lunes, 10 de enero de 2011

Estrategias del cambio: indiferencia, revolución o participación Hernán Ortiz


¿Mchk? Así se escribiría la onomatopeya de ese sonido que se hace cuando se truena la boca en un gesto que desaprueba lo que se dice o sucede. Ese chasqueo de labios lo he escuchado mucho cuando alguien escucha una propuesta distinta a lo que piensa. Peor aún si se trata de asuntos público, todas las personas creen tener la razón y pocos son los que se atreven a ofrecer el beneficio de la duda.

Pues prefiero arriesgarme a que cuando se lean estas líneas se provoquen estos chasquidos y no quedarme callado con el riesgo de haber vivido en un error. Sólo al compartir las ideas se reciben las críticas suficientes para aprender. De cualquier manera, usaré mi podrida imaginación para que los chasquidos de labios parezcan besos.

Quiero plantear una pregunta y tres alternativas de solución para que las analicemos, discutamos y no sé si llegar a un acuerdo pero que tengamos la sensatez de ver las cosas lo más claro posible. Debo advertir, es mi punto de vista que puede coincidir o no con otros, pero es tan válido como cualquier otro.

Pregunta: ¿Qué podemos hacer para que nuestro gobierno mejore?

Respuestas:

a) Nada, es caso perdido.

b) Una revolución.

c) Participar más dentro de las instituciones existentes.

Para el inciso “a) Nada, es caso perdido”. Esto implicaría asumir que efectivamente vivimos en un Estado Fallido o que vivimos en la ingobernabilidad. Aunque son afirmaciones que anteriormente he hecho, hoy no estoy muy seguro de ello ¿por qué? Bueno básicamente porque el Estado sigue trabajando, cobra impuestos, mantiene a la burocracia, la fuerza policiaca se sigue respetando (o temiendo) por la mayoría de las personas. Podríamos decir que el Estado ofrece servicios de pésima calidad, tan pobres que no resuelven los problemas de la ciudadanía, pero es muy distinto a suponer que no funciona.

En este aspecto coincido con la propuesta de Antonio Camou, que sugiere que una gobernabilidad o ingobernabilidad absoluta son extremos que nunca se llegan a presentar. Explica que la gobernabilidad es una relación entre las demandas ciudadanas y la capacidad gubernamental para atenderlas. De tal suerte que nunca un gobierno podrá atender absolutamente todas las demandas ciudadanas ni puede existir un gobierno que atienda ninguna. Se trata de buscar un balance que cuando se empieza a perder genera lo que sería un déficit de gobernabilidad o crisis de gobernabilidad, pero aun así el gobierno continúa teniendo recursos y funcionando.

¿Se puede decir que un gobierno que no atiende las necesidades ciudadanas no funciona? Puede ser, lo cierto es que ahí sigue, pero con el fin de reflexionar al respecto supondré que efectivamente no podemos hacer nada porque el gobierno no funciona en lo absoluto. ¿Qué alternativa tenemos?

Primero, y una alternativa que ya ha sido adoptada por alguna gente, es que cada quién se cuide como pueda. Esto implica, en el mejor de los casos, contratar guardaespaldas y en el peor comprarse un arma por si acaso. Personalmente identifico aquí un conflicto ético, pues se pondría la voluntad propia sobre la colectiva representada en la ley, y así siempre habrá unos más fuertes que otros lo cual es la base de la injusticia.

¿Vivimos en un lugar sin ley...? Es verdad que tenemos impunidad, pero todavía no llegamos a ser un lugar sin ley, la gente sigue respetando los semáforos y hacen filas para pagar el predial, no vivimos en el caos a pesar, repito, de tanta impunidad.

Cuando pienso que lo mejor sería olvidarme de los asuntos públicos y buscar la solución a mis problemas de manera totalmente individual, pienso también que estoy viendo las cosas de una manera parcial y sesgada que entonces sí le abona más a dirigirnos al caos y a la injusticia dónde sólo el más fuerte puede hacer su voluntad. No soy de los fuertes y no quiero vivir bajo el yugo de quién sí lo es, prefiero pensar en que todos tenemos las mismas oportunidades o al menos los elementos mínimos para tener una vida digna.

La opción de hacer nada, no me parece viable porque me parece que trae más problemas de los que puede solucionar.

El segundo inciso, “b) Una revolución”... ¿Qué decir? Me gusta pensar en los héroes y la ventaja de ser adulto es que cada quien puede elegir los suyos. El Ché y Villa son los míos, quedándome claro que la guerra es cruel e inhumana, quiero pensar que ellos pelearon su guerra para que yo no tenga que pelear una. Si cada quien va a buscar su guerra personal quedamos igual que en la primera opción, pero supongo que los que han muerto en las luchas de libertad por este país es para que las próximas generaciones no tengan que morir también.

