiradero de Sierra Blanca), que finalmente ganamos. La gente siempre nos decía que los Reyes estábamos locos, que quién le iba a ganar a un país muy poderoso como Estados Unidos. La verdad es que no estábamos locos y ganamos”, dice.
Alma Gómez relata que los Reyes Salazar eran panaderos de oficio y perredistas activos. Dice que “son de una mística incomparable”, que incluso llegaron a poner dinero de su bolsa para impulsar las actividades políticas. En los noventa comenzaron a exigir justicia para las mujeres asesinadas en Juárez.
Josefina, por ejemplo, llegó a ser regidora en Guadalupe de 2004 a 2007; Eleazar fue candidato a diputado federal en 2006 impulsado por la coalición Por el Bien de Todos.
Eliana García, exdiputada federal y amiga de la familia Reyes Salazar, comenta que Elías y Eleazar –quien falleció de cáncer en 2009– “fueron defensores incansables de los derechos de los migrantes en Ciudad Juárez y El Paso”.
“En todo tipo de injusticias estábamos ahí, a pesar de los riesgos que corríamos y de que nos amenazaban. Al principio eran los policías judiciales y los ministerios públicos. Pero la represión se intensificó a partir de 2007, con la llegada de los soldados al Valle de Juárez. Siempre andaban investigando quiénes éramos, y luego como mi hija (Josefina) empezó a protestar por los abusos de los soldados, nos perseguían”, dice doña Sara.
Los allanamientos eran cotidianos. En la vivienda de Josefina, los soldados se llevaron electrodomésticos y un día le encontraron propaganda de Andrés Manuel López Obrador. “Los soldados le dijeron a mi hija: ‘¡Ah!, eres de López Obrador. Atente a las consecuencias’”.
Cuenta que una vez Josefina encaró a los militares que se querían llevar a uno de sus hijos. “Mi hija le dijo a uno de ellos: ‘Dame tu arma y a ver quién cae primero, pero a mi hijo no se lo llevan’. Ella actuó con mucho valor, porque esas personas son arbitrarias, son asesinos, por eso optó por irse a vivir a Ciudad Juárez”.
Antes de ser asesinada, Josefina vio morir a uno de sus hijos: Julio César. Fue acribillado en una fiesta en Guadalupe. “A media cuadra estaba una tanqueta del Ejército, pero los soldados no hicieron nada”, comenta Sara.
Sobre el crimen de su hija Josefina, dice: “Anduve persiguiendo a (Alejandro) Pariente, quien fue subprocurador de la zona norte durante la gestión de José Reyes Baeza. Él me decía que todo iba muy bien, que ya tenían identificados a los asesinos. Ahora que nos movilizamos para localizar a mis otros hijos y mi nuera, exigimos que nos mostraran la averiguación. Sólo está la hoja del levantamiento del cadáver, no hay nada más”.
En el caso de Rubén, Sara comenta que los militares lo acosaban de manera sistemática. Lo mismo allanaban su casa que lo detenían en la calle para revisarlo. Pero él nunca se quedó callado. Siembre se subía a su carro de sonido y le decía a la gente que no permitiera que los soldados se metieran a sus casas:
“Cuando lo mataron, los periódicos informaron que seguridad había pedido para su pueblo, que los policías se la dieron, pues mandaron seis camionetas a su sepelio. ¿Ya para qué? Él nunca se quiso salir de Guadalupe; decía que no hacía daño a nadie.”
Triste por la pérdida reciente, Sara Salazar insiste: “Desde que éste (Calderón) recibió la Presidencia, llegaron miles de soldados al Valle de Juárez. Desde entonces comenzaron a callar a los que alzaban la voz”. Dice que las tropas no protegen a la gente. Y pone un ejemplo: “quemaron mi casa (el martes 15 de febrero) y ellos, que están en un gimnasio a 100 metros del lugar, no hicieron nada. ¿Cuál seguridad?”.
El secuestro
Doña Sara vio cuando Malena y Elías Reyes, así como su nuera Luisa Ornelas fueron secuestrados la tarde del lunes 7 de febrero.
Elías, quien tenía paralizada la mitad del cuerpo, y su esposa viajaron en su camioneta a Juárez para comprar material para su panadería. Antes de regresar a Guadalupe, dice, pasaron por ella y por su hermana Malena y las invitaron a pasar la noche con ellos.
Cinco kilómetros antes de llegar a Guadalupe los cuatro se toparon con una camioneta que bloqueaba la carretera. Al frenar, seis hombres “con capucha y vestidos de negro salieron con armas largas, como las que usa el Ejército”. Lanzaban disparos al aire y les gritaron que se bajaran del vehículo, dice la entrevistada.
Luisa, quien conducía la camioneta, fue bajada por la fuerza. Los agresores la subieron a una camioneta Durango color arena; del lado del copiloto, Sara y una nieta que la acompañaba fueron tiradas sobre el asfalto.
