Giovanni Sartori, respetado politólogo italiano y Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en el año 2005, escribió en 1998 un libro titulado “Homo Videns. La sociedad teledirigida”. A lo largo de las intensas 140 páginas que tiene el ensayo, este controvertido autor expuso una serie de argumentos que fueron considerados muy provocadores en aquella época. Arremetía contra la incipiente consolidación de una sociedad basada en la imagen y dominada por la cultura de lo visual Para Sartori, la preponderancia de la imagen sobre la palabra escrita adquiere rango de catástrofe. En su opinión, la cultura audio-visual destruye la capacidad de abstracción, la crítica de las ideas y un empobrecimiento letal en el proceso de entender y conocer que posee el hombre. Divide su libro en tres apartados bien diferenciados: En primer lugar habla de la primacía de la imagen, en la que se describe el proceso por el cual se ha incorporado abiertamente la televisión en la vida diaria de ser humano, la influencia que tiene entre la niñez, una generación educada por y para la televisión, los videojuegos y finalmente Internet. En el segundo apartado, "La opinión teledirigida", se abordan temas en torno a las repercusiones sociales que ha tenido la aceptación sin límites de lo que aparece en la televisión, la total falta de cuestionamiento de sus contenidos y el modo en que los gobiernos han utilizado los medios de comunicación para manipular a las masas. Y en último lugar diserta sobre la democracia y su desintegración paulatina frente a la ausencia de razonamiento y esfuerzo intelectual que provoca la televisión.
Sartori salta a la arena de la provocación para hacernos despertar de la somnolencia provocada por los medios de comunicación tras tantos años de anestesia. No trata de suavizar los argumentos, más bien al contrario, el autor nos abofetea con cada frase y cada idea. No se conforma con el papel de mero intelectual que disecciona la realidad y permanece en su púlpito, alejándose de las manchas que pueden provocar las ideas audaces. El italiano se atreve a proponer argumentos que sacuden las conciencias y obligan a desperezarse al músculo del pensamiento. Como apunta Concha Mateos Martín, Doctora en Ciencias de la Información en la Universidad de La Laguna, “Se ha arriesgado a que dentro de quince años se le pueda tachar de alarmista, desmesurado, exagerado, torpe, confundido y confundidor. Es decir, se ha arriesgado a que sus predicciones futuribles no se demuestren. Se ha arriesgado a que se enfaden aquellos a los que directamente interpela en su libro para que reaccionen: los padres, los educadores, los periodistas, los empresarios de la información”. O como el propio autor advierte en la página 17 de su libro “tal vez exagero un poco, pero es porque la mía quiere ser una profecía que se autodestruye, lo suficientemente pesimista como para asustar e inducir a la cautela”.
Este valiente intelectual no quiere que su mensaje se olvide enterrado en cualquier estantería, lo que pretende es agitar las mansas aguas de las conciencias adormecidas, levantar los párpados caídos de los individuos que roncan el sueño de la complacencia. Sin embargo, Sartori ejecuta su crítica sin demonizar la televisión. No desespera al lector con argumentos radicales, negativos y sin solución. El autor primero abre las heridas, pero no con intención de dejarlas que se pudran al agresivo aire del diserto sino que al final del libro, las asiste y las cierra con generosidad y positivismo.
El autor desata una crítica feroz sobre la televisión, pero sin embargo, no se considera un enemigo del progreso. Su intención real consiste en advertirnos del inmenso potencial negativo que poseen los medios visuales pero por otro lado reconoce también la parte positiva que puede aprovechar la sociedad de estos avances. Como dice Mateos “No se opone a lo que comúnmente se denomina progreso. Pero no olvida alertar sobre la necesidad de controlarlo. Frente a quienes defienden la supuesta democracia de un medio que es capaz de llegar a todos sin exigirles conocimientos extraordinarios, él recuerda que el progreso cuantitativo no es en sí progreso, pues también una epidemia o un tumor es mayor cuanto más se extiende pero no por ello es mejor”. Sin embargo, el autor dispara sin compasión contra la pérdida de la capacidad de abstracción que está provocando la constante exposición de los niños a las imágenes que aparecen en la pantalla de televisión. La información presentada por los medios se encuentra descontextualizada, manipulada y generada en base a unos intereses propios. Se crea un ser video-dependiente que se traga las imágenes sin masticar, como sopa templada que baja por el estómago y se salta el proceso de la razón y la crítica hasta llegar directamente al sistema excretor. El niño pierde progresivamente la visión que le ofrece la lectura de la palabra escrita, se sumerge sin darse cuenta en un mar de complacencia, chapoteando entre las imágenes sin aplicar el más mínimo sentido crítico
¿Quién no ha escuchado alguna vez la frase “Una imagen vale mas que mil palabras”?. Puede que valga más, pero sólo a efectos de lo que le interesa al gobierno o las multinacionales que nos bombardean continuamente con toda tipo de estímulos anestésicos para acabar con nuestro filtro de decisión. Sartori advierte que los niños cada vez se leen menos libros y que cada vez se entregan a más horas de televisión o incluso de videojuegos o Internet.
