viernes, 17 de diciembre de 2010
Las posadas Sergio Conde Varela Abogado
En el calendario de los juarenses aparecen como días de las tradicionales posadas del 16 de diciembre a la Noche Buena, o sea el 24 del corriente mes.
Desde luego que ese periodo, desde el punto de vista de la reflexión religiosa, permite que la atención se ponga en la celebración del nacimiento de Jesús y con ello en la recomposición no sólo de la vida personal sino del tejido social, tan necesitado de ser reestructurado después de tanto ataque a la vida, a la integridad personal, a la seguridad y a la esperanza de poder vivir la existencia en los límites de la alegría y la prudencia.
Algunos terrícolas fronterizos, ignorantes del verdadero sentido de las posadas, estiman y actúan como si se tratara de cualquier festividad en la cual el alcohol debe disfrutarse en torrentes y separados de manera completa de la esencia misma del espíritu que debe animar a las reuniones, que no es otro que el de contagiar la alegría por el acontecimiento cumbre del nacido en Belén.
La sucesión de estos años en nuestra frontera ha sido tumultuoso. La brújula se volvió loca y se ha perdido en muchas partes de la ciudad el propósito de estos festejos y las personas caminan confundidas pensando que se trata de otra cosa, menos del objetivo primordial que se persigue al conmemorar la Navidad.
Decíamos que las posadas son momentos que deben aprovecharse para la reflexión. Urge que la sociedad en pleno vuelva a los valores fundamentales que son los únicos que pueden devolverle a las familias la paz ansiada y el contento de poder darle a la existencia el verdadero sentido que la razón nos impone como humanos.
Desde luego que la reflexiones de inmediato le dictan al juarense la necesidad del respeto que debe haber por la vida y que debe desprenderse de otras prácticas que únicamente conducen al caos y a la desesperación.
También es tiempo de que se piense que la justicia debe imperar en nuestras relaciones humanas y en muestra vida en común. No es posible que mucha gente no tenga ni siquiera para comer, mucho menos que pueda darse el lujo de que en su mesa puedan disfrutarse platillos especiales. Esta época debe de servir para que nazca en nosotros la solidaridad a toda prueba y dentro de las condiciones que se vivan se pueda unir de alguna manera con los más desheredados y abandonados por la misma sociedad de consumo que hemos creado y a la cual nos hemos afiliado sin ningún bochorno.
Por sabiduría elemental, todos sabemos que las cosas deben de cambiar y ese cambio además de urgente debe de servir como impulso para crear una nueva sociedad. Pero esto no puede darse de manera mágica sino de una manera muy consciente y razonable entendiendo que la transformación empieza en uno mismo. Si no existe la voluntad de experimentar ese cambio en nuestra propia experiencia no puede darse el mismo en la vida social. Este tipo de pensamientos que deben embargarnos en esta época de posadas, producen efectos muy importantes en una comunidad como la nuestra que está en espera de que se forje un nuevo horizonte de realización con un número importante de juarenses.
La cifra impactante de más de 3000 muertes que hacen de Juárez la ciudad más violenta del orbe, debe indicarnos que es tiempo de formar el ejército de los partidarios de la vida, porque Jesús, nacido en Belén es la vida, el camino y la verdad y es el centro de todas estas festividades. Debemos de convencer a nuestro futuro que no existe más camino que el anterior y que todos los pueblos que lo han entendido han triunfado de manera radical y portentosa. No está lejos de nosotros el intentarlo y llevarlo a cabo, porque nuestras familias, el sentido común, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos nos lo exigen.
Estamos en tiempo de entender que el sentido de las posadas, no es el que muchos han o hemos pensado, sino el conectado hacia una vida mejor y pacífica, con la alegría que sale de lo profundo del corazón y no de aquélla aparente desprendida de una práctica pagana. No hay más.
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