domingo, 13 de febrero de 2011

La Decena Trágica, febrero de 1913





La Decena Trágica fue un periodo de poco más de diez días en el que un grupo de sublevados se levantaron en armas contra el gobierno de Francisco I. Madero.

Este episodio culminó con el asesinato del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez y la ascensión a la presidencia de Victoriano Huerta.

La difícil presidencia de Madero

Francisco I. MaderoEn 1910 Francisco I. Madero reunió su fuerza revolucionaria del impulso de haber sido el iniciador del movimiento armado y de representar a todos aquellos que querían derrocar al dictador. Sin embargo para 1913, una vez depuesto el enemigo (Díaz), Madero perdió buena parte del enorme apoyo que alguna vez tuvo. Su impopularidad se debió a que, cuando éste subió a la Presidencia, había muchas expectativas de revolucionarios radicales, de campesinos y de obreros en torno a las medidas que tomaría su gobierno.

La posición moderada y conciliadora con los porfiristas que Madero adoptó desalentó a quienes esperaban que la revolución traería consigo transformaciones radicales. Muchos revolucionarios se sintieron defraudados y traicionados por Madero y le declararon la guerra (como Emiliano Zapata mediante el Plan de Ayala). Durante los quince meses que duró su gobierno, Madero enfrentó múltiples problemas: rebeliones armadas, huelgas, conspiraciones e intrigas contrarrevolucionarias. Entre aquellos que se sublevaron contra su gobierno estuvieron Bernardo Reyes, ministro de guerra durante el porfiriato y Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz. Ambas rebeliones fracasaron y Madero encarceló a los rebeldes, perdonándoles la vida.

Además de las rebeliones, la prensa de oposición atacó constantemente al presidente e influyó de manera decisiva en incitar la desconfianza de la opinión pública al régimen. También se opusieron al gobierno los senadores, los terratenientes y los intereses extranjeros. El maderismo no satisfacía los intereses económicos de los Estados Unidos y todo el año de 1912 el presidente William Taft, a través de su embajador Henry Lane Wilson, amenazó y atacó al gobierno de Madero por diferentes medios.

Se inicia la sublevación

Así, cuando el 9 de febrero de 1913 la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya se levantaron en armas contra el gobierno, no se tomó la noticia con mucha sorpresa. Hasta entonces, la ciudad de México había permanecido lejana al campo de batalla y, por primera vez durante la contienda, conoció la muerte de civiles en sus calles, los gritos de los heridos, el retumbar de cañones y la lluvia de balas de ametralladoras.

Una de las primeras maniobras de los sublevados, al mando de los generales porfiristas Gregorio Ruiz y Manuel Mondragón, fue liberar de sus prisiones a Félix Díaz y Bernardo Reyes. Los rebeldes se dirigieron al Palacio Nacional, defendido por el general Lauro Villar. En uno de los primeros combates murió Bernardo Reyes y Díaz y Mondragón se refugiaron en La Ciudadela. Mientras tanto, el presidente Madero salió del Castillo de Chapultepec rumbo al Palacio Nacional, escoltado por cadetes del Colegio Militar y en compañía de algunos secretarios de estado y amigos (Marcha de la Lealtad). Durante un pausa que hizo frente al Teatro de Bellas Artes, el presidente cometió un error lamentable: nombró comandante militar de la plaza a Victoriano Huerta, en sustitución del general Villar, que había sido herido durante el combate.

Al llegar a Palacio, Madero organizó la defensa, mandó llamar a varios cuerpos militares (de Tlalpan, de San Juan Teotihuacán, de Chalco, de Toluca ) y el propio presidente decidió ir a Cuernavaca a traer a Felipe Ángeles y sus fuerzas. Huerta, mientras tanto, perdía tiempo en detrimento del gobierno pues había entrado en tratos con los sublevados y se había sumado a la conspiración.


El Pacto de la Embajada

Finalmente, el 17 de febrero, Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron hechos prisioneros. Mientras tanto, el embajador Henry Lane Wilson intrigaba en contra del gobierno mandando insinuaciones de que sólo se podría evitar la intervención armada de los Estados Unidos con la renuncia de Madero. El papel de Wilson durante este episodio fue deplorable: hacía ostentación ante miembros del cuerpo diplomático de conocer los proyectos desleales de Huerta y notificó al Departamento de Estado de Estados Unidos que los rebeldes habían aprehendido al presidente y vicepresidente hora y media antes de que esto sucediera.

Cuando Madero y Pino Suárez fueron hechos prisioneros, Wilson ofreció a Huerta y a Díaz el edificio de la embajada norteamericana para que llegaran a acuerdos finales, en lo que se llamó el Pacto de la Embajada. En este pacto se desconocía al gobierno de Madero y se establecía que Huerta asumiría la presidencia provisional antes de 72 horas, con un gabinete integrado por reyistas y felicistas; que Félix Díaz no tendría ningún cargo para poder contender en las elecciones; que notificarían a los gobiernos extranjeros el cese del ejecutivo anterior y el fin de las hostilidades.

Al Pacto de la Embajada siguió la tortura y asesinato de Gustavo A. Madero, hermano del presidente. Después se presentaron las renuncias del presidente y vicepresidente ante un Congreso reunido en sesión extraordinaria. Este nombró presidente a Pedro Lascuráin, ministro de Relaciones Exteriores con Madero, quien a su vez renunció y nombró presidente a Victoriano Huerta.

Desde su aprehensión, Madero y Pino Suárez permanecieron en el Palacio Nacional, esperando en vano un tren que los conduciría al puerto de Veracruz, de donde se embarcarían a Cuba, al exilio. De nada sirvieron las gestiones de sus familiares, amigos, los ministros de Cuba, Chile y Japón, ante Wilson para que hiciera valer la influencia que tenía sobre Huerta, ya que el embajador les respondió que él, como diplomático, no podía interferir en los asuntos internos de México.


Fin de la Decena Trágica

El general Aureliano Blanquet dió órdenes, confirmadas por Huerta y Mondragón, para que la noche del 22 de febrero se trasladara a Madero y Pino Suárez a la Penitenciaría de Lecumberri. En el trayecto se simuló un ataque y los prisioneros fueron asesinados. La ciudad se levantó con la noticia "Ya mataron a Madero" y aunque la primera reacción fue de indignación, la mayoría de los habitantes de la capital se alegraron del cese de hostilidades, se lanzaron jubilosos a las calles, adornaron las fachadas de sus casas y, en unión de la prensa, ensalzaron a los vencedores y condenaron a los caídos.

La tranquilidad volvió a la ciudad de México. La alta burguesía, integrada por terratenientes, banqueros, comerciantes e industriales, vio el fin de aquellos días de horror con beneplácito, como la mayoría de la gente, y con la confianza de que el nuevo gobierno restablecería las condiciones políticas, sociales y económicas en las que habían prosperado. Sin embargo, pronto vieron que este gobierno no sería como esperaban.


Victoriano Huerta se instaló en el Palacio Nacional el 20 de febrero de 1913 y permaneció en la presidencia 17 meses pues el usurpador se las arregló para disolver la fuerza de Félix Díaz, a quien nombró embajador en Japón. El gobierno huertista fue dictatorial a partir del 10 de octubre de 1913, cuando disolvió el Congreso de la Unión. Durante esta dictadura, la vida en la ciudad se militarizó y muchos ciudadanos, maderistas o no, fueron torturados o asesinados. Pero pronto surgió un nuevo líder revolucionario en pie de lucha contra el huertismo, el gobernador de Coahuila Venustiano Carranza.

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