Algunas personas piensan y estiman, que el estrés sólo lo pueden padecer individuos particularmente considerados, pero esto no es así.
Los juarenses somos una comunidad en la cual se incluyen hombres y mujeres, ancianos jóvenes y niños que hemos estado sujetos a presiones sin fin, de muchos tipos, que nos exigen rendimientos muy superiores a los normales y diferentes a los que sufren conglomerados de otras partes del país y del mundo.
En efecto, la ola de mortandad que ha padecido nuestra frontera, la cual ha estremecido al mundo, y la ha situado como una de las más violentas sobre la faz de la Tierra, si no es que la más, ha hecho que el aguante o rendimiento que tenemos en estas nuestras tierras merme y pueda producir una enfermedad de tipo colectivo de pronóstico reservado.
No es posible que el cordón de plata que sostiene a nuestras vidas permanezca sin tensión extrema con los miles y miles de homicidios que se han cometido en nuestros linderos y el efecto que se está produciendo es que se requiera la presencia de psicólogos sociales que apunten soluciones para tratar de evitarlo lo más posible.
Lo apabullante para los juarenses es que no sólo el tsunami de inseguridad que vivimos provoca el estrés colectivo sino también otros factores contribuyen para que el cuerpo social sufra de esta enfermedad, pues se ha negado de manera consistente la amnistía fiscal a productores, industriales y comerciantes, los cuales sufren día con día estremecimientos desastrosos para la marcha de sus negocios.
Tampoco se han implementado medidas para evitar el éxodo de personas con capacidad económica, para que permanezcan en sus diarios afanes, por lo que miles y miles de familias continúan abandonando la frontera en busca de mejores horizontes.
Por otra parte, nuestra vida diaria se complica de tal manera que las medidas de política social brillan por su ausencia.
Los órganos gubernamentales situados en la capital de país hacen a un lado los problemas planteados por los grupos intermedios y siguen, como en el caso del IMSS e Infonavit, con políticas estrechas que no favorecen en nada el repunte de la vida de negocios y permanecen con la absurda idea que el tiempo es el único que hará que las cosas cambien, sin implementar un solo programa práctico, equitativo y apropiado a la presión que vivimos los que moramos estos territorios.
Decíamos que el estrés social es manifiesto. Se nos ha pedido a los juarenses un rendimiento superior al normal para aguantar lo que ha pasado, y por ello ya se notan en los semblantes de la gente los efectos de este tipo de situaciones que producen rencor social por la ausencia de medidas efectivas que beneficien de fondo la vida en común.
Se ha anticipado que para mayo habrá una movilización colectiva que, apoyada en la llamada “Toma de Juárez”, históricamente llevada a cabo por las fuerzas revolucionarias, permita en este año llamar a los fronterizos a una toma importante de conciencia, que basada en la unión de todos, permita que se apunten las soluciones que tanto hemos esperado. Es más, se anuncia que dicho movimiento costará 4.5 millones de pesos.
Independientemente del propósito de remembranza histórica que tiene el hecho, conviene que los promotores entiendan que los juarenses requerimos de medidas serias para que el flagelo que hemos tenido por más de tres años, de consecuencias mundiales, sea detenido a favor de la comunidad, sometida ésta contra su voluntad a la ley del fuego y de las balas con una fuerza inaudita.
Más que campamentos que recuerden las luchas de otros tiempos, se requieren áreas de atención ciudadana por grupos de psicólogos, sociólogos criminales y especialistas en ciencias de la conducta que permitan llevar a la práctica las medidas que se crean necesarias para que esto termine.
Estamos pues en espera de que el gobierno emprenda seriamente lo que le toca hacer, y no sólo mediáticamente, que se parta de la base de que todos los problemas tienen solución, sean de la magnitud que sean.
En espera pues.
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