“Yo le pedía al fulano ese que sacara a Elías, que lo tirara conmigo, porque por su problema no podía salir, y a Malena la quise jalar, pero estaba desmayada y no la pude sacar. Cerraron la puerta y se subió uno a manejar y nomás vimos mi niña y yo cómo arrancaron las camionetas.”
Asistida por una vecina, Sara y su nieta regresaron a Ciudad Juárez, narraron lo ocurrido a sus familiares y a las autoridades.
Marisela Reyes comenta que, ante la violencia en el Valle de Juárez, varias familias prefirieron huir. También menciona los casos de los expresidentes municipales priistas Apolonio Amaya Fierro y su hijo Omar Amaya Núñez, asesinados en 2007 y 2006, respectivamente. Eran gente trabajadora, dice.
“Lo mismo ocurre con otras familias cuyos miembros han sido asesinados, algunas que tenían parcelas muy pegaditas al Río Bravo. Todo eso ocurrió precisamente cuando llegaron los militares y los federales al Valle. Más de 60% de los habitantes ya se fueron”, asegura Marisela.
Ella y sus hermanos respaldaron la decisión de su madre, de edad avanzada y con la salud deteriorada, en la huelga de hambre que inició el miércoles 9 de febrero fuera de las instalaciones de la Fiscalía General del Estado en Ciudad Juárez, para exigir que sus familiares fueran rescatados con vida. A partir del viernes 21 trasladó su protesta a la casona de Xicoténcatl, en la Ciudad de México.
Horas después de que la familia Reyes Salazar supo del hallazgo de los cuerpos de Elías, Malena y Luisa, Marisela y Olga participaron en una conferencia de prensa en la que condenaron los crímenes y responsabilizaron de ellos al presidente Felipe Calderón y al gobierno de César Duarte.
A Calderón, Marisela le exigió que “retire las tropas y que termine con esta pinche guerra estúpida que nadie pidió”; responsabilizó también al actual subprocurador de la zona norte de Chihuahua, Jorge González Nicolás, por “no haber garantizado la vida y seguridad de la familia (Reyes Salazar) ni de la población de Ciudad Juárez”.
El mismo viernes 25, el representante de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), Javier Hernández Valencia, emitió un comunicado en el que señaló que “la sevicia en contra de la familia Reyes y la forma reiterada e insolente de actuar de los perpetradores sólo se explican por la impunidad que rodea al asesinato de Josefina, ocurrido el año pasado”, y que la ubicación de los tres cuerpos “muestra que la violencia en contra de las y los defensores de derechos humanos en Chihuahua se ha desbordado”.
Hernández Valencia exigió el esclarecimiento del triple homicidio y urgió a las autoridades la adopción de medidas de seguridad para defensores y defensoras de derechos humanos y sus familias, como el organismo ha exigido desde 2009.
A la exigencia de investigaciones y el castigo a los responsables, se sumaron la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), que en la víspera anunció que abriría un expediente por las desapariciones, y Amnistía Internacional (AI).
En Ciudad Juárez, el subprocurador González Nicolás informó que los cuerpos fueron ubicados por un familiar de los Reyes Salazar cuando transitaba por la carretera que comunica a Guadalupe con Ciudad Juárez. Los cuerpos tenían huellas de tortura y, según los peritos, tenían varios días de haber sido ejecutados.
El funcionario adelantó que solicitaría la intervención de la Procuraduría General de la República (PGR) ante la presunción de que la triple ejecución fue obra de la delincuencia organizada.
En la entrevista con Proceso, Marisela considera que González Nicolás “por lo menos es cómplice de los crímenes, no puedo creer que no haya podido hacer nada para evitarlos”.
Al preguntar su opinión sobre el supuesto narcomensaje colocado sobre los cuerpos, las hermanas Marisela y Olga Reyes estallan.
“Calderón puso el ejemplo cuando asesinaron a los muchachos de Salvárcar. Se atrevió a decir que eran delincuentes, mientras se paseaba por Japón; el gobierno es el que pone eso (el narcomensaje) para quitarse de toda culpa. ¿Qué se puede esperar? ¡Qué no vengan con fregaderas!”, dice Olga.
Y su hermana la secunda: “El gobierno va a tratar de ensuciarnos, pero aquí se va a chingar. Nosotros tenemos cómo demostrar que somos luchadores sociales, mis hermanos empezaron desde los años setenta y no nos van a parar. Ahorita vamos a tragarnos el coraje y la impotencia que sentimos, para darle fuerza a mi mamá y para seguir luchando. Esto sigue pa’lante”.
El viernes por la tarde, la familia Reyes Salazar se trasladó a Ciudad Juárez para velar los cuerpos de Elías, Malena y Luisa. “Vamos a hacer la ceremonia frente a la fiscalía, ellos murieron por su culpa”, concluye Marisela.
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