¿Una revolución armada? Por un momento pensemos que tenemos las armas y la organización para empezar la revolución. ¿Qué haríamos primero? ¿Tomar la presidencia municipal? No, no es viable. Para empezar, después de tomarla tendríamos que plantear la resistencia en contra de las fuerzas del gobierno, y aquí en la ciudad están más que concentradas. Además, no tiene caso tomar la presidencia municipal, ahí no están los recursos que sirven para sostener la ciudad, ahí se administra, pero el dinero está en bancos y el cemento en bodegas.

Tomar el Cuartel del Vigesimosexto Batallón de Infantería. Tampoco suena muy viable, considerando que ahora México cuenta con una fuerza área que bien podría destrozarlo.

En una guerra contra el mal gobierno ¿qué objetivo se debería tomar para empezar a hablar de victorias y cambios? Habrá que pensar también en las relaciones con el gobierno estatal, de otros estados y el federal. ¿La guerra iría contra todos?

Los zapatistas lograron gobiernos autónomos pero son comunidades pequeñas y que han buscado la forma de subsistir con recursos propios y en su momento de la ayuda internacional. ¿Qué recursos tenemos aquí en Juárez para sobrevivir?, la fuerza del municipio está en la ciudad que además esta sumamente relacionada a la economía global, por eso es importante pensar que si se quita un gobierno a la fuerza se deben cuidar las relaciones y tal vez hasta los intereses de otros países. En su momento así lo hizo Villa.

Es que son las ventajas de la ciudad lo que ha impulsado el crecimiento del municipio, no puedo imaginarme que de la noche a la mañana se cierren maquilas y toda la población se dedique a producir en el campo y/o cambiar la forma de vivir de manera cotidiana para conseguir lo necesario para que todos en esta ciudad puedan comer, refugiarse, atenderse la salud, etc.

Un cambio tan radical de vida seguramente obligaría a que las escuelas, del nivel básico a superior empezaran a enseñar otras cosas. ¿Habría profesores y estudiantes dispuestos? ¿Qué harían los obreros de las maquiladoras, abogados, contadores e ingenieros? ¿Dejarían lo acumulado de su experiencia (buena, mala, mucha o poca) para construir desde la base una nueva comunidad? La verdad me es difícil pensar que sí.

Otra alternativa sería una guerra de guerrillas, objetivos precisos y vida clandestina. Una bomba aquí, un saqueo allá, se golpea y se desaparece, agotando las defensas del enemigo hasta que de tan golpeado no le quede otra más que renunciar, claudicar y es entonces cuando los revolucionarios toman el poder. Lo malo empieza cuando se tenga que identificar un objetivo sin vidas inocentes. El gobierno esta repleto de trabajadores que no toman decisiones y cuyas culpas (si las hay) no ameritarán morir en batalla, no son soldados pues. Hablar de muertes colaterales o necesarias es ponerse al mismo nivel de la guerra antinarco del gobierno federal, y es algo con lo que no estoy de acuerdo. Además, en el contexto actual, ¿qué tan lejos estaría una guerrilla del crimen organizado que secuestra y extorsiona? Secuestros y extorsión era una forma en que Villa financiaba sus campañas, pero repito, supongo que él lo hizo para que nosotros no tuviéramos que hacerlo...

Una lucha armada en medio de toda la ola de violencia que protagonizan el gobierno y el crimen organizado, creo que obligaría tener posiciones claras ante estos actores. Si se va en contra del gobierno, es probable que se tengan que mantener negociaciones con el crimen organizado... ¿o no? En mi ignorancia entiendo que este tipo de relación fue la que resto legitimidad a las FARC con el pueblo colombiano. ¿O no?

En fin, el caso es que una revolución armada me parece tan complicada que no creo que sea viable ni que tenga el apoyo necesario para realizarse.

En cuanto al último inciso “c) Participar más dentro de las instituciones existentes.” Este en realidad me genera un conflicto a la hora de definir mi posición al respecto. Desde hace muchos años había sido lo que ahora llaman anulista. Cuando iba a votar si ningún candidato me convencía ponía leyendas como “la democracia es el gobierno del pueblo” o “sin la voz del pueblo la justicia no existe”. Con el tiempo las frases me empezaron a parecer poco impactantes así que buscando dejar clara mi inconformidad las cambie por otras como “Puto el que lo lea”. Siento que a fin de cuentas esta última forma tenía un poco más de impacto.

