lunes, 6 de septiembre de 2010

México SA Jelipe sigue de fiesta

México SA

Jelipe sigue de fiesta

Dramática pérdida de empleos permanentes

Reserva de empleadores ante la precariedad económica

Carlos Fernández-Vega
A

ndaba el inquilino de Los Pinos presume que te presume la generación de miles y miles de plazas laborales en el sector formal de la economía y lo bien que ha cumplido en eso del presidente del empleo (todo ello en el marco de la cuarta tanda de cuentacuentos), cuando alguien le dijo “pérate Jelipe, que lo que realmente crece es el desempleo, la ocupación informal y el deterioro de la calidad de los puestos de trabajo; no hay nada qué presumir; por el contrario, debería darte vergüenza, sin olvidar que el salario básico de cotización en el IMSS se ha desplomado 50 por ciento en el último cuatrienio”.

Pero el tal Jelipe sigue de fiesta, y en su papel de locutor no deja de promocionar que “de enero a junio se crearon más de medio millón de empleos nuevos registrados en el Seguro Social (630 mil en el show del 2 de septiembre)… Sé que aún no es suficiente, pero vamos por buen camino. Seguiremos trabajando para crear más empleos para tí y tu familia”, sin importar el deterioro salarial y la calidad de dichas plazas laborales. Por ello, vale el paseo que nos ofrece el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados sobre La calidad del empleo en México: la crisis laboral y sus implicaciones, en el que subraya que a raíz de la recesión económica actual las preocupaciones con relación al empleo se han centrado principalmente en la cantidad de puestos de trabajo perdidos o creados.

Sin embargo, es necesario examinar con detenimiento otro factor fundamental: la calidad del empleo, cuyas características más relevantes son la estabilidad que ofrece al trabajador, la protección de seguridad social, la capacidad de compra de las remuneraciones salariales o el aprovechamiento de las capacidades productivas de los trabajadores. Dicha preocupación se enmarca en la elevada tasa de desocupación, calculada por el Inegi, para junio (5.05 por ciento, que se incrementó a 5.7 por ciento en julio), que aún rebasa en al menos 1.3 puntos porcentuales a los datos anteriores a la crisis, cifra que no ha cedido a pesar de los 513 mil 373 nuevos trabajadores cotizantes al IMSS, reportados para el primer semestre del año (630 mil al cierre de agosto, según Calderón).

El CEFP subraya que uno de los efectos más notorios de la crisis en el mercado laboral ha sido la marcada pérdida de empleos permanentes, en comparación con la variación de puestos de trabajo eventuales. Tras el estallido de la turbulencia financiera y hasta el punto más bajo de la recesión económica, es decir, entre octubre de 2008 y mayo de 2009, se habían perdido 701 mil 316 empleos con seguridad social. Sin embargo, el número de cotizantes permanentes al IMSS disminuyó en 570 mil 819 personas, mientras sólo se perdieron 130 mil 497 puestos de trabajo eventuales, es decir, cuatro de cada cinco plazas perdidas eran permanentes.

Hasta el cierre de junio de 2010 se recobró 88.4 por ciento de los empleos perdidos, pero llama poderosamente la atención la rápida recuperación de los puestos de trabajo eventuales: mientras en octubre de 2009 ya se habían recobrado la totalidad de las plazas eventuales que se tenían en igual mes de 2008, no sucedió lo mismo con los empleos permanentes, de los cuales aún faltan por recuperar 194 mil 471. Este mismo hecho se observa en que los puestos de trabajo eventuales alcanzaron una tasa de crecimiento promedio anual de 14.7 por ciento, mientras los empleos permanentes solo crecieron 2.8 por ciento.

A lo anterior se agrega que la pérdida de empleos en el sector formal acentuó la informalidad, pues de tener 81.6 empleos informales por cada 100 empleos con seguridad social en el cuarto trimestre de 2008, se pasó a tener 90.2 empleos informales por cada 100 cotizantes al IMSS, lo cual equivale a un retroceso de cinco años en el crecimiento del empleo formal. Si bien la falta de cobertura de seguridad social, que afecta a 65 por ciento de los trabajadores del país, no es un fenómeno reciente, a partir de la crisis esta característica se acentuó, pues el análisis de los grupos de trabajadores de acuerdo con su antigüedad en el empleo revela que siete de cada 10 empleados con seguridad social contratados en 2008 perdieron el trabajo en 2009, además de que se confirma que para 2010 la recuperación del empleo protegido con seguridad social es sumamente débil. Todos estos factores nos permiten apreciar que, como reacción a la situación económica aún incierta, los empleadores continúan actuando con reservas y buscan mantener al mínimo sus plantillas laborales, contratando únicamente empleados eventuales (por honorarios o comisiones) y sin prestaciones de seguridad social.

Sólo como resultado de la crisis la cobertura de seguridad social de los trabajadores mexicanos (una de las más bajas del mundo) perdió 1.7 puntos porcentuales, lo que equivale a que casi 620 mil trabajadores dejaron de recibir protección ante riesgos de trabajo, salud y no realizan aportaciones para su retiro. Aunque la Encuesta Nacional de Seguridad Social revela que la cobertura en este renglón ha avanzado, al pasar de 44 por ciento de la población nacional en 2004 a 60 por ciento en 2009, equivalente a 15 millones de personas más aseguradas en cinco años. Este incremento se debe únicamente a la operación del Seguro Popular, el cual ofrece una cobertura incompleta en salud y carece de protección del ingreso ante la pérdida de la capacidad para trabajar ya sea por enfermedad, accidente o vejez.

Las (autodenominadas) políticas social y laboral otorgan fuertes incentivos a la contratación informal y eventual, porque a través del Seguro Popular se subsidia el trabajo precario, de tal suerte que no es de sorprender que la cobertura total de las dos principales instituciones de seguridad social (IMSS e ISSSTE) haya caído en 2.1 puntos porcentuales en sólo cinco años.

Lo anterior prefigura un grave problema de finanzas públicas asociado a la disminución en las contribuciones de seguridad social, pues debido a la creciente informalidad se realizan menos aportaciones para financiar el gasto en salud; sin embargo, aunque no se pague por la cobertura (en salud) las erogaciones se realizan por la vía de subsidios dentro de otros programas. Hay que agregar el grave problema social que se generará a futuro con grandes grupos de población que no serán elegibles para una pensión, por no contar con un trabajo que les permitiera hacer el ahorro correspondiente para su retiro.

Ése es el panorama, pero el inquilino de Los Pinos sigue en la fiesta.

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