En el libro se habla de cómo se ha impuesto la televisión sobre el resto de medios de comunicación, ofreciendo dos peligrosos tipos de información: la subinformación y la desinformación. La primera se refiere a la falta de datos suficientes para formar una opinión sólida y la segunda a la manipulación y distorsión de los mensajes por motivos interesados por parte de los emisores. A esto hay que añadirle que las noticias deben ser cada vez más sensacionalistas, más excitantes, más llamativas, para poder atraer la atención del apático “Homo Videns”. Esta guerra por captar el foco de interés del espectador degenera en una escalada de amarillismo que termina desvirtuando la información y convirtiéndola en un deshecho que nuestro cerebro admite como válido y lo acepta sin rechistar. Además, lo que no sale en televisión, no existe. Pero Sartori va aún mas allá y se hace firme en la idea de que esto acabará con la democracia pues los individuos viven alienados alrededor de la aura de veracidad que posee la televisión y degluten mansamente los contenidos políticos que quieren los dirigentes. El resultado de este proceso de idiotización masiva se traduce en una pérdida de capacidad de decisión fundamentada. “Mientras la realidad se complica, las mentes se simplifican y nosotros estamos cuidando a un video-niño que no crece, un adulto que se configura para toda la vida como un niño recurrente. Nos encontramos ante un demos debilitado, no solo en su capacidad de tener una opinión autónoma sino también en clave de pérdida de comunidad" escribe Sartori.
¿Cómo ha evolucionado el “Homo Videns” en estos 10 años? La inmensa supremacía de la imagen sobre la palabra permanece vigente hoy día, sin embargo, ha aparecido un nuevo medio de comunicación que está revolucionando la sociedad desde los cimientos: Internet. Sartori también habla de la Red como una nueva oportunidad de desarrollo para el ser humano, sin embargo, duda de que la utilidad de esta herramienta llegue más lejos que la televisión. “Como instrumento práctico, como un paseo a un mercadillo callejero o como un recorrido por nuestros más variados hobbies, Internet tiene un porvenir revolucionario. Como instrumento cultural, preveo que tiene un futuro modesto. Los verdaderos estudiosos seguirán leyendo libros, sirviéndose de Internet para completar datos, para las biografías y la información que anteriormente encontraban en diccionarios; pero dudo que se enamoren de la red”.
Se rebela contra la falta de esfuerzo mental que proviene de la televisión y que se traslada a Internet como si se tratara de un simple ejercicio de traspaso eventual. Nos dice que a pesar del universo de posibilidades que ofrece la Red, vamos a seguir siendo individuos absorbidos por el poder triturante de la imagen fácil. “La paideia del video hará pasar a Internet a analfabetos culturales que rápidamente olvidarán lo poco que aprendieron en la escuela y, por tanto, analfabetos culturales que matarán su tiempo en Internet, en compañía de "almas gemelas" deportivas, eróticas o de pequeños hobbies. Para este tipo de usuario, Internet es sobre todo un espléndido modo de perder el tiempo, invirtiéndolo en futilidades”, escribe el italiano.
Y efectivamente, Internet se ha convertido en un océano de información que nos inunda cada vez que accedemos a él mediante el simple hecho de abrir el navegador. Pero ahora ya no dependemos de los intereses económicos de las empresas privadas o de los intereses políticos de los gobiernos, que con la televisión encontraron un excelente modo de manipularnos a su antojo. Cada vez que entramos en la Red se nos abre un mundo de posibilidades infinito, que se construye con porciones de múltiples realidades, creadas por numerosas personalidades. Se mezclan todo tipo de intereses, obviamente también los económicos y los políticos, pero “flotan” en igualdad de condiciones con respecto a los demás. Sartori alerta de la saturación que puede llegar a provocar Internet “Corremos el riesgo de asfixiarnos en una exageración de la que nos defendemos con el rechazo; lo que nos deja entre la exageración y la nada. El exceso de bombardeo nos lleva a la atonía, a la anomia, al rechazo de la indigestión: y de este modo, todo termina, en concreto, en una nimiedad.”
De todos modos, hoy disponemos de la posibilidad de elección. Podemos utilizar la más potente de nuestras capacidades de raciocinio en la búsqueda de información: el contraste. La Red nos permite observar, comparar, analizar y construir opiniones basadas en múltiples fuentes de información que se generan partiendo desde la mente mas privilegiada hasta el individuo que se encuentra en el polo opuesto. Si superamos el peligro del exceso de información y volvemos a la palabra escrita, tendremos el poder de ser personas con menos posibilidades de ser manipulados. Individuos con capacidad de decisión basada en la razón y no en el engaño de la visión que muestra la televisión.
Vivimos inmersos en la era de la información y estamos más dispuestos que nunca para aprovechar esa ventaja. Internet te enseña a dudar, a analizar, a buscar y, la mayoría de las veces, a encontrar. No te creas nada sin contrastarlo, ni siquiera este mismo blog. Cree a los que buscan la verdad. Huye de los que aseguran haberla encontrado. Sobre todo si te lo dicen detrás de una pantalla de televisión.
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