domingo, 19 de julio de 2009

El silencio de los borregos

León García Soler
Perdió el PAN y la extrema derecha se vio de pronto frente al vacío. ¿Qué haremos sin la izquierda? La dispersión anarquizante confirma aquello de lo que resiste apoya”. Sin contrafuerte ven ineludible la restauración del cesarismo sexenal, el regreso del PRI a Los Pinos, de donde lo sacó el voto útil que sirvió para encumbrar a un inútil, a Vicente Fox, el de la verborrea y la infinita capacidad de autoengaño, que hoy lo lleva a encabezar el motín del Bounty, con Manuel Espino a cargo de maniatar a Felipe Calderón: prisionero de la guardia pretoriana, dando voces de mando en su guerra contra el crimen organizado. En la que estamos empeñados todos.

Por eso hay que insistir en el estado de sitio ficticio, sin autorización del Congreso para dictar la suspensión de garantías. Es indispensable no callar. Decir que el Ejecutivo de la Unión violenta el pacto federal con la incursión de fuerzas armadas en Michoacán. Leonel Godoy, gobernador débil, acosado por las detenciones de funcionarios estatales y municipales; a pesar de las acusaciones a un hermano suyo de complicidad con el narcotráfico, pudo reivindicar la condición de estado libre y soberano: “Después de escuchar y revisar detenidamente el comunicado hecho ayer por el secretario de Gobernación no encontramos ninguna frase o dato que nos permitan pensar que la decisión de aumentar las fuerzas federales en el estado esté motivada en el espíritu de la Constitución, que obliga a los estados y a la Federación a mantener una coordinación y colaboración estrecha, ya que comparten el mismo territorio y obligaciones.”

Leonel Godoy es militante y fundador del PRD, estuvo en la reunión convocada por el derecho que se arrogó Marcelo Ebrard al decir que tomarían las decisiones sobre el futuro del partido los que obtuvieron votos y ganaron elecciones. Ahí estuvo también Amalia García, de Zacatecas. Luego convocaron a dirigentes del partido de ayer y hoy, así como a otros gobernadores. No asistió Juan Sabines: “Mi partido es Chiapas”, dijo el de cepa priísta. El de Baja California Sur no fue. Cuauhtémoc Cárdenas diría que hubo ausencias y presencias inexplicables. La de Andrés Manuel López Obrador hizo explotar un sonoro silencio. La de Manuel Camacho hizo sonar clarines del cortejo que anuncia la candidatura presidencial de Marcelo Ebrard y la ratificación de Manuel Camacho como oráculo de los sonámbulos en movimiento perpetuo.

Pero Cuauhtémoc Cárdenas decidió pedirle peras al olmo: reconocer el fracaso electoral y la vocación suicida de quienes no obedecen los estatutos y normas aprobados al constituirse partido político. La tardía y lastimera respuesta de Jesús Ortega es un verdadero galimatías: para líder moral, Carlos Jonguitud, por ejemplo. Cárdenas no tiene el pulso político del partido, dice. Pero tras ofrecer amnistía general y suspender de facto la vigencia de los estatutos, declara que a su tiempo habrá decisiones colectivas para dejar fuera del PRD a los que fueron candidatos de otros partidos o promovieron esas candidaturas. ¿Andrés Manuel López Obrador? Donde Chucho dice todos, dice que todo el mundo: Jesús nos ampare.

Al este del Edén tabasqueño está el Golfo de México. Y los incondicionales del movimiento que no necesita instituciones ni partido para constituir el poder del presidente legítimo, optarán por Barrabás y dejarán a Jesús entre Herodes y Pilatos. Las duras palabras de Cuauhtémoc se atribuyen a una obsesión por opacar al rayito de esperanza. Predice el hijo del Tata que el PRD se reducirá a partido testimonial. Tiene razón. Y le responde el silencio de los inocentes.

Quizás por eso angustie a la derecha el vacío que aparece a la izquierda. Sin el adversario natural al otro extremo de la topografía electoral, ahora que las ideologías han sido declaradas muertas y la disputa por el poder se atiene a la democracia sin adjetivos y la buena voluntad de los grupos de poder real, los dueños del dinero ante todo, el de las armas y el poder mediático posesionado del ágora electrónica. De la Iglesia, ni hablar, sobre todo al verse la derecha oscurantista y mocha privada de la virtud de combatir a la izquierda materialista del determinismo histórico. Pero no confrontada por el priísmo de la gente decente, el de los compañeros de banca y luego de bancos, sino por el retorno del cesarismo sexenal, reducido a su versión de presidencialismo autoritario, corrupto y corruptor.
Vade retro. Y aunque la autoridad papal ha dicho que el demonio no existe, México es el infierno y el reino de Satanás se impone. Lo dice el cardenal Rivera y en el episcopado lamentan la falta de exorcistas capacitados para combatir al diablo y su influencia maligna.

La izquierda se aferra a su convicción de que PRI y PAN son lo mismo. El silencio de los borregos es algarabía cuando habla Zaratustra: ni un voto al PAN, ni un voto al PRI. Pero en la debacle electoral del PAN llovieron votos en favor del PRI: 237 diputados federales en San Lázaro; ganaron en Campeche, Colima y Nuevo León, además de recuperar los gobiernos de Querétaro y San Luis Potosí. Mientras la derecha se angustia: ¿ahora que no tenemos a la izquierda, qué haremos sin la izquierda?, los epígonos de la ciudadanización pretenden exorcizar el demonio de 2012 con votos nulos testimoniales y el recuento de la elección federal de 2003.

(“Olvidan que entre 2000 y 2003 el número de curules alcanzadas por el PRI fue muy semejante entre una y otra elección. En cambio entre 2006 y 2009 las diputaciones alcanzadas por el PRI crecieron casi 200 por ciento, ascenso abrumador, sospecho que hasta para los propios priístas”: Juan Gabriel Valencia, Milenio de ayer sábado 18 de julio.)

La izquierda de los desgarramientos intestinos cambió el horizonte de las utopías por una mísera porción del botín en la vieja empleomanía; empeñada en negarse a sí misma, guarda silencio para oír a Jesús Ortega confundir liderazgo con caudillismo y refugiarse en ilusorias decisiones colectivas por miedo a asumir la responsabilidad del mandato que dice recibió de la militancia. Lástima. Le hace más falta al pueblo que a los señores de la derecha angustiados por el vacío a la izquierda y el retorno de los brujos conjurados por su desmemoria.

Lástima. El susto provocado por los que sí votaron refleja temor y desprecio por los de abajo, avalado por los acreditados politólogos que han desmenuzado la votación, la intención del voto, la edad, el sexo, el estrato socioeconómico y la educación de quienes impusieron/decretaron una derrota aplastante al PAN, a la derecha gobernante, a una política empeñada en la guerra contra el crimen organizado. Felipe Calderón se puso al frente de la campaña; sus jóvenes turcos apostaron a la popularidad presidencial, a la buena imagen que aparecía en las encuestas. Todo lo apostaron y todo lo perdieron.

EL PRI será lo que quieran ser los que hoy gobiernan a la mayoría de la población. Pero no alcanza la mayoría en San Lázaro para gobernar la República. Con la pérdida de la Presidencia llegó el fin del pasado. No hay vuelta atrás. El obligado reajuste del poder favoreció al federalismo. De los gobernadores depende que el PRI cumpla en el Congreso: ley de emergencia económica para resolver la recesión, acelerar el gasto público, generar empleo y establecer una política social de Estado.

Siempre habrá izquierda y derecha. Ambas tendrán que aprender y comprender qué es la razón de Estado.

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