Edgar González Ruiz
Luego del triunfo de Obama en EU y de la izquierda en El Salvador, la derrota del PAN en las elecciones del 5 de julio viene a confirmar la debacle política de la derecha religiosa en el Continente.
Sin embargo, en los comicios del pasado domingo, quien verdaderamente prevaleció fue la expresión del descontento ciudadano con el actual gobierno ilegítimo, que hizo perder al PAN incluso bastiones de ese partido, como Guadalajara y Zapopan.
Al alto abstencionismo de la jornada hay que sumar los votos intencionalmente anulados, luego de intensas campañas, inocentes o malintencionadas, para anular el sufragio.
A fin de cuentas, esas campañas tendían a beneficiar al PAN y al gobierno de Fecal, al igualar como indeseables a todos los políticos, a los derechistas del PAN, a yunquistas como César Nava, por ejemplo, con otros candidatos que no tienen los mismos orígenes ultraderechistas que él y muchos otros panistas, ni sus mismos compromisos con la clase empresarial.
Por su carácter plutocrático, traducido en políticas neoliberales, y por sus raíces confesionales, el PAN representa, como ya por experiencia sabe el pueblo de México, la peor opción entre los partidos existentes.
Una derrota del PAN será siempre un triunfo del pueblo de México y del estado laico; pero en la actualidad un triunfo de alguno de los otros partidos, que suelen estar controlados por políticos oportunistas (el término puede ser un pleonasmo, pero de todos modos, un político puede ser peor que otro por su ideología, y sus intereses), no es garantía suficiente de un avance social e ideológico.
Es claro que una gran parte de la población, como se reflejó en las votaciones, anhela un pasado que era mucho mejor que la realidad que se vive bajo Fecal. En los gobiernos priístas, hasta los años 80, antes de De la Madrid y de Salinas, había cierto apoyo, no ciertamente el óptimo, pero sí real, a los sectores populares, mediante instituciones como Seguro Social y como la educación pública.
A diferencia del PAN, el PRI tuvo su origen en el triunfo de la Revolución Mexicana, en la derrota de las huestes cristeras y fascistas, y en el rspeto, así sea relativo, que se tuvo al estado laico en esas épocas ya lejanas.
No eran gobiernos abiertamente confesionales, plutocráticos y militaristas, como ha sido el de Fecal. Sin embargo, la clase política priistas ha ido cambiando; con tal de conservar sus beneficos, se fue empanizando, al grado de apoyar, como se ha visto en los últimos meses, a la jerarquía católica, implantando en varias entidades, leyes para encarcelar a las mujeres que aborten.
Si bien no hay partido peor que el PAN, actualmente no se puede esperar mucho del PRI, dados los hechos, en lo que concierne a la defensa del estado laico y del bienestar popular, pero la posible salida del PAN del poder, en 2012, será una ganancia para todos, excepto para los pocos que se han beneficiado con ese partido: empresarios voraces y abusivos; jerarcas católicos, grupos ultraderechistas y políticos de ese partido, al igual que políticos convenencieros, que han vendido su apoyo al PAN.
Entre ellos se cuentan los "chuchos", principales responsables del debilitamiento del PRD, y enemigos de la corriente popular encabezada por AMLO, expresión que pese a tener en contra prácticamente a todos los sectores del poder económico, incluyendo a las cadenas televisivas, logró un simbólico triunfo en la delegación de Iztapalapa.
Aunque la derrota panista culminó en la renuncia del dirigente nacional de ese partido, Germán Martínez, luego del consabido berrinche de Fecal, las elecciones mostraron que este último, mandatario ilegítimo, nacido del fraude y de la guerra sucia, no es popular, ni tiene credibilidad, a pesar de que sus aliados de Televisa y del Episcopado, al igual que supuestas encuestas, se empeñen en afirmar lo contrario.
Dóciles a la egolatría de Fecal, los panistas encabezados por Martínez, siguieron en su propaganda la consigna de que votar por el PAN era "apoyar al presidente", además de que se dedicaron a atacar al PRI. Los resultados están a la vista: el PRI ganó las elecciones, y el pueblo, pese a Televisa, no le cree a Fecal, ni ha caído en la infantil mentira de que la prioridad social debe ser respaldar una ficticia "lucha contra el narco".
Lo que hay en realidad, es una lucha de clases, donde la derecha contará con el poder económico, militar y mediático, pero el pueblo la rechaza en forma abrumadora si tiene la mínima oportunidad de participación, así sea en comicios, cuyos resultados no siempre se respetan, como ocurrió en 2006.
En suma, Televisa y demás medios que apoyan a Fecal, no son tan poderosos como para hacer que la gente confié en el PAN, pero su labor sistemática y criminal, de apoyar al gobierno ilegítimo y atacar cotidianamente a AMLO, durante varios años, ha producido que mucha gente desista de participar en política.
Precisamente eso era lo que el PAN quería en el 2006; que la gente no protestara contra el fraude, que no defendiera sus propios intereses y sus votos, que no se metiera en política.
Paradójicamente, a tres años de esa maniobra mediática, el resultado le ha sido adverso al PAN, frente a su enemigo histórico, el PRI, que en 2006 fue su aliado en el fraude y que ahora, con más fuerza social que la derecha, y manejando la ilusión de la vuelta a un pasado que fue mejor para el pueblo de México, logra imponerse en las urnas, con el apoyo de los pocos ciudadanos que votaron.
El fraude del 2006 fue una derrota del pueblo de México y de la pretendida democracia; la derrota del PAN en 2009 ha sido, a fin de cuentas, un triunfo de México, pero el triunfo del PRI beneficiará, directamente, ante todo a los políticos profesionales vinculados a ese partido, que cuidan promordialmente su acceso a la riqueza y al poder.
La plutocracia y el clero han tratado de garantizar que los priístas cuidarán sus intereses, pero el PRI no es su partido, como lo es el PAN.
Ante esa situación, en 2012 se presentan escenarios no tan remotos, como el de un posible golpe militar al estilo de Honduras, donde la ultraderecha se mantuvo en el poder pese a no contar con reconocimiento internacional, ni con otro apoyo que el del ejército, el episcopado y empresarios conservadores. Así podría mantenerse el PAN en el poder, incluso si perdiera en ese año los comicios presidenciales.
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