Estrictamente Personal
May 26, 2010
— 12:00 am
La renuncia del procurador del estado de México, Alberto Bazbaz, por el mal manejo del Caso Paulette, resuelve un problema de imagen política para el gobernador Enrique Peña Nieto en el corto plazo, pero no es suficiente. La salida de Bazbaz mantiene las incógnitas que todavía envuelven la muerte de Paulette Gebara Farah, cuyo caso no puede terminar con esta dimisión. Bazbaz incumplió la ley y tiró a la basura la verdad jurídica. Debe haber consecuencias legales en su contra y ser el primer paso para que se reabra la investigación sobre la suerte de la pequeña.
Bazbaz pasó de un homicidio a un accidente en el caso de la muerte de la niña, sustentando su conclusión del viernes pasado en el mismo documento que inicialmente ignoró, la necropsia de la niña, realizada el 31 de marzo. La necropsia establece cómo murió Paulette, pero no explica cómo llegó a la base de la cama, ni cuánto tiempo estuvo ahí. Tampoco permite determinar con certeza científica si murió en ese lugar o en otro más, ni si Paulette misma llegó por sus medios a esa parte de la cama o si fue colocada ahí. Cómo hizo el ex procurador para armar su conclusión, sigue en el misterio.
La necropsia sólo explica una parte de la muerte. Los peritos ubicaron el fallecimiento entre 5 y 9 días antes de haber encontrado el cadáver, por el color verde que tenía el cuerpo cuando lo encontraron. Ese color lo genera una mancha verde de ácido sulfhídrico que muestra putrefacción, y salvo que el cuerpo se hubiera movido de donde se encontraba en las primeras 12 horas de la muerte, máximo tiempo para que se fijen las manchas verdes, se puede afirmar que murió donde la encontraron. Según la necropsia, la “lividez cadavérica”, que es cuando por el efecto de la gravedad la sangre se desplaza hacia la parte más baja, estaba en la parte derecha del cuerpo, que concuerda con la posición en la que hallaron a Paulette.
La necropsia no se refirió a los olores de un cuerpo putrefacto, que tanta polémica ha generado porque nadie notó nada extraño durante las dos primeras reconstrucciones. De acuerdo con un perito que vio el cuerpo, Paulette casi no despedía olor, derivado a un buen cuidado, sin bacterias ni grasa. Los perros tampoco la detectaron porque los que llevaron a la habitación estaban buscando a una persona desaparecida, viva, no muerta.
Desde el primer momento los expertos forenses hicieron notar que la cama de Paulette era la clave del caso. Esta es la parte donde la ciencia no le alcanza a Bazbaz, y la investigación que realizó siempre tuvo inconsistencias. Cuando no pudo documentar la hipótesis del asesinato, regresó a buscar indicios. La cama de Paulette, cuya base era aproximadamente 15 centímetros mayor que el colchón, y tenía una especie de barandal que 30 centímetros se convirtió en el eje de su caso.
La necropsia sugería por la “lividez cadavérica” y por la maceración de los dedos de la mano derecha, que la pequeña había emigrado de lugar en la cama durante la madrugada y se deslizó hacia la parte de los pies por debajo de la colcha. Al llegar a la base, daba a entender el peritaje, cayó sobre su costado derecho -tenía problemas motrices con el izquierdo-, y no tuvo la fuerza para despojarse de la colcha. Esta hipótesis que se convirtió en tesis establecía que al no poder salir la presión de su cuerpo contra la base de la cama le pudo causar la asfixia.
Las trabajadoras domésticas de la casa Gebara Farah, dijeron que no había ningún cuerpo. Bazbaz ordenó una reconstrucción de cómo hacían la cama. El video de la reconstrucción muestra claramente que la nana de Paulette, Érika Casimiro, quitaba todas las sábanas y las colchas para hacer la cama, lo que hacía imposible que no se hubieran dado cuenta que ahí se encontraba la menor. Más aún, el subprocurador mexiquense, Alfredo Castillo, declaró que la sábana que entregaron a los perros para que buscaran a la niña era la que tenía en la base la cama de Paulette, que era de “cajón”. Cualquier persona que haya manejado ese tipo de sábanas sabe que es imposible, como lo aseguró el subprocurador, que la pudieron haber sacado por la parte superior de la cama sin que esa acción no hubiera desecho toda la cama. En uno u otro caso, la niña tendría que haber salido bruscamente de donde estuviera atrapada.
Si uno se atiene a la afirmación del subprocurador y de la nana, se puede concluir con toda certidumbre que el cuerpo fue plantado en ese lugar y que la niña no murió ahí, por lo que la hipótesis de homicidio cobraría fuerza. Pero Bazbaz no resolvió esta inconsistencia y la pasó de largo. Esta es la parte inconclusa de su investigación. Si el dictamen final es accidente, hay personas que mintieron. Pero al mentir en declaraciones ministeriales, cometieron un delito grave por el cual tienen que ir a la cárcel. Es decir, tendría que haber puesto bajo arresto a Érika Casimiro por falsificar declaraciones. Igualmente, el subprocurador Castillo, tendría que explicar las razones en las cuales fundamentó su dicho que la sábana de “cajón” fue extraída por la parte superior de la cama, puesto que al omitir esa aclaración también está mintiendo y cabría la posibilidad jurídica de que se le finquen responsabilidades por encubrimiento.
La conclusión del caso de Paulette no aclara debidamente su muerte ni ventila el procedimiento jurídico. La renuncia de Bazbaz no debe ser el fin de este asunto. El ex procurador debe aclarar sus actos y porqué no cumplió la ley. Por lo mismo, también tiene que dar a conocer las razones por las cuales, tres días antes de anunciar que fue accidente, tenía tres diferentes conclusiones, una de ellas el asesinato. Bazbaz jugó políticamente un asunto judicial y no debe salir impune. El gobernador tampoco puede permitírselo ni a Bazbaz ni a él mismo. Urge que el nuevo procurador mexiquense tenga un mandato claro: reabrir el caso y volver a investigar. Sólo así le resolverá a Peña Nieto el problema en el largo plazo y dará certeza sobre lo que le pasó a Paulette.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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