Durante los años que escribía leyendas en las boletas, pensaba que la democracia directa era la mejor forma de tomar decisiones, pero hoy en día no estoy tan seguro. ¿Por qué? He visto que generar consensos no es tan fácil cómo podría parecer. Para ello se requieren dos aspectos esenciales, el primero es ceder. Esto implica el ofrecer la oportunidad de que alguien (o muchos) más tenga razón, lo cual implícitamente sugiere que tal vez “yo” este equivocado. A nadie le gusta estar equivocado y muchas veces se prefiere alejarse de un proceso que busca el consenso a ceder. El otro aspecto necesario para ello es reconocer que como comunidad se tiene el legítimo derecho de equivocarse y reivindicarse. Lo cual implica poder tomar una decisión y si no es la adecuada pues cambiarla, es algo que como comunidades podemos y deberíamos hacer.

Pero la cosa no es tan sencilla, que alguien reconozca sus posibles fallas no es sencillo y mientras no avancemos en este aspecto, construir consensos comunitarios es muy complicado, no imposible, complicado.

También he pensado que una mayor representación comunitaria debería mejorar mucho la manera en que se toman decisiones. Pero esto genera dos problemas principalmente. El primero es que la participación ciudadana puede darse no por los grupos desorganizados que viven cotidianamente la ciudad y sus deficiencias sino por grupos de interés que no son una representación legítima de la sociedad. Por mencionar dos ejemplos, en la Comisión Consultiva Municipal de Obra Pública, la representación ciudadana es solamente la del Presidente de la Cámara de Industria de la Construcción; en el consejo deliberativo del Instituto Municipal de Investigación y Planeación de 22 lugares, 2 son colegios de profesionistas, 1 para un representante de educación superior, 1 para el empresariado, 1 para un representante del consejo de planeación (que es otro parecido) y 1 para asociaciones y clubes de servicio. El primero de estos consejos es muy cerrado pues la participación ciudadana esta reducida a una sola y específica persona. Por su parte el del IMIP es más amplio pero aun así, ¿podemos decir que son una representación plena de la ciudadanía? Yo no estoy seguro, es más, sospecho que no.

Pero aun así pienso que la participación ciudadana en donde se toman decisiones es importante, pero también hay que reconocer otro riesgo, y es el de formar una élite participativa. Un pequeño grupo de gente suficientemente informada como para participar en estos espacios pero que, sin ser parte de la burocracia oficial, no obstante terminan formando otra pequeña burocracia que cuesta y tampoco representa al resto de la sociedad. Me recuerda a cuando he sido invitado a diálogos con el gobierno federal y en lugar de llenar un estadio a cambio de una soda y un burrito, llenan un salón a cambio de una comida o desayuno pero con supuestos “representantes de la sociedad”. Una pequeña élite que supone hablar por la mayoría... ¿Será?

El caso es que a pesar de que vamos avanzando muy despacio en mecanismos de democracia directa, participativa y/o deliberativa, todavía nos falta mucho por hacer... ¿y mientras?

Debemos reconocer que sí hemos avanzado mucho en lo que se refiere a la democracia electoral. Pero para que esta funcione creo que se deben reconocer al menos cuatro elementos.

Primeramente es reconocer que si no empezamos a usar nuestro voto estamos tirando una gran cantidad de dinero a la basura. Por poner un ejemplo, el no ir a votar permitió que Reyes Ferriz fuera de nuevo presidente municipal y por segunda vez desperdiciara una gran cantidad de dinero malhaciendo un proyecto tan necesario como el de mejorar el transporte público en la ciudad. Pero no fue el único responsable. La responsabilidad del transporte público, en Chihuahua pertenece al estado y no al municipio. Cuando Reyes Ferriz estaba preparando el proyecto de transporte urbano, el gobierno del estado encabezado por José Reyes Baeza, designó a René Franco Ruiz como responsable de darle seguimiento al proyecto, esa era su única responsabilidad. Pasaron dos años y el funcionario estatal hizo nada para que las cosas funcionaran, y él sí tenía toda la responsabilidad de hacerlo. ¿Qué recibió a cambio? Ahora es diputado por el VII distrito de Ciudad Juárez. Pareciera que la inutilidad (no cómo insulto sino como descripción concreta de su participación en el proyecto de transporte público en la ciudad) es premiada, pero sólo es la indiferencia del 70 % de los votantes lo que lo permite.

Segundo. Tenemos una costosísima inversión en mecanismos que nos permitirían emitir un sufragio mejor y más meditado. Inversión que si no la empezamos a utilizar se puede ir tarde o temprano a la basura. Los institutos de transparencia y electorales, deben ser rescatados por la ciudadanía sino queremos que se conviertan en una monserga burocrática inútil. Es cierto que actualmente parecen estar siendo coptados por las partidos y gobiernos, pero son espacios ciudadanos que surgen por la presión y el trabajo ciudadano. Si los rescatamos, entonces tendremos bases suficientes para pedirle a los representantes que rindan cuentas como se debe. De lo contrario seguiremos tirando nuestro dinero a la basura... bueno en realidad lo tiramos a grandes salarios y prestaciones para gente que no hace su trabajo y en ocasiones hasta daña a la ciudadanía.

Cómo tercer elemento es el desprendernos de los partidos. El 30 % de votación es lo que decide quién gobierna, y este porcentaje sólo representa el voto duro de los partidos. Así, el 70 %, la mayoría puede sin mucho problema definir qué partido será el ganador. Pero cuando pensamos que al votar beneficiamos al partido entonces estamos dándole demasiada importancia a la institución y no a las demandas ciudadanas. Podemos votar por quién proponga atender nuestras necesidades de forma viable, y si no cumple,entonces le quitaremos el voto y la siguiente ocasión votaremos por otro cualquiera menos por el que nos quedó mal. Esto debería hacer que en una competencia sana los partidos fueran cada vez haciendo mejores propuestas políticas. Pero mientras el 70 % siga sin votar, sólo necesitarán el 15 o 16 % de votantes para gobernar como si fuera la voluntad de la mayoría. El punto es que si al votar pensáramos en nuestras demandas y en cómo han sido atendidas por los partidos, en lugar de que si beneficiamos al partido o no, seguramente nuestro voto tendría más valor.

Cómo último y cuarto elemento, debemos reconocer el avance que se ha generado. En las elecciones antepasadas se firmaban compromisos frente a notarios, ahora se firman frente a grupos ciudadanos con demandas específicas como el de “Juárez, sí” o “Escúchame hazlo por Juárez”, donde candidatos a la alcaldía, gubernatura y diputaciones, firmaron el compromiso de atender demandas ciudadanas muy específicas. Hemos avanzado en este aspecto, pero para que esto pueda ser efectivo y traducirse en un mejor gobierno, o al menos uno que escuche más a la ciudadanía, los votantes deben mostrar su conformidad o inconformidad mediante el sufragio.

Nunca pensé en promover el voto, pero ahora que lo pienso, al menos es a la hora de votar cuando todos y cada uno de los ciudadanos valemos exactamente lo mismo. No importa si eres rico o pobre, empresario o maestro, desempleado o explotado, si nadie te conoce o eres influyente. En ese momento es una persona, un voto. Me imagino que algún día podremos sentarnos y no decir que votaremos por el PRI o por el PAN, sino tal vez, decir, votaré por el otro partido porque el que está no me gusta cómo hace las cosas, y si queremos cambiar nuestro voto en las siguientes elecciones, tal vez poder decir, no me gusta este partido pero el candidato tiene buenas propuestas. Incluso ir a hablar con un funcionario de elección popular y negociarle que o atiende nuestras demandas o ni él ni su partido verán nuestros votos la siguiente vez.

Esta última es lo que en realidad me parece más viable, no fácil, de acuerdo, pero en la que ya llevamos camino recorrido, dinero invertido y sólo nos falta tomarla por los cuernos.

En resumen. Para poner cosas sobre la mesa de discusión, veo tres posibilidades de cambiar la forma en que se gobierna esta ciudad.

La primera es hacer nada y dejar que las cosas sigan empeorando cada día, obviamente y pensando en mis hijos esta propuesta me parece irresponsable y peligrosa. La segunda sería una revolución armada, la cual me parece muy complicada y peligrosa también. La tercera sería el aprovechar las instituciones que ya tenemos y mantenemos con nuestro dinero, sólo es usarlas para que no se echen a perder.

Sería importante pensar el papel que juega la sociedad civil o las comunidades organizadas en un debate como este. Si bien es cierto que reducir la participación ciudadana a la cuestión electoral es un riesgo, también lo puede ser el ignorar este tipo procesos.

Así... ¿Qué opinan? ¿Existen más posibilidades? ¿Estoy enfocando erróneamente alguna de las que presento? Cualquier comentario estoy seguro que enriquecerá la discusión y clarificará cuál debe ser nuestra forma de acción para tener una ciudad donde nuevamente se pueda vivir.


Hernán Ortiz
jhiiio@hotmail.com

jhortiz@uacj.